La trampa de la dependencia emocional

La trampa de la dependencia emocional

Asumir que se es parte activa en el desarrollo de la relación nos hace conscientes de que podemos tomar el control. Esta toma de conciencia posibilita el cambio de aquellos aspectos que suponen barreras y facilita el proceso para iniciar y mantener relaciones más satisfactorias.

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"Es lo más increíble que me ha pasado jamás, cuando estoy a su lado me siento genial. ¿Dónde estará? ¿Por qué no me llama? Creo que le van a gustar mis deportivas nuevas. Sí, el otro día vimos unas muy parecidas en una tienda y le encantaron. Tiene mucho gusto, es una pasada. Y es tan inteligente... ¿Le llamo? No lo coge. No me llama. Ufff... ¿Con quién estará? Si me deja, me muero"

A la hora de escribir sobre la dependencia emocional es conveniente comenzar distinguiendo este concepto del trastorno por dependencia emocional contemplado en el DSM - IV (la biblia de psicólogos y psiquiatras). El primero se refiere a una forma de sentir y actuar de algunas personas en sus relaciones afectivas que generalmente no incapacita a la persona en otros ámbitos de su vida. El segundo, el trastorno por dependencia emocional, es una etiqueta diagnóstica relativa a una necesidad patológica de cuidado y protección en contextos diversos (familiar, relacional, laboral o académico, etc.), cuyo resultado provoca una falta de funcionalidad y autonomía en la persona.

Lo más característico de la dependencia emocional se refiere a la presencia de un vacío o necesidad afectiva no satisfecha que se intenta cubrir a través de la relación de pareja. A continuación describo los aspectos más relevantes que caracterizan esta forma de sentir y actuar.

Idealización: "Es increíble". Como una fase de enamoramiento perpetua, encontramos que la persona dependiente piensa que su pareja es extraordinaria. En algunos casos se tiende a sobredimensionar sus cualidades, aptitudes o méritos. El objeto de deseo es percibido como muy inteligente, sensible, fuerte, guapo/a, carismático/a y/o profesional.

Centralidad de la relación: "Amo por encima de todas las cosas". La persona dependiente emocionalmente pone a su pareja y/o su relación por encima de todo, incluyéndose a sí mismo/a. El propio bienestar o malestar psicológico está condicionado por el grado de satisfacción en este ámbito; es decir, se tiende a atribuir toda felicidad y/o infelicidad a pequeños o grandes episodios de la relación afectiva. Así, en muchas ocasiones, la persona va dejando poco a poco de lado a sus amigos/as, descuida su desempeño laboral o académico, sus intereses, aficiones, etc.

Búsqueda de proximidad constante: "Siempre a su lado". Se acostumbra a desear un acceso constante a su pareja. Cuando esto no es posible, el hambre de afecto del dependiente se satisface a través de llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, etc. Esta cercanía no se relaciona sólo con su presencia física, a veces también existe una tendencia a participar en sus aficiones o intereses, y crear vínculos con sus amistades o familiares. Los deseos de acercamiento de la persona dependiente suelen convivir con la búsqueda de espacio personal de la pareja. La diferencia de demandas entre uno/a y otro/a crean el caldo de cultivo perfecto para el conflicto.

Miedo al abandono : "Como me deje me muero". La dependencia emocional conlleva un alto grado de conflicto y malestar psicológico. Sin embargo, la ruptura no suele contemplarse como una opción válida. El dependiente emocional coloca en el centro de su universo a su pareja y orbita en torno a él o ella. Por ello, pensar en una ruptura o abandono provoca que tiemblen los cimientos de su realidad.

Dinámicas de poder: "A ver quién puede más". El sobredimensionamiento del amor, la búsqueda de cercanía, la idealización y el miedo al abandono crean dinámicas de poder descompensadas y complejas. Para terceros, las personas dependientes pueden vivir sometidas a sus parejas. Sin embargo, la persona dependiente puede mantener parcelas de poder de distinto tipo (económico, sexual, doméstico, etc.) motivadas consciente o inconscientemente por la compensación hacia sus cesiones.

Celos: "No soporto cómo le miras". Aunque los celos no son exclusivos de las personas emocionalmente dependientes, se trata de un rasgo que aparece con bastante frecuencia. En muchos casos, subyace una expectativa de exclusividad que no siempre es satisfecha. Dado que la persona sitúa en el centro de todo al otro/a y su relación, espera que él o ella responda de la misma forma. El resultado puede ser muy frustrante.

Autoengaño: "Nada..., son cosas del amor". En muchas ocasiones, los celos coexisten con el autoengaño. Es decir, es la propia persona dependiente emocional la que, casi siempre de forma inconsciente, tiende a procesar sólo aquella información coherente con su historia de amor. Así, o bien no se percibe o se minimiza lo descompensado de la relación o bien se buscan excusas (y se encuentran) para negar o explicar los conflictos, humillaciones, infidelidades y/o la diferencia de implicación entre ambos miembros de la pareja.

Repetición de esquemas: "Tropezando con la misma piedra". No se trata de una condición necesaria. Las dinámicas relacionales que se establecen varían en cada relación de pareja y de acuerdo a cada momento vital. Sin embargo, la persona dependiente emocional presenta cierta tendencia a repetir los mismos patrones de relación.

Los párrafos anteriores componen un perfil con algunas de las características más relevantes y frecuentes de la dependencia emocional. No siempre aparecen todos estos factores o no siempre adquieren la misma relevancia. No debemos olvidar que cada persona es única. Además, la tendencia a significarse o completarse a través de la relación de pareja, que subyace a la dependencia emocional, presenta múltiples formas.

Es fácil identificarse con algunos de los rasgos descritos. Muchos hemos sufrido los síntomas típicos de la dependencia emocional en algún momento de la vida. Muchos hemos situado el amor en el centro de nuestro mundo, sentido una necesidad constante de proximidad, supeditado las demandas del otro/a a las propias o sentido miedo al abandono. Son formas de sentir o actuar propias de un estado en el que perdemos la cabeza por otra persona. Este periodo es generalmente breve y se corresponde con una etapa de enamoramiento. El problema surge cuando este tipo de impulsos no se adaptan y acomodan cuando volvemos a nuestro ser habitual.

¿Qué hacer si creo que soy dependiente emocional?

Lo más adecuado es buscar apoyo psicológico. El proceso terapéutico debe orientarse al análisis de las necesidades emocionales y afectivas, las formas en las que se procura su satisfacción y las dinámicas resultantes en la relación de pareja. Un punto de partida deseable es la toma de conciencia y entendimiento de la problemática por parte del/la persona dependiente.

Es conveniente asumir un punto de vista realista sobre el otro/a, observando sus cualidades positivas y negativas. Debe aprenderse a amar desde el conocimiento y la aceptación, y no tanto desde la admiración. También es necesario no olvidarse de sí mismo y potenciar los espacios individuales o relacionales ajenos a la pareja. En este sentido, el trabajo para fortalecer la autoestima y autonomía de la persona es clave para lograr una mayor capacidad para establecer relaciones saludables. Es conveniente deconstruir el rol de víctima (cuando se da) y entender la responsabilidad compartida de los éxitos y fracasos afectivos. Asumir que se es parte activa en el desarrollo de la relación nos hace conscientes de que podemos tomar el control. Esta toma de conciencia posibilita el cambio de aquellos aspectos que suponen barreras y facilita el proceso para iniciar y mantener relaciones más satisfactorias.

Ilustración: Elvira Zamorano