José Antonio Griñán, la ira

José Antonio Griñán, la ira

Callar al contrario en los debates o discusiones con improperios, gritando más o hablando más rato no es la mejor estrategia de comunicación, y menos aún en una situación tan difícil como la que está viviendo Griñán. Si fuera su asesora de comunicación se lo diría.

José Antonio Griñán quiere dejar la vida pública. Lo anunció unos días antes de que la exministra Magdalena Álvarez, su antecesora en la Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía, fuera imputada por la juez que instruye el caso de los ERE fraudulentos. Vaya. Puede ser incluso que acabe resultando imputado. Y todo, sin comerlo ni beberlo. Eso dice él.

Tensión

Aparenta soltura y tranquilidad. Aplomo. Pronuncia con poco énfasis, hipoarticula y habla despacio, como si la cosa no fuera con él. Pero algo no cuadra: la laringe del presidente está tensa. Su voz se percibe fatigada, pobre, ronca. Aguda por momentos y plagada de glotalizaciones, esos golpes de puño en la mesa que se hacen con la garganta al empezar a hablar. El motivo: le falta el aire. No coge ni expulsa desde el diafragma un chorro suficiente de aire para emitir la voz y los pliegues vocales no reaccionan con libertad sino que es él quien los obliga a moverse. Hace tanta fuerza para sacar la voz que intervienen incluso los falsos pliegues vocales, las bandas ventriculares, cuya función no es emitir voz. Demasiada fuerza para convencer al interlocutor. Demasiado control.

Griñán pronuncia las vocales [a] finales como [e], dice clases medies o families. El masetero, el principal músculo de la masticación, es el músculo más fuerte del cuerpo, y es difícil de relajar. La tensión psicológica nos hace tensarlo; si está tenso, la mandíbula está apretada -el bruxismo, para muchos dentistas la enfermedad del siglo XXI, deriva de eso-, y si la mandíbula no se suelta, la [a] suena [e].

Conclusión, la laringe y la mandíbula de Griñán están tensas, ¿será que está tenso Griñán?

Razón

Los enunciados cortos, de una longitud media de 6 palabras, y la entonación tajante reflejan que Griñán habla en posesión de la verdad, como ese médico que regaña al paciente porque no se le han curado las anginas después de cinco días y vuelve a verle. La velocidad de habla lenta -2,5 palabras por segundo- y las pausas largas le hacen parecer didáctico en los momentos de discurso neutro y tranquilo. En otros momentos, sin embargo, llega a pronunciar 7,2 palabras por segundo en enunciados de hasta 15 palabras. Menos cómodo, pero igual de rotundo.

Su rango de frecuencias es limitado: solo 143 Hz separan el tono más agudo del más grave, lo que proyecta la impresión de una persona poco dinámica, poco entusiasta, más racional que emocional.

Enfado

Dice Luis del Pulgar que mostrar cólera en comunicación de crisis no ayuda al comunicador, porque se pone al público en contra. Muy de acuerdo. ¿Qué pensamos de un presidente que se enfurruña, se cierra en banda y hasta se muestra insolente con la periodista que le entrevista?

Griñán da muestras de su enfado en repetidas ocasiones: responde con impaciencia antes de que acabe la pregunta, y varias veces empieza la respuesta con "No", con "No, no", o incluso con "No, no, no". Su registro de lengua es muy poco apropiado a su cargo y al contexto formal en el que se encuadra la entrevista: por ejemplo, le dice a la periodista: "Usted en esto todavía no se ha enterado [audio] de lo que le estoy diciendo". En otro momento, como no está de acuerdo con una afirmación de la periodista, le dice: "Bueno, pues diga usted lo que hemos hecho". En este enunciado [audio] el tono es muy grave, de 107 Hz -la media del resto de la entrevista es de 150 Hz-, la entonación es inexpresiva y monocorde, como tirada, y la articulación es muy rápida. Los expertos en lenguaje corporal sostienen que cruzar los brazos por delante del pecho refleja una cierta reticencia al acto de comunicación; los expertos en lenguaje oral decimos lo mismo de enunciados así, sobre todo cuando son pronunciados sin un ápice de humor -recuérdense, si no, algunas salidas de sinceros, por no decir bordes, antológicos como Alfonso Guerra o Rodríguez Ibarra-. Esta respuesta refleja una enorme falta de respeto hacia la periodista y por lo tanto hacia los ciudadanos. No es de recibo.

Más adelante, como respuesta a una pregunta sobre sus conversaciones con Chaves -el anterior presidente de la Junta-, responde con un "¡Que no!" [audio]. Inenarrable. Callar al contrario en los debates o discusiones con improperios, gritando más o hablando más rato no es la mejor estrategia de comunicación, y menos aún en una situación tan difícil como la que está viviendo Griñán. Si fuera su asesora de comunicación se lo diría.

El enfado despectivo puede ser un rasgo de sinceridad y de transparencia: el hablante se indigna con ciertas insinuaciones. Pero también puede mostrar que se están perdiendo los papeles. Y si el río suena...