La política de la felicidad

La política de la felicidad

No todos los elementos que influyen en la felicidad dependen de actuaciones que puedan ser puestas en marcha por los responsables públicos, pero es cierto que con las políticas adecuadas se puede conseguir la felicidad de una parte importante de los ciudadanos.

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Siempre he pensado que la política es el mejor instrumento para hacer felices a los demás, aunque viendo los acontecimientos de los últimos tiempos algunos lo han entendido de otra forma: ser felices a costa de los demás. Creo que el objetivo final de cualquier político debe ser conseguir que sus conciudadanos sean felices, pero al ser un concepto tan general, abstracto y subjetivo, dudo que lo veamos en alguna ocasión reflejado en un programa electoral.

La felicidad es relativa, depende de múltiples factores y no es igual para todos. Algunos son felices con muy poco, y otros nunca llegarán a ser felices, por mucho que posean; es más, conforme se van alcanzando niveles de felicidad, queremos llegar a niveles superiores, considerándonos infelices con lo que antes nos encontrábamos satisfechos.

No todos los elementos que influyen en la felicidad dependen de actuaciones que puedan ser puestas en marcha por los responsables públicos, pero es cierto que con las políticas adecuadas se puede conseguir la felicidad de una parte importante de los ciudadanos.

Al leer este artículo, algunos me acusarán de querer inventar la rueda cuando ya está inventada, porque en parte muchas de las cosas aquí planteadas tienen algo que ver con la pirámide de Maslow o la jerarquía de las necesidades humanas.

La felicidad básica la deben garantizar la posesión de una vivienda digna, recursos para poder alimentarnos de forma adecuada, educación y sanidad... entre algunos otros elementos. Los recursos económicos necesarios para esto no son los mismos en todos los territorios, ya que el nivel de vida no es el mismo en los diferentes países, ni dentro del mismo país, ni incluso, dentro de la misma región. Se necesitan condiciones económicas distintas para vivir con la misma calidad en Londres, Madrid o Lisboa.

Algunos dirán que lo aquí planteo es lo que algunos han venido a llamar renta básica, y en cierto modo puede ser verdad. Pero el concepto que expongo es mucho más amplio. Otros dirán que por qué tienen que pagar con sus impuestos los recursos necesarios para la felicidad básica de los que no pagan impuestos. Entonces habrá que explicarles que estos principios han sido aceptados de una forma u otra a través de nuestra Constitución, recogiéndolos como derechos. Además, hay que tener en cuenta que con impuestos también se pagan actuaciones de las que disfrutan unos pocos, como puede ser un concierto subvencionado.

Otra de las polémicas que se suscitará con este planteamiento es si los inmigrantes tienen derecho a la felicidad básica con los impuestos de los españoles. Yo creo que deben ser derechos de ciudadanía que deben tener todos los habitantes del planeta, y para ello los distintos países, a través de los organismos internacionales deberían buscar las fórmulas para que pudiera ser una realidad.

Una vez conseguida la felicidad básica hay que ponerse a trabajar para conseguir la felicidad avanzada, a través de la obtención de recursos que proporcionen un plus de felicidad, que permitan disfrutar del ocio, de mejores bienes materiales... entre muchos otros elementos, cosas que en gran parte se obtienen con dinero. Conseguir esta felicidad avanzada depende de cada uno, pero todos los ciudadanos deben tener las mismas oportunidades. Para ello, lo primero es conseguir que todos puedan disponer de un puesto de trabajo, para poder conseguir esos recursos extras y que este reporte a cada uno en medida de sus capacidades y su esfuerzo. Políticas de becas al estudio son imprescindibles para conseguirlo.

Actualmente existe el debate de la diferencia de salarios entre las categorías inferiores y las más altas en la jerarquía de las empresa. Soy de la opinión de que deben existir diferencias, pero no las que vemos a día de hoy entre los directivos de las grandes empresas y sus trabajadores, aunque sí creo que se debe compensar el talento, el esfuerzo y la responsabilidad.

Esta felicidad avanzada debería poderse conseguir sin necesidad de emigrar, porque por norma general, las persona sufrimos infelicidad estando lejos de los nuestros. Para conseguir esto, habrá que potenciar que todos los territorios tengan las mismas oportunidades de desarrollo.

También es importante controlar los elementos que nos hacen infelices. Incluso elementos como la muerte, que no podemos controlar, en ocasiones pueden darse de una u otra manera en función de la actuación política, que influir para evitarla de algún modo y en ciertos casos; por ejemplo, está la decisión de invertir o no en investigación y sanidad para evitar muertes por enfermedad. O la seguridad para evitar muertes por atentados contra las personas. O las actuaciones en seguridad vial para evitar las muertes en carretera,...

Lo que he desarrollado a lo largo de este artículo no es más que lo que algunos consideramos como socialdemocracia. Aunque algunos discreparán conmigo, tanto en el planteamiento como en el encasillamiento dentro de una ideología política, creo que puede ser una buena base para el debate y para definir el concepto de la política de la felicidad.