Adiós a la España de los Calatrava

Adiós a la España de los Calatrava

Las elecciones europeas han resultado menos insulsas de lo esperado. Por fin los ciudadanos han empezado a dar la espalda al show que PP y PSOE han venido representado, con éxito para ellos que no para los ciudadanos, desde el hundimiento de UCD hace ya treinta años.

Las elecciones europeas han resultado menos insulsas de lo esperado.

La gran noticia es que por fin los ciudadanos han empezado a dar la espalda al show que PP y PSOE han venido representado, con éxito para ellos que no para los ciudadanos, desde el hundimiento de UCD hace ya treinta años.

PP y PSOE se dedicaron durante la campaña a las elecciones europeas a representar el mismo show que han venido representando durante 30 años, sin haberse percatado de que los trucos de siempre ya no cuelan. Lo digan o no se han quedado de piedra con los resultados propios y los de su paraja de baile, al que necesitan tanto como a sí mismos.

El show que han representado sigue la fórmula que inventaron en los años setenta la pareja cómica conocida como los hermanos Calatrava, que creo nada tienen que ver con el arquitecto.

Las representaciones de los hermanos Calatrava seguían el viejo esquema del payaso listo y el payaso tondo y consistían en que uno de ellos, Paco, el conocido como el feo (en realidad casi un doble perfecto de Mick Jagger), y que representaba el papel de pobre e ignorante, era humillado y abofeteado por el otro, Manolo, conocido como el guapo (sobre gustos no hay nada escrito), y que representaba el papel del señorito rico, arrogante y seductor. YouTube, la nueva videoteca universal, guarda algunas muestras de esta fórmula magistral que ha servido de modelo a la política española durante tres décadas. Me atrevo a apuntar que también sirvió de modelo a Alex de la Iglesia en su película Muertos de Risa donde una pareja cómica descubre que mientras más se odian y se abofetean más éxito tienen sus actuaciones.

En la versión política no había bofetadas físicas, pero sí dialécticas, normalmente aplicadas de forma remota por el candidato o líder de turno desde un estadio con seguidores entregados a su rival en el estadio donde éste ofrecía otro mitin; o se las aplicaban, sin más, desde la tribuna del Parlamento a la bancada, intercambiando papeles según quién ocupaba el banco azul.

Los ciudadanos hemos aguantado la misma representación durante treinta años; casi el mismo tiempo que aguantaron intercambiándose bofetadas los hermanos Calatrava.

Pero por fin, nos hemos aburrido del y tú más, las bofetadas dialécticas y las descalificaciones. Ya no funcionan, ya no hace gracia, ya no divierte.

Los partidos emergentes pueden caer en la misma trampa, y reconvertir el show en un intercambio de bofetadas entre PP-PSOE, ahora de la mano en su estupefacción compartida, y un bloque de partidos obsesionados con el fin -interesado- del bipartidismo que les abra hueco para ocupar ahora ellos el escenario.

Estos partidos se darán, espero, un batacazo si interpretan que lo que los ciudadanos quieren ahora es un intercambio de bofetadas PP-PSOE frente a partidos dispuestos a sustituir el bipartidismo actual por otro nuevo. No es el momento tampoco de salvapatrias, mesías o caudillos que impriman su efigie en papeletas, sellos o monedas -que de estos también ya tuvimos uno durante 40 años.

Mucho se habla estos días de las opciones de la mitad de los españoles con derecho a voto que lo han ejercido, sin recordar que casi la mitad de los ciudadanos han optado por guardar silencio y no expresarse aun a través del voto, por desánimo, desconfianza o por no encontrar ninguna opción atractiva.

Nos encontramos ante un país hundido, una ciudadanía desmoralizada tras el viaje acelerado de regreso al país de Cuéntame. El ciudadano, preocupado por el colapso de un país del que hasta hace pocos años nos sentíamos orgullosos ya no quiere ver cómo un político descalifica a su oponente.

Queremos que los políticos que piden nuestro voto con el fin de representarnos se dirijan a nosotros -los votantes- y no a sus adversarios políticos. Queremos que se disculpen por sus errores y nos expliquen sus propuestas para reconstruir nuestro país a partir de unos cimientos nuevos, una nueva Constitución, y unos principios sólidos. Que nos digan cómo van a resolver los múltiples problemas que padecemos, empezando por la crisis de empleo, el futuro de nuestros jóvenes, de los parados de larga duración, cómo van a restaurar nuestros derechos cercenados y el acceso a servicios públicos de calidad, y cómo van a acabar con la corrupción. El ciudadano no se siente interpelado en el show de bofetadas de PSOE y PP.

Quizás aún no seamos un país de ciudadanos responsables y con una sólida formación democrática, objetivo que aún nos queda lejos. Pero por el momento ya somos un país de ciudadanos escarmentados, que no es poco.