Por qué soy amigo de mis alumnos

Por qué soy amigo de mis alumnos

Fotograma 'La lengua de las mariposas'.

Soy de los que piensa que la relación docente-alumno es el principal factor para el verdadero aprendizaje. Y no soy el único. Autores como Piaget, Montessori, Dewey, Krashen o Vygotsky han confirmado que el trato respetuoso, horizontal y amistoso que ofrecemos a nuestros alumnos es beneficioso. Como cualquier método en educación, no es la panacea. Todo depende del contexto.

Definiendo la amistad

El profesor puede ser amigo de sus alumnos. Habrá quien se lleve las manos a la cabeza. Pero funciona. Casi siempre. Soy maestro de Primaria y no puedo opinar sobre niveles superiores. Aunque sé de profesoras que también lo aplican en Secundaria y da resultado. Por supuesto que habrá contextos más difíciles, pero no tienen por qué ser la norma.

Quizá hemos olvidado el concepto de amistad. Vayan al buscador, artículo, entrada de blog o cerebro más próximos y recordemos las características de la amistad. Coincidiremos en que se basa en confianza, honestidad, respeto, apoyo, unión, constancia, influencia positiva, reciprocidad y amor.

Díganme cuál de las anteriores no es extrapolable a la relación entre un docente y un estudiante.

Estudios aseguran que un clima de aula que genera confianza es fundamental. Los maestros debemos creer y confiar en nuestros alumnos. ¿Cómo va a ser lo mismo este tipo de profesor que el que critica tus errores y piensa que eres inútil?

Todos hemos sido alumnos y sabemos que el maestro que recordamos con cariño es el que más influyó en nuestras vidas

Una verdadera amistad derrocha honestidad y unión. Debemos abrirnos para que conozcan realmente cómo somos. Uno de los motivos por los que los niños se suelen enganchar más a la clase es a través de anécdotas personales. Eso no significa que no te guardes algo para ti. Al igual que haces con tus amigos.

Los buenos amigos se respetan. Si les faltas al respeto, ellos te lo pierden a ti. Los roles están bien definidos según la situación. Un saludo o un choque de manos informal con tu amigo no se traduce en una pérdida de respeto, sino en un vínculo. Lo mismo puede ocurrir con un alumno. Siempre habrá algún niño que pierda la percepción de los roles, por lo que tendremos que estar atentos para pararle los pies y recordarlos.

Los grandes amigos nos influyen de forma positiva y los queremos. Todos hemos sido alumnos y sabemos que el maestro que recordamos con cariño es el que más influyó en nuestras vidas. Al que queríamos. Debemos ser un ejemplo para los pequeños. Están continuamente observando cómo tratamos a los demás, cómo trabajamos y cómo somos con ellos. Así, ellos reproducirán nuestras conductas. Para bien o para mal.

Interésate por sus cosas y ellos lo harán por las tuyas

La reciprocidad podría ser la característica más transversal de todas. El denominador común que hace posible el resto.

Confía en ellos y ellos confiarán en ti. Sé honesto y ellos lo serán contigo. Quiérelos y ellos te querrán. Interésate por sus cosas y ellos lo harán por las tuyas. Pero no solo desde el punto de vista personal, sino académico.

Si te interesas por lo que les gusta, ellos estarán más receptivos por aprender lo que tú les enseñas: idiomas, ciencias, arte... Los profesores debemos adaptar sus intereses y necesidades al contenido académico. Y no podemos enseñarles cosas de un mundo que ya no existe. Los maestros nos estamos dando cuenta del epidémico déficit de atención de esta nueva sociedad, de manera que no sabemos qué hacer ya para que nos escuchen. Para incentivar su motivación, único catalizador del aprendizaje.

El apoyo constante y la capacidad para escuchar, propios de tu mejor amigo, deben ser habilidades de los maestros del siglo XXI

Ahora aprenden diferente. Preséntenles un vídeo en ciencias, utilicen un material manipulativo en matemáticas, diseñen un juego para aprender geografía, mencionen en un diálogo para inglés el videojuego de moda... Verán cómo sus ojos salen de sus órbitas.

Cambiar el mundo

El apoyo constante y la capacidad para escuchar, propios de tu mejor amigo, deben ser habilidades de los maestros del siglo XXI. Más esenciales que el saber sobre muchas cosas. Los alumnos vienen a clase con unas condiciones sociales y familiares, a veces durísimas, que van a determinar su vida académica y personal. Puede que seamos lo únicos que confiemos en ellos y descubramos su potencial. No podemos privarles esa amistad, esa comprensión, ese espejo en el que mirarse. Lo mismo no cambiamos el mundo. O quizá sí. Lo que seguro cambiamos es su mundo.

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