Barbie en la Casa Rosada

Barbie en la Casa Rosada

El futuro de Argentina requiere algo más de seriedad y algo menos de teatro. Es posible que sean diferencias culturales, pero en este lado del Atlántico todavía no echamos de menos a Berlusconi.

Es posible que sean diferencias culturales pero, desde este lado del Atlántico, cuesta creer que la réplica de Cristina Fernández en muñeca no sea una broma pesada; y la de Néstor Kirchner, con alitas, un complot de su peor enemigo. Nada más lejos de la realidad. Tiembla, Barbie. La competencia argentina, Cristinita, a la rubia de plástico más famosa llega desde dentro de la propia Casa Rosada y su presentación en sociedad ha estado a cargo de su mismísimo alter ego de carne y hueso, la presidenta de Argentina. Es más, aspira a que su venta en el Museo del Bicentenario y por Internet, a un módico precio de unos 14 dólares, sea todo un negocio.

Es innegable que Fernández domina la puesta en escena, aunque a menudo no se sabe si lo suyo es el drama, la tragicomedia o los realities. La web está llena de vídeos con sus actuaciones... y de sus correspondientes parodias por los más afamados cómicos argentinos. Entre las más recientes, destaca la teatralidad del anuncio de la renacionalización de YPF, con el retrato de Evita bendiciendo tan patriotera acción; o su discurso durante un viaje a Angola el pasado mayo, digno de un capítulo de Barrio Sésamo.

Semejante talento ha sido reconocido también por la I Edición de los Oscar de las Relaciones Internacionales de FP en español. El primer premio en la categoría de "Mejor puesta en escena" se lo llevó, con gran diferencia, Cristina Fernández en campaña, "por sacar partido del recuerdo de su marido en beneficio electoral". Fueron los lectores, muchos de ellos argentinos, los que eligieron con su voto a los ganadores.

La política, el arte de la persuasión, se ha convertido en un auténtico espectáculo de masas. Quien no domina el discurso, el storytelling, quien no controla el lenguaje y los tiempos de los medios -cada vez más fragmentados, por cierto-, tiene difícil su supervivencia en ese entorno. Sin embargo, el escenario no debe nunca sustituir al contenido, sólo complementarlo.

La presidenta argentina revalidó su mandato con holgura en las últimas elecciones presidenciales. La bonanza económica, basada en buena medida en los altos precios de la soja y en sus exportaciones a China, respaldaba todas las decisiones y las más diversas subvenciones a amplias capas de la población acallaban todas las voces contrarias.

Pero el futuro inmediato no parece tan halagüeño. La desaceleración de la economía podría estar a la vuelta de la esquina, o del año, ligada como está a la ralentización de la actividad en China y en Brasil. Argentina está teniendo problemas para conseguir dinero en los mercados internacionales, la sombra de la inseguridad jurídica complica la llegada de inversiones extranjeras y los ciudadanos comienzan a resentirse de una inflación no declarada -al menos no en toda su amplitud-, pero implacable. A las ya habituales muestras de descontento se sumó hace unos días la huelga de camioneros y la manifestación liderada por el poderoso sindicalista Hugo Moyano, antiguo aliado de Fernández.

El futuro de Argentina requiere algo más de seriedad y algo menos de teatro. Por cierto, que además de las muñecas del matrimonio Kirchner, también se han puesto a la venta otras inspiradas en José Mújica, presidente de Uruguay, y en Hugo Chávez, el de Venezuela. Es posible que sean diferencias culturales, pero en este lado del Atlántico todavía no echamos de menos a Berlusconi.