Donald Trump, ¿teocon o teocoin?

Donald Trump, ¿teocon o teocoin?

Hoy es el Super Tuesday de las elecciones primarias en Estados Unidos. Todo parece indicar que, entre los republicanos, ganará el millonario Donald Trump. ¿Qué significa esto? Muchas cosas, y casi todas preocupantes. Aquí quiero fijarme solo en un aspecto: el papel de la religión en el debate político norteamericano.

REUTERS

Hoy es el Super Tuesday de las elecciones primarias en Estados Unidos. Todo parece indicar que, entre los republicanos, ganará el millonario Donald Trump. ¿Qué significa esto? Muchas cosas, y casi todas preocupantes. Aquí quiero fijarme solo en un aspecto: el papel de la religión en el debate político norteamericano. Desde la irrupción de la Derecha Religiosa en el escenario público, allá por la década de los años 1980, parece que el movimiento neoconservador (neocon) se apoya en el conservadurismo teológico (teocon). ¿Es Trump un teocon? La cosa no está tan clara.

Creo que, en rigor, no puede decirse que Donald Trump sea teocon , ni mucho menos. Sería más bien un "teocoin", un magnate populista. Escéptico ante el gobierno central, tiende a sospechar incluso de la Reserva Federal y, exagerando un poco, casi parece que preferiría una cibermoneda o criptodivisa como bitcoin (parece broma, pero es que ya está circulando la broma por las redes sociales). El propio papa Francisco, en una alusión directa, se ha preguntado abiertamente si alguien que se dedica a construir muros puede ser considerado cristiano. Como dice el mismo Jesús en el evangelio, no podemos servir a Dios y al dinero (cf. Lucas 13, 16). Pero Trump insiste en blandir la Biblia con fines electorales, y no parece que su estrategia le esté dando malos resultados. Más bien al contrario.

Los auténticos teocon no están encontrando el éxito que cabría esperar

Frente al magnate teocoin, los auténticos teocon no están encontrando el éxito que cabría esperar. Me refiero sobre todo a Ted Cruz, el candidato más visible de la derecha religiosa. Pero, de otra manera, esto afecta también a la versión moderada que representa Marco Rubio y que, de momento, tampoco despega en las primarias. (En otro lugar he presentado los perfiles religiosos de estos y otros candidatos, comentando la frase que mejor explica la reciente relación entre la política y la religión en Estados Unidos: "la derecha lo entiende mal y la izquierda no se entera").

Si pensamos en cómo articular la presencia de lo religioso en la esfera pública y, más concretamente en el debate electoral, podemos recurrir a otras dos palabras inglesas: deacon y beacon. En primer lugar, el cristianismo y los políticos cristianos deben estar en la política como servidores, como diáconos (deacons). Servidores de los pobres, de los grupos y personas excluidas; servidores del bien común. Conviene recordar que, en el griego del siglo I, el diácono era el servidor público. Por tanto, esto nos recuerda que la vocación cristiana a la política implica introducir el servicio y la caridad en el terreno público, estructural y organizado, sin recluirlas en el ámbito privado. Y nos recuerda también que el cristiano solo puede estar en política desde la vocación de servir eficazmente a los más débiles de la sociedad.

El cristiano puede y debe hacerse presente en la esfera pública como beacon

Desde ahí, el cristianismo puede y debe hacerse presente en la esfera pública como beacon, como faro, como luz visible que ilumina. No para buscar la propia gloria o iluminarse a sí mismo, sino para visibilizar lo ocultado, para desenmascarar los engaños, para iluminar con honestidad la realidad más sufriente. El compromiso se convierte en fuente de esperanza; la cercanía ilumina los momentos oscuros en medio de la crisis; la honestidad muestra un modo distinto de servir; la fe irradia sentido a la existencia.

Actuar en política como deacons y beacons, como servidores y faros, ha sido una constante en la historia del cristianismo estadounidense. Numerosas figuras han expresado esta doble dimensión que, en términos evangélicos, se refiere a ser sal de la tierra (deacon) y luz del mundo (beacon). Durante la revolución americana del siglo XVIII, cabe destacar que, de los 55 delegados de la Convención de 1787, al menos 51 eran cristianos. El movimiento antiesclavista del siglo XIX conoció el empuje de figuras cristianas como Sojourner Truth y el movimiento del Underground Railway. Ya en el siglo XX, el movimiento a favor de los derechos civiles se apoyó en una muy significativa contribución de líderes cristianos, como el reverendo bautista Martin Luther King y los activistas católicos Cesar Chávez y Dorothy Day. Libertad, igualdad, fraternidad. Todo ello puede sintetizarse en la luminosa expresión del cardenal Bernardin de Chicago, una ética coherente de la vida.

En resumen, el papel de la religión en la sociedad y en la política norteamericana es mucho más complejo, rico y variado de lo que nos encontramos en Europa. No todo se reduce al movimiento teocon, ni al ahora más boyante y alarmante populismo teocoin de Donald Trump. En Estados Unidos y en Europa, aún queda mucho camino para que los cristianos vivamos la política desde un verdadero movimiento deacon-beacon.