La ruta que convirtió un lunes estresante en un oasis de desconexión

La ruta que convirtió un lunes estresante en un oasis de desconexión

La rutina del día a día puede resultar agotadora. El ajetreo, las prisas y la cabeza metida en el móvil son los pilares fundamentales de nuestras vidas, por eso, durante un día, e invitada por Honest, cambié mi jornada de lunes habitual por un inicio de semana más calmado. La primera parada fue Espíritu 23, un espacio de co-working en el corazón del barrio madrileño de Malasaña, en el que se respira un ambiente familiar y creativo.

Además de la zona de trabajo habitual, el espacio cuenta con una agradable terraza en la que cualquiera puede sentarse a trabajar, leer o simplemente pasar un buen rato. Tan solo tienes que abonar una consumición para disfrutar una hora de wifi gratuito aunque, estos días, los que hemos pasado por el espacio hemos podido probar los nuevos tés y cafés bio de Honest.

En mi caso opté por un té de limón y flor de naranjo fresquito, perfecto para una mañana de calor y que sabía a auténtico té negro. Trabajar aquí es impregnarse de la creatividad que se palpa en todos los rincones del local, desde el café donde se exponen pinturas, hasta la sala de actividades donde se dan clases de yoga o talleres de dibujo.

Un descanso perfecto en medio del ajetreo diario para dejar durante unas horas el móvil en el bolso y que la cabeza se traslade a la magia de los tules, las sedas y los colores

Tan solo un par de pasos separan la terraza de la calle, lo que me invita a caminar y observar el bullicio de gente del que no soy consciente en mi día a día. Las mañanas vibran en otro tempo y oscilan entre los que cruzan eléctricos por el medio de la carretera y los que prefieren gozar de un pincho de tortilla a media mañana. También de los que buscan rincones en los que desconectar.

¿Y qué mejor para relajarse y salirse de las tendencias que bucear en los tesoros de una tienda de moda vintage? En este caso me acerqué hasta El diván de cocó, un oasis entre el bullicio de La Latina, en la calle de los estudios. El negocio, regentado por madre e hija y en el que flota un leve aroma a naftalina, alberga desde prendas de los años treinta hasta la actualidad. Desde enormes pendientes dorados que casan perfectamente con el enésimo retorno de la moda ochentera hasta pantalones y cazadoras vaqueras clásicas de calidad, que siempre son una inversión acertada.

El silencio solo se rompe por un leve hilo musical con canciones relajantes que invitan a dejarse llevar y que hacen perder la noción del tiempo. Un descanso perfecto en medio del ajetreo diario para dejar durante unas horas el móvil en el bolso y que la cabeza se traslade a la magia de los tules, las sedas y los colores.

Opto por el latte, de sabor intenso y muy refrescante, ideal para amantes del café que buscan algo frío

La misma magia que ofrecen los libros, en este caso especialmente las encuadernaciones sobre fotografía de La Fábrica, la editorial que también ejerce de librería, cafetería y tienda de exposiciones, con sede en la calle de la Alameda, a escasos metros del Museo del Prado. Es la última parada de la ruta, y quizás el after-work perfecto. El olor a libro mezclado con café y las miradas curiosas de los visitantes en las dos plantas del establecimiento me dan ganas de cambiar los planes de cañas y juergas por disfrutar de más tardes como estas, al menos más a menudo.

Aprovecho para probar un café bio que me ofrecen en el stand de Honest y voy camino rumbo a casa. Se puede elegir entre tres variedades: latte, cappuccino y mocca. Opto por la primera, de sabor intenso y muy refrescante, ideal para amantes del café que buscan algo frío. Relajada, sin prisas, con la mente despejada y segura de que intentaré vivir la vida más calmada que fluya de forma orgánica y natural.