Las artistas visionarias

Las artistas visionarias

  'Un mundo', de Ángeles Santos Torroella,Museo Reina Sofia

Es muy probable que el cuadro más sorprendente de todos los que se pueden admirar en el Museo Reina Sofía de Madrid sea el titulado Un Mundo, de la artista nacida en Portbou (Gerona) en 1911 Ángeles Santos Torroella, no solamente por sus enormes dimensiones; todo lo allí representado es inquietante, personajes calvos con formas femeninas descienden por una escalera mientras otros tocan instrumentos musicales; por otro lado, se suceden escenas cotidianas en un mundo sin escala ni perspectiva que desafía todas las leyes académicas. Se trata de una obra que ya llamó la atención cuando fue presentada en la Exposición del Salón de Otoño de Madrid. Los intelectuales del momento como Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca entre otros, se deshicieron en elogios sobre la inesperada pintura, y máxime desde la imaginación de una artista de apenas 18 años que osadamente representaba el globo terráqueo como una figura cúbica.

La primera sensación de quieres observan el cuadro es la de estar ante una obra visionaria, pero tal y como manifestó la propia Ángeles, fueron unos versos de Juan Ramón Jiménez los que inspiraron Un mundo: «[...] vagos ángeles malvas / apagan las verdes estrellas / Una cinta tranquila / de suaves violetas / abrazaba amorosa / a la pálida Tierra».

Ángeles Santos en su primera etapa, que apenas duró tres años, produjo una obra llena de personajes fantasmagóricos situados en espacios inquietantes en los que las sombras tomaban verdadera relevancia, son cuadros de una gran magnitud artística que siguieron sorprendiendo a propios y extraños. La biografía de la artista es tan apasionante como lo puede ser la de la escultora Camille Claudel, baste con decir que debido a las presiones familiares, especialmente las de su padre, para que abandonara la pintura, huyo del domicilio familiar, pero unos agricultores la encontraron desorientada en una zona boscosa e irremisiblemente la devolvieron a su casa; como consecuencia de aquella escapada el padre la internó en un manicomio de Madrid y muchos de sus cuadros fueron destruidos como pago por su rebeldía, pero Un Mundo resistió la destrucción y hoy está considerada como una de las obras míticas del Surrealismo Español, aunque otros autores la califican como una joya del realismo mágico.

Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca entre otros, se deshicieron en elogios sobre la inesperada pintura, y máxime desde la imaginación de una artista de apenas 18 años.

  'Liber divinorum operum I, 4.', de Hildegard Von Bingen.

Si la obra de Ángeles Santos no obedece al concepto de visionaria, sí lo es la de otras artistas que vivieron experiencias extrasensoriales, la representación de esas visiones tienen un precedente importante de carácter religioso. Cuando Hildegard Von Bingen, comenzó a escribir sobre sus revelaciones, tenía serías reticencias para hacerlas públicas. La sombra de la herejía planeaba sobre la que actualmente está reconocida como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas de toda la Edad Media. Si sus visiones no eran admitidas como ciertas, peligraría no únicamente su credibilidad, también su integridad física. Con ese propósito se procuró de coraje y trabajó arduamente para que sus escritos fueran aceptados oficialmente por la iglesia y fue de Papa Eugenio III quien, con su bendición, le animó a continuar. Hildegard tardó diez años en realizar la obra Scivias (Conoce los caminos), una obra en la describe el recorrido que debe seguir el alma humana para lograr la salvación desde la inspiración femenina, el relato comprende 10 grandes iluminaciones de página completas de una gran belleza plástica, en Liber divinorum operum (El libro de las obras divinas) también incluye bellísimas pinturas que ilustran la representación de sus visiones de origen sobrenatural, en ellas Hildegard hace uso del lenguaje tanto simbólico como figurativo, pero a modo de anécdota también incluye pequeños autorretratos trabajando, a modo de firma.

Pese a los dos momentos históricos tan diferentes en los que vivieron, las obras de Hildegard Von Bingen y Ángeles Santos están unidas por el poder de representar un mundo interior, tan diferente a lo cotidiano que tiene la acuciante necesidad de ser mostrado.

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