No quiero saber más de vaginas famosas

No quiero saber más de vaginas famosas

La ex Spice Girl Mel B (Melanie Brown).Reuters

Mel B, la ex Spice Girl, contó que para "expulsar cualquier remanente" de su exmarido en ella, se realizó un tipo de exfoliación llamado raspaje vaginal. Su idea fue quitarse la última capa de piel que alojó a ese hombre que la conoció por dentro.

Frivolidad infinita, eso se me vino a la cabeza. Y no porque no crea en lo que dice la cantante; eso de sentir al otro incrustado en la piel es algo serio. Terrible. Por lo mismo, exorcismos para el mal de amor los hay de muchos tipos y desde siempre. Ovidio ya en el siglo I debió escribir después de su Arte de amar, su contra cara: Remedios de amor.

Mi incomodidad no es con la historia de Mel, sino con haberla leído en el suplemento Moda de un diario. Hace algún tiempo causó polémica la revista Glamour, cuando en su sección de objetos para imitar el look de las famosas incluyó en la edición sobre la escritora Sylvia Plath una réplica del horno con el que se suicidó. ¿Puede el conflicto humano reducirse a un outfit para matarse, o a una nueva tendencia para sacarse al ex del cuerpo? Y es que nos hemos convertido en expertos en mercantilizarnos a nosotros mismos. Hablamos cada vez más la lengua horrible del mercado, como Mel B, quien además de su acto de trascendencia histológica uterina aprovechó de realizarse un rejuvenecimiento vaginal. Dos por uno, qué mejor.

No quiero saber más de vaginas famosas, ni de celebrities en cueros por una causa (como si fuera subversivo o al menos novedoso), ni de su depuración para encontrarse a sí mismas.

Tiempos de vaginas estetizadas, feos y banales. Todo está dicho tan nítido, que no queda ni una idea para poder pensar algo. El conflicto humano el odio/el amor, el bien/el mal, presente en la historia de la cultura, hoy es reducido al pánico moral del détox, que no es otra cosa que la fantasía de sacarse el mal de adentro. En la sección salud o moda, nos enfrentamos hoy a lo que antes fueron las grandes tragedias griegas, la ambivalencia de las pasiones, la paradoja del deseo; la angustia existencial se traslada a las cavidades de los famosos, desinfección de sus intestinos, lavados de las entrañas, dietas purificantes: la angustia se ha vuelto en extremo corporal, la espiritualidad escatológica.

¿Qué te pasó, Mel B? ¿Cuál es la metáfora fijada en tu cuerpo, que entonces tuviste que dañarte para fingir sacártela?

No quiero saber más de vaginas famosas, ni de celebrities en cueros por una causa (como si fuera subversivo o al menos novedoso), ni de su depuración para encontrarse a sí mismas. Prefiero las historias de la aventura humana con sus contradicciones. Espero escucharlas infectadas de otros, confundidas, así poder compartir sus preguntas, que seguramente son también las mías. Las creo más profundas que lo que dice un microscopio, al menos en las preguntas tenemos cabida para existir. Esa es la importancia política de cómo se habita la lengua.

¿Qué te pasó, Mel B? Edipo se sacó los ojos y la historia aún resuena en la tragedia contemporánea. ¿Cuál es la metáfora fijada en tu cuerpo, que entonces tuviste que dañarte para fingir sacártela?

Sigamos hablando del mal de amor, del enigma de las leyes de la fascinación, del erotismo hasta la incomodidad. Que si bien la nueva educación sentimental a cargo del feminismo, llamada deconstrucción del amor romántico, ha interrogado pautas inútiles a las mujeres, hay algo de las pasiones imposible de domesticar. El amor está cifrado en el deseo: entre la trampa del aburrimiento de lo que se tiene y la idealización de lo que no. Por eso no hay pasión más intensa que el amor que no se da; otra cosa es darle el poder al responsable de aquello. Ovidio nos lo advirtió hace veinte siglos, pero el deseo es obstinado.

Este post se publicó originalmente en www.latercera.com.