Sexto aniversario del terremoto de Haití: somos el cambio que queremos ver en el país

Sexto aniversario del terremoto de Haití: somos el cambio que queremos ver en el país

¿El derecho a vivir, aprender y jugar de un niño de Puerto Príncipe es menos importante que los privilegios de otro nacido en Berlín o París? La mayoría de nosotros estaremos de acuerdo en que no hay -ni puede haber- diferencias. Nuestro punto de partida en la vida nos pone en una posición para contribuir, en mayor o menor medida, a mejorar las vidas de los niños.

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Foto: REUTERS

Hace 150 años, Gandhi dijo: "El origen está en nosotros". Esto sigue siendo verdad.

Si un niño fuera atropellado por un camión frente ti, ¿correrías a ayudarle? La mayoría de nosotros lo haría. ¿Es esta situación distinta a la de los niños que mueren a 7.000 kilómetros de aquí, en Haití, y que no llegan a su quinto cumpleaños debido a enfermedades prevenibles como la diarrea o la malaria?

12 de enero de 2016, Haití, 16:53 hora local. Se cumplen exactamente seis años del terremoto que golpeó Haití, cambiando su apariencia y su destino. Hoy se abre una puerta para recordar el pasado, y para replantearnos las prioridades.

Haití está pasando página de la miseria a la esperanza, de la ayuda a la acción. Los avances están en marcha, y es gracias a las personas. Desde UNICEF queremos fortalecer e impulsar las capacidades de los actores locales. Las familias, las comunidades, los profesores, los médicos, las enfermeras, los periodistas y los artistas están en el origen del progreso que percibimos hoy. Estamos avanzando en la dirección correcta, pero tenemos que hacer más: porque cada niño cuenta.

Me mudé a Haití en septiembre de 2014, después de más de 12 años en África Occidental y Afganistán. De alguna manera, nada más pisar Haití me sentí como en casa, abrazada por el calor y la fuerza del país y su gente. Los retos siguen siendo grandes, pero también las oportunidades.

Hoy es palpable el impacto del trabajo conjunto de UNICEF, el gobierno haitiano y otros aliados durante estos seis años. Mientras escribo estas líneas, tres de cada cuatro niños de 6 a 11 años están en la escuela primaria, frente al porcentaje de menos del 50% que había antes del terremoto. Las tasas de mortalidad infantil y de menores de cinco años se han ido reduciendo en los últimos 15 años, sin que el terremoto frenara esta tendencia. En 2005, uno de cada diez niños menores de cinco años sufría desnutrición; hoy es uno de cada veinte. En todo el país, dos de cada tres hogares tienen acceso a agua potable, fundamental para prevenir enfermedades. El sistema nacional de Protección Infantil se ha fortalecido, gracias a que el país ha ratificado los dos protocolos adicionales a la Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención de la Haya sobre adopciones. El Código Haitiano para la protección infantil está listo para ser aprobado en el Parlamento. Ahora, 7 de cada 10 niños tienen un certificado de nacimiento, una identidad.

Creo firmemente en la Convención sobre los Derechos del Niño, que es el centro de mis estudios, de mi trabajo y de mi investigación. La convicción de que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos me llevó a estudiar Derecho, y convencida de que cada uno tenemos la obligación de que esos derechos se hagan realidad, empecé a trabajar en UNICEF, en algunos de los lugares donde es más difícil ser niño. La convicción de que el derecho y la responsabilidad son dos caras de la misma moneda me hace estar profundamente agradecida por estar hoy en Haití: cuanto mejor situados estamos, mayor es nuestra responsabilidad de utilizar esa posición por aquellos menos afortunados; es una obligación que importa, a nivel individual y colectivo. No hay excusas.

En Haití se siente la esperanza y el valor. Pero a la vez, hay una gran desigualdad entre los niños que nacen en la parte soleada, y los que siguen en riesgo de permanecer en la oscuridad. En el Haití de hoy uno de cada diez niños menores de cinco años muere, a menudo debido a causas prevenibles. En las áreas rurales, una de cada dos casas no tiene acceso a agua potable. Ocho de cada diez niños entre 2 y 14 años está sometido a algún tipo de abuso y uno de cada dos de entre 5 y 14 años se ve obligado a trabajar (la revolución haitiana de 1804 fue la única revuelta de esclavos con éxito en la historia, lo cual hace más indignante el hecho de que el país tenga el número más elevado de niños sirviendo en casas, y sin ser remunerados). Y, además, cada día muchos niños continúan amaneciendo en un campo de desplazados. La epidemia de cólera, que ha ocasionado 9.000 muertes en estos seis años, sigue causando sufrimiento y muerte.

¿El derecho a vivir, aprender y jugar de un niño de Puerto Príncipe es menos importante que los privilegios de otro nacido en Berlín o París? La mayoría de nosotros estaremos de acuerdo en que no hay -ni puede haber- diferencias. Nuestro punto de partida en la vida nos pone en una posición para contribuir, en mayor o menor medida, a mejorar las vidas de los niños.

Hoy no es un día para celebrar, sino un momento para aprovechar la oportunidad que hay dentro de nosotros para lograr un cambio. Cada uno de nosotros puede donar -a través de UNICEF o de otras organizaciones- y sensibilizar sobre una situación que está durando demasiado. Hoy podemos aprovechar esta fecha para reafirmar nuestro compromiso con los niños de Haití. En UNICEF así lo hacemos, y TÚ puedes formar parte de ello.