El cambio será progresista o no será

El cambio será progresista o no será

Los secretarios generales del PP, Teodoro García Egea (i), y de Vox, Francisco Javier Ortega Smith (d), intercambian unos documentos para cerrar su acuerdo en Andalucía.Agencia EFE

Tras casi 40 años de despilfarro, cleptocracia y gestión calamitosa del gobierno socialista, por fin hay acuerdo para formar un gobierno de cambio. El punto de partida no puede ser peor: Andalucía está a la cabeza en pobreza y corrupción y a la cola en educación, sanidad y empleo.

Si bien las propuestas pactadas entre el Partido Popular y Ciudadanos no son suficientes para revertir la pésima situación actual, reconozco que algunas tienen buena pinta, como la reducción de altos cargos y consejerías, la supresión de chiringuitos políticos, la bajada de impuestos a las clases medias y trabajadoras, la reforma de la Ley Electoral o la implantación de medidas anticorrupción.

Me ha sorprendido especialmente que los populares se hayan comprometido a acabar con el aforamiento del presidente de la Junta y los diputados Parlamento, ya que en UPYD presentamos en 2014 una moción para acabar con los aforamientos a nivel nacional que fue rechazada con los votos del PSOE... ¡y del mismo PP!

Más dudas me suscitan sus medidas para los servicios públicos, pues parece que están pensadas para aupar al sector privado, lo cual no es necesariamente malo, siempre y cuando no sea en detrimento del público, al que, por cierto, ya han machado bastante en las últimas décadas...

Declarar la guerra a la Ley de Violencia de Género, perseguir los modelos de familia no tradicionales y criminalizar a la población inmigrante. Cuanto menos, parece peligroso.

De lo que no tengo ninguna duda es que han perdido una oportunidad maravillosa para devolver al Estado las competencias de legislación en Sanidad, Educación y políticas sociales. Esta medida no supondría la supresión del modelo autonómico, pero sí evitaría duplicidades en cargos e instituciones, lo que a su vez nos ahorraría millones de euros y garantizaría que un andaluz tuviese las mismas oportunidades que, por ejemplo, un vasco.

Además, habrá que vigilar rigurosamente que todo lo plasmado en el documento se haga realidad, pues tampoco me extrañaría que acabase en papel mojado. Cualquiera que tenga algo de memoria recordará que Ciudadanos fue el compañero de viaje de Susana Díaz en su última legislatura y que el PP lleva décadas encabezando la oposición: ni uno de los dos supo corregir la senda socialista en ese tiempo.

Sin embargo, lo que más me preocupa a mí y, posiblemente, a buena parte de la sociedad andaluza, es la enorme dependencia que tendrá este nuevo gobierno de los 12 diputados de Vox.

Si bien estamos ante una oportunidad única de consolidar un cambio real en Andalucía, más nos vale que este sea progresista.

Aunque aún es pronto para calificar a esta nueva formación "de extrema derecha", sus dirigentes ya se han acercado a los líderes más radicales de Europa y han dejado claro en numerosas ocasiones cuáles son sus prioridades: declarar la guerra a la Ley de Violencia de Género, perseguir los modelos de familia no tradicionales y criminalizar a la población inmigrante. Cuanto menos, parece peligroso...

Al mismo tiempo, también es igualmente preocupante la radicalización del discurso de Podemos. No es admisible en una democracia que el líder de un partido con representación parlamentaria llame a la violencia en las calles para esconder sus malos resultados electorales. Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez ya deberían saber que el vandalismo y los escraches, lejos de frenar y concienciar, suponen gasolina electoral para la derecha.

Por todo ello, si bien estamos ante una oportunidad única de consolidar un cambio real en Andalucía, más nos vale que este sea progresista si no queremos fracturar y enfrentar a nuestra sociedad. Las fuerzas moderadas debemos unirnos para hacer frente a los mensajes populistas de cualquier signo. Ante los radicales, ni un paso atrás.

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