Los horrores ortográficos que casi todos cometemos

Los horrores ortográficos que casi todos cometemos

Ahora todos escribimos. Nunca antes había existido un tiempo en la historia en el que todas las generaciones de todas las clases sociales hicieran uso del lenguaje escrito. La era digital y las redes sociales auspician la pérdida del control hegemónico del lenguaje oral. Pero esta transición no está siendo fácil.

Ahora todos escribimos. Nunca antes ha existido un tiempo en la historia en el que todas las generaciones de todas las clases sociales hagan uso del lenguaje escrito. La era digital y las redes sociales auspician la pérdida del control hegemónico del lenguaje oral.

Sin embargo, esta transición de lo oral a lo escrito, del sonido al grafo, no está siendo fácil. Los la/le/loísmos, los "a ver" y "haber", o las tildes, son errores ortográficos ampliamente populares, y no merecen ya su enésimo análisis. Pero, ¿cometemos los siguientes?

El imperativo

Muy comunes, tanto en forma oral como escrita, en discursos o redes sociales, en personas de todas las edades y cualificación, son los errores en el imperativo de segunda persona del plural.

"Ir (vosotros)", "iros", "comer", "beberos algo", "escucharme", "mirar el documento", "¡Callaros!", "ver la tele", "dirigiros allí", etc., son ejemplos corregibles, sustituyendo la "r" por "d" o, simplemente, suprimiéndola: "Id", "idos", "comed", "bebeos algo", "escuchadme", "mirad el documento", "¡Callaos!", "ved la tele", "dirigíos allí".

Este síntoma ha podido contar con tres focos de infección. El primero, ayudado por la metástasis lingüística generación tras generación, consiste en la extrañeza que nos supone el pronunciar esa última "d", o la facilidad para sustituirla por la "r" en los reflexivos. Nos resulta tan raro decir "ved" como conocido "callaros*" o "mirar*".

En segundo lugar, tendemos al mínimo gasto de energía, y el hecho de articular un fonema labiodental final como "d" es costoso. Y finalmente, la mayor influencia proviene del acertado uso de indicaciones o advertencias como "no fumar", "prohibido fijar carteles", "consumir preferentemente", "llamar/consultar/responder aquí". Sin embargo, se trata de estructuras impersonales en las que no hay instrucción directa.

¿"Habían" o "había"?

¿"Habían" o "había" personas? Aquí, el verbo haber es impersonal, así que el plural no tiene cabida. No tenemos problema en expresarlo en presentes, como "hay personas"; por tanto, tampoco lo deberíamos tener en pretéritos como "había personas" o "hubo personas" (no "hubieron personas") y compuestos, "ha habido personas" (y no "han habido personas").

"Si no" y "sino"

El ahorrar caracteres a principios de siglo nos marcó. Y se acabó. Pero escribir bien, entre otras cosas, sustenta la base de la comunicación rápida y eficaz. Seamos generosos y coloquemos el espacio, que es gratis.

El "si no", como sabemos, se utiliza en oraciones condicionales: "Si no estudio, suspendo", "si no hago ejercicio, engordo"; o, de forma algo más compleja, en "intentaremos ir, pero si no, nos vemos otro día". Es decir, una idea condiciona a otra, pero no la contrapone. Hecho que sí ocurre con la conjunción "sino": "No comí arroz, sino pasta", "no queremos guerra, sino paz", "no fui yo, sino él", etc.

"Detrás de mí" vs. "detrás mía"

Los adverbios no van nunca acompañados de adjetivos posesivos, sino de pronombres que sustituyen al nombre. Así pues, detrás, delante y cerca eludirán los mío/a, tuyo/a, suyo/a.

Si no permutáramos el nombre, hablaríamos de "detrás de papá", por lo que al aplicar el pronombre personal, resultaría "detrás de él". En consecuencia, lo correcto es "detrás de mí", "cerca de ti", "lejos de ellos", etc.

A gusto

Jamás escribiríamos unido "de reojo", "a regañadientes", "sin duda" o "a placer". La misma función cumplen que "a gusto". Son locuciones adverbiales, y por tanto, funcionan como un adverbio. Así, "estoy agusto*" es un horror ortográfico.