Facebook, Premio Nobel de la Paz

Facebook, Premio Nobel de la Paz

Algún día no muy lejano, cuando abramos nuestro perfilito de Facebook veremos una pestaña de solidaridad con los Conflictos de los Grandes Lagos. Podremos criticar la minería ilegal en la República Democrática del Congo. El perfil tendrá una alerta por cada víctima en Yemen. Y en Siria.

GETTY

Probablemente, algún día no muy lejano, cuando abramos nuestro perfilito de Facebook, además de recordarnos cumpleaños, veremos una pestaña de solidaridad con los Conflictos de los Grandes Lagos. Podremos criticar la minería ilegal en la República Democrática del Congo.

También estará presente Somalia. Y Sudán del Sur. Facebook nos ofrecerá la posibilidad de apoyar a los civiles en la República Centroafricana. Y a los que sufren los ataques de Boko Haram en Nigeria.

El perfil tendrá una alerta por cada víctima en Yemen. Y en Siria. Irak, Turquía y Líbano también serán muy tenidos en cuenta. Y, de una vez por todas, Facebook ayudará a estabilizar Afganistán. Y reiniciará las conversaciones entre Palestina e Israel.

Nuestra foto denunciará la trata de personas en México y, si aparecen sus estudiantes desaparecidos, optaremos a incluir un filtro de celebración. Facebook también echará un ojo a los potenciales conflictos en el Mar del Sur de China. Y al respeto por los derechos humanos en Birmania, tras sus primeras elecciones libres desde los 90.

Facebook será miembro activo de ACNUR, portavoz de Amnistía Internacional y observador de Human Rights Watch. Concienciado con el futuro del planeta, tendrá su sitio en la Cumbre del Cambio Climático.

Poco a poco, nuestra foto de perfil se ganara su silla en la Asamblea de Naciones Unidas.

Facebook tendrá la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. Y entrará en el Consejo de Seguridad, con su derecho a veto, claro. Que se lo ha ganado a pulso.

Por último, su carrera altruista culminará con el Nobel de la Paz.

Nota1. Para escribir esta nota, sólo se han nombrado unas pocas tragedias de forma superficial, pretenciosa y vacía. Se han quedado fuera cientos de miles de problemas humanos, globales y locales. A medida que se han incluido unos y descartado otros de manera arbitraria, he sentido que no tenía ningún tipo de autoridad para clasificarlas. Las tragedias humanas no se pueden enumerar como si tal cosa. Tampoco se deberían jerarquizar, aunque esto último a veces sea inevitable.

Nota 2. Si para individuos comunes es difícil trazar el límite de lo que importa y lo que no, para una compañía global con casi 1.500 millones de usuarios y presencia en los cinco continentes, elegir qué países o qué situaciones deben, por desgracia, optar a tener la atención del mundo con una foto temporal, es simplemente una tarea irrealizable.

La opción de habilitar filtros en nuestro perfil con las banderas de Francia tras los atentados, y su precedente de la bandera gay para celebrar la aprobación del matrimonio igualitario en EEUU, no es mala en sí misma. Al revés, puede crear cohesión y solidaridad. Y demuestra que la gente se vuelca cuando ocurre una salvajada como la del pasado viernes.

Pero a partir de aquí, hay, y habrá, muchas otras causas con las que sus usuarios querrán identificarse, sin quitarle valor a otras. Y al final, seamos claros, todo esto de la foto de perfil para arriba, la foto de perfil para abajo, simplifica un poco el debate. Crea ruido de fondo y, sin quererlo, acaba por darle demasiado protagonismo a la red social.

Mark Zuckerberg, director de Facebook, reconoce que su objetivo "nunca fue simplemente crear una empresa, sino la construcción de un gran cambio en el mundo". Si, lo está cambiando. Las respuestas de la tecnología a las situaciones de crisis pueden tener muy buenos resultados (como el Safety Check), pero crear la agenda internacional no debería ser una de ellas. Ni en los casos que estremecen al mundo, como los terribles atentados en París, ni en los casos que pasan más desapercibidos, como el atentado en un mercado en Nigeria.

Las redes sociales deben ser una plataforma. Un mensajero, no un mensaje. Silencioso. Y que cada usuario manifieste su solidaridad con distintas causas, su dolor o su rabia, de forma autónoma y personal. O que no lo manifieste. Pero, por lo menos, nos ahorraremos esa sensación de que estamos siendo constantemente guiados por experimentos de marketing.

Déjennos disfrutar de esa falsa libertad, anda. Total, el Nobel se lo llevarán igual a Silicon Valley. Cosas más raras se han visto.