La estúpida taza de café del laborismo británico

La estúpida taza de café del laborismo británico

Como bien analiza la revista New Statesman, cinco años después de la elección de Ed Miliband al frente del Partido Laborista sobre la base de girar el Reino Unido hacia la izquierda, y tres después de decir "este es un momento para el centro-izquierda", es bastante desconcertante que la única de las promesas electorales laboristas que ahora capta la atención del público es una sobre los controles en la inmigración.

La taza de tomar café o té, mug en inglés, forma una parte importante de la vida de muchas personas. La mía, con el incorrecto mensaje "I'm surronded by fucking idiots", es una herramienta fundamental para iniciar mis días. Me la regaló una muy buena amiga un día en que me sorprendí rodeado de verdaderos idiotas. En mi mug disfruto diariamente del café, largo y negro, americano, sin azúcar. Mis días no comienzan, en realidad, hasta que el café se ha quedado frío y lo consumo pacientemente durante toda la mañana.

Me he puesto a pensar sobre mi taza de café tras observar bastante perplejo el mug que ha elegido el Partido Laborista británico para propagar uno de sus mensajes de campaña. En la taza roja, color oficial de los laboristas, se puede leer en grandes letras blancas el breve mensaje: "Controles en la inmigración".Debajo, un poco más pequeño dice: "Voy a votar Labour el próximo 7 de mayo". La taza, como mercancía oficial de campaña del Partido Laborista está a la venta por cinco libras. Marine Le Pen ha debido encargar al menos una docena desde Francia.

Tras la polémica, un asesor laborista ha querido tranquilizar a muchos de sus desconcertados electores: "Los laboristas tenemos cinco compromisos electorales. Este es uno de ellos". Pero como bien analiza la revista New Statesman, cinco años después de la elección de Ed Miliband al frente del partido sobre la base de girar el Reino Unido hacia la izquierda, y tres después de decir "este es un momento para el centro-izquierda", es bastante desconcertante que la única de las promesas electorales laboristas que ahora capta la atención del público es una sobre los controles en la inmigración.

Los laboristas pretenden, entre otras medidas, que los inmigrantes, incluyendo los ciudadanos de la Unión Europea, no puedan pedir ninguno de los beneficios sociales, como el derecho a la prestación por desempleo, hasta pasados los dos años de residencia en el Reino Unido. La propuesta es bastante ridícula, ya que no reduciría la inmigración: la gran mayoría de quienes se van al Reino Unido lo hacen para trabajar, no para cobrar un desempleo, que, esperan, nunca llegue.

Cuando hay una ola populista y nacionalista, nada peor que subirte encima de ella si no estás de acuerdo con los principios que la impulsan. La ola se hace más fuerte y siempre te acaba arrollando. Es difícil y valiente oponerse, claro. Pero, ¿no es la política la más noble actividad pública en la que los más audaces deberían estar al frente?

En el Reino Unido ha calado la idea, falsa, de que hay demasiados inmigrantes, sobre todo del centro y este de Europa, que quitan el trabajo a los británicos, trabajan por menos dinero y se dedican a abusar de los servicios sociales del Estado británico. Es un mensaje populista demasiado familiar del que afortunadamente en España estamos aparentemente inmunizados.

Los laboristas no van a conseguir votos pretendiendo ser el capitán Trueno de la inmigración, porque no son creíbles (afortunadamente) en este terreno. Se nota que lo dicen para no quedarse atrás en la estúpida competición por criminalizar la inmigración, pero no está, por suerte, en su ADN, que tiene que ver, en teoría, con la solidaridad, la justicia social, la defensa del débil frente al poderoso y la igualdad de oportunidades. Su mensaje y su patética taza roja es postureo a la desesperada. Y el elector lo nota.

Como siempre, la versión original tiene más sabor y es más fiable para, en este caso, aplicar mano dura contra los inmigrantes. Nigel Farage, el carismático y populista líder de UKIP, Partido por la Independencia del Reino Unido, es sin duda las versión más original del nacionalismo rancio que ha calado en el Reino Unido. Farage -¡casado con una ciudadana alemana!- es implacable en sus propuestas con los inmigrantes europeos en el Reino Unido. En una entrevista-reportaje en The Observer el domingo pasado asegura que las leyes antidiscriminación deberían ser retiradas, de forma que las empresas puedan abiertamente favorecer la contratación de ciudadanos británicos. También se muestra partidario de limitar, cuanto menos, el acceso de hijos de inmigrantes a la escuela pública.

La mecha que ha prendido UKIP con bastante éxito -ganaron las elecciones europeas el pasado mayo - ha calado en la política británica, con los conservadores de Cameron más envalentonados que nunca para hacer un referéndum en el 2017 y quizás salir de la Unión Europea. Una aventura bastante épica pero nada rentable para la economía de su país.

¿Puede el Partido Laborista competir en este terreno? No parece una buena idea. Al menos, hay voces críticas que han alzado la voz ante este despropósito. La diputada laborista Diane Abbott, ha twitteado: "Este lamentable mug es una vergüenza. Pero el problema real es que los controles a la inmigración sean una de nuestras cinco promesas electorales".