Andalucía en su ritual

Andalucía en su ritual

Susana Díaz interviene en el acto de entrega de las Medallas de Andalucía con motivo del día de la comunidad.EFE/Julio Muñoz

No se puede desconocer la capacidad de los seres humanos para reproducir y recrear ritos: en la medida en que los ritos son celebraciones de mitos, los rituales propios de cada tradición evocan ceremonias de distinto signo, casi siempre de carácter o procedencia religiosa, luego equiparada a lo civil, lo institucional o popular, bajo el signo de la dramatización de los oficiantes amplificada por los medios de comunicación coral.

Lo que demuestran estos ritos diversos es que las autonomías han ritualizado su existencia, han teatralizado su historia volviendo retórico su análisis del presente, - del pasado inventado y engrandecido -, a costa casi siempre de la realidad de los hechos objetivos. Cataluña, Galicia y País Vasco son pioneras en la enunciación de ritos; pero la epidemia de mitos afecta a la mayoría de las regiones españolas, además de las nacionalidades históricas. Como se ha visto con la "esquizofrenia" de Puigdemont, es posible querer construir el independentismo catalán en Bélgica, como si eso fuera normal.

Lo que demuestran estos ritos diversos es que las autonomías han ritualizado su existencia, han teatralizado su historia volviendo retórico su análisis del presente

Todo recurso autonómico por glorificar los rasgos de "nuestra tierra" tiene cabida en política como si no fuéramos nosotros los que somos de la tierra sin fronteras, ni límites que no sean los del planeta que nos soporta. Por eso tiene una encomiable glosa la fiesta autonómica andaluza del 28 de febrero, en la que la fiesta de la autonomía se convierte mediante el ritual litúrgico en un ejercicio que aúna, - sin ningún atisbo de crítica -, la triple condición nacionalista, andaluza y española, hasta hacerlo parecer de lo más "natural".

Hasta ahora los sacerdotes de esa fusión fueron los protagonistas de los casi cuarenta años que lleva el PSOE en el poder de la Junta de Andalucía, pero ahora se encuentran en el banquillo por el asunto de los EREs. Así, la ceremonia de fusión de Andalucía y España desde el punto de vista del "nacionalismo" socialista, corre a cargo de una mediadora excepcional. Susana Díaz, se atribuye las tres bandas en las que juega a la vez. Defiende España, Andalucía como "nuestra tierra", y lo "andaluz", como nacionalismo defensor de la unidad nacional, en un ejercicio de prestidigitación que alcanza cotas de brillantez, por su magia y su tronío. Incluida la defensa del "acento andaluz" que no corre ningún peligro.

Andalucía sigue el ominoso rito de la expiación judicial, por la dejación en el control de los expedientes de regulación de empleo y los subsidios de los cursos de formación. Pero lo hace a escondidas, disimulando

Sin embargo, ahora Andalucía sigue el ominoso rito de la expiación judicial, por la dejación en el control de los expedientes de regulación de empleo y los subsidios de los cursos de formación. Pero lo hace a escondidas, disimulando. Lejos de mostrar contrición o autocrítica, la clase política del PSOE saca pecho, se atribuye la marca constitucional, la de Andalucía, e incluso la de España, sin dar cuenta de errores y fracasos en ninguna de las tres cuestiones. Es decir, a pesar de que los andaluces no estamos nada pletóricos, da por hecho el pensamiento único del PSOE: que España se vertebra en Andalucía y que el partido hegemónico en esta comunidad tiene un papel fundamental en su estructura.

Lo que no perciben los socialistas andaluces en el poder desde 1979 es que su posición es subsidiaria respecto de España y que sus índices de atraso respecto a las demás comunidades, nacionalidades y regiones, se deben a la sumisa posición adoptada respecto a los rituales propios y ajenos. Como sostiene hoy el economista Joaquín Aurioles, "Si en Andalucía viven 8,4 millones de personas con una renta media inferior en un 21% a la española y con una tasa de paro 8 puntos superior, mientras que los catalanes son casi un millón menos, tienen una renta media superior en un 16,4% y una tasa de paro 4 puntos inferior, ¿cómo se explica que Cataluña sea un problema para España y no lo sea Andalucía?"

Por eso, lejos de contentarnos con el alborozo oficial de la mágica presidenta de la Junta que alcanza su propia y autocomplaciente unanimidad en la retórica gloriosa de "nuestra tierra", algunos creemos que hay que poner en valor otros valores andaluces, hacerlo de otra manera y desde otros sitios. No desde la placenta autonómica, copada por la misma cuarentona administración PSOE, tan deseada por el ínclito PP, que se niegan juntos a reconocer cualquier crítica, o fracaso en la "economía del papel subsidiario" asignada a Andalucía, desde el Estado de la unidad desigual.

En Andalucía, no hay otra salida que no pase por dar mayor protagonismo a las ciudades, a costa de la autonomía resignada que defiende Susana Díaz

En Andalucía, no hay otra salida que no pase por dar mayor protagonismo a las ciudades, a costa de la autonomía resignada que defiende Susana Díaz. Las ciudades son los focos económicos reales de creación de empleo, de innovación y de riqueza sostenible, a pesar de la losa autonómica, que pesa en el oficio cuaresmal del 28F. Repetir el modelo, mantener los privilegios y la desigualdad andaluza es mérito de nuestra Junta de Andalucía. Echar las culpas a la financiación autonómica o a los prejuicios anti-andaluces es completamente irreal. Ni Arenas consiguió convencer de su independencia, ni Díaz convencerá de la suya mucho más tiempo, con tanta bulimia legislativa incumplida.

Los que sabemos que la comunidad hoy no se construye solo abanderándose de blanco y verde, sino con políticas públicas urbanas saneadas en origen (es decir, en su fiscalización democrática), rendiciones constantes de las cuentas, con los jóvenes emprendedores, sin subvenciones dedocráticas, - sin programas de fuegos fatuos -, es ya una necesidad social ineludible.

Las pérdidas de peso relativas de los dos grandes partidos tendrán por fin un efecto en Andalucía. Depende mucho de nosotros, pero es probable que, en 2020, el 28F se celebre de otra manera, con rituales más laicos, menos mágicos, menos ornamentales.

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