La otra noche tuve sexo contigo

La otra noche tuve sexo contigo

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Por Jordi Borràs García

Cuando era adolescente, soñé que tenía relaciones sexuales con una chica de mi instituto. Desperté profundamente confundido, ya que era alguien que no me atraía en absoluto. Casi podía afirmar que era la última persona con la que hubiera tenido una aventura en ese momento. Pero lo peor estaba por llegar. Para mi sorpresa, la impresión que me dejó ese encuentro sexual duró más de lo que esperaba y, cuando llegué a clase y vi a mi partenaire onírica, ¡sentí que me había enamorado de ella! Los sueños tienen esta facilidad para emocionarnos, y esto ocurre especialmente en algunos sueños sexuales (incluso cuando son tan inesperados como éste). Explicaré aquí como acabó mi affaire y lo que aprendí a raíz de esta experiencia. Pero antes, aclaremos algo sobre los sueños húmedos.

Cuando entramos en la fase REM -momento en que se dan la mayoría de nuestros sueños-, la sangre fluye hacia los genitales, provocando erecciones masculinas y la tumefacción del clítoris. Quizás por este motivo, en cualquier momento y como si no necesitara más excusa, puede irrumpir un sueño subido de tono. A lo mejor, eres de los que piensan que la sexualidad está sobrevalorada y que, en el fondo, es una dimensión de la experiencia humana cuya importancia radica en su interrelación con otros aspectos de la existencia. Pero no es necesario que creas, como parecía insinuar Freud, que estamos absolutamente sometidos a nuestros impulsos sexuales básicos para reconocer lo llamativo de su presencia en los sueños de muchas personas. Sin duda, los sueños sexuales pueden estar canalizando un deseo y es que quizás, si no existieran, el deseo sería tan poderoso que nos colocaríamos en situaciones indeseables. Recuerdo el caso de Clara, una chica que, en uno de mis talleres, contó con desenfado los sueños eróticos en que tenía relaciones con otras mujeres. Era absolutamente consciente de que tenía que ver con un deseo no expresado en la vigilia. Probablemente, el carpe diem imperante hoy en día le aconsejaría que, si deseaba explorar su bisexualidad tal como sus sueños expresaban, debía seguir su impulso en lugar de frenarlo. Pero Clara afirmaba que era feliz así. Según explicaba, ella y su compañero sentimental apostaban decididamente por una relación que no se abriera a otras personas en lo sexual, y a ella le gustaba respetar ese acuerdo. Por otro lado, ambos entendían los sueños como un espacio en el que esos encuentros podían darse con total libertad.

Dime con quién te acuestas y te diré quién eres

Pero así como Clara vivía estos sueños con tranquilidad, e incluso agradecimiento, no todo el mundo los contempla de la misma manera. Como me ocurrió a mi al despertar de mi sueño adolescente, muchas personas se sienten tremendamente inquietas tras experimentar ciertos sueños. Podemos, incluso, llegar a dudar por unos instantes si lo que hemos vivido ha sido real o no. Esto puede ser especialmente peliagudo cuando la situación que hemos experimentado no encaja con la imagen que tenemos de nosotros mismos en la vigilia. Y es que en sueños nuestra curiosidad natural nos lleva a imaginar, en un entorno seguro, las distintas posibilidades que tenemos como seres humanos explorando lo que Freud llamaba "perversidad polimorfa": la tendencia a buscar la gratificación sexual de las formas más diversas (y, a menudo, socialmente reprobables).

Algunas personas que se consideran homosexuales tienen sueños heterosexuales (y viceversa) que las descolocan.

Clara, por ejemplo, asumía su bisexualidad relajadamente, pero algunas personas que se consideran homosexuales tienen sueños heterosexuales (y viceversa) que las descolocan. "¿Quiere decir que estoy engañándome a mi mismo y que no quiero reconocer que mi orientación sexual es otra?" me preguntó Pau un día. "Muy probablemente, no" le respondí. Y es que hay muchas otras razones para tener sueños de este tipo. En un momento de su proceso terapéutico, Pau soñó repetidamente que tenía relaciones satisfactorias con hombres musculados. Ellos tomaban la iniciativa y él se dejaba llevar... hasta que despertaba excitado, avergonzado, confundido y, sobre todo, preocupado por si estaba negando su homosexualidad. "Quizás siempre he sido gay y aún no me había dado cuenta" me dijo. Nunca negamos esta posibilidad, pero le invité a explorar sus sentimientos de vergüenza y su confusión y, un tiempo después, llegó a afirmar: "Sólo hay una cosa en la que me he estado autoengañando durante años: en creer que no podía decidir por mí mismo". Pau tenía una baja autoestima y había aprendido a actuar sumisamente, tal como hacía en sus sueños. Pero en ellos ocurría algo más: dado que sus padres eran abiertamente homófobos, comprendió que relacionarse con esos hombres era una forma de transgredir los límites parentales. "Estos hombres -afirmó- tienen una fuerza que nunca me he atrevido a reconocer en mí". En un momento más avanzado de la terapia, Pau pudo reconocer su propia fuerza y poder y los hombres atléticos, resueltos y lanzados (que estaban representando esos aspectos de él mismo), dejaron de aparecer en sus sueños.

Un sueño erótico señala tus partes

Así, aunque -insistimos- los sueños sexuales pueden ser consecuencia de una energía libidinosa ineludible, no tiene por qué ser siempre así. Los sueños sexuales pueden ser, por ejemplo, una manera de balancear el sobreesfuerzo que hacemos para comportarnos en sociedad como personas sensatas y educadas. Una oportunidad para dejar rienda suelta al salvaje que, nos guste o no, todos llevamos dentro. Nada, en el fondo, de lo que avergonzarnos. Es más, según se mire, podríamos incluso enorgullecernos de tener este tipo de sueños ya que ponen de manifiesto un impulso profundo a abrazar aquellos aspectos que nos cuesta reconocer, para convertirnos así en personas más completas. Así, los sueños sexuales -especialmente los más turbadores- podrían estar invitándonos a revisar la conexión con partes desatendidas de nuestra personalidad. ¿Has tenido relaciones con un/a menor en sueños? No tiene porque ser síntoma de una personalidad potencialmente perversa. Al contrario, puede estar expresando el deseo de conectar con la alegría propia de un niño (o tu capacidad para el juego, o la inocencia...). ¿En tu sueño tenías relaciones con un animal? Podría ser una invitación a recuperar tu fuerza o a reconciliarte con tus instintos; a lo mejor a relajar el ritmo frenético del día a día y el uso excesivo de la tecnología para ponerte de nuevo en contacto con la naturaleza. ¿Has soñado que abusaba de ti un extraterrestre? Quizas pienses que esta noche te han abducido pero parece más razonable pensar, por ejemplo, que el sueño te preparaba para que conectes con la parte más extraña, estrambótica o peculiar de tu personalidad, aquello que te hace alguien único y especial.

Parece interesante, pues, que cada vez que tenemos un encuentro sexual agradable en nuestros sueños, nos preguntemos por las características de la persona, animal o cosa con la que hemos disfrutado. De esta manera, podríamos comprender qué aspectos personales nos conviene potenciar o integrar. Observar los sueños desde esta perspectiva nos recuerda que la primera persona con quien debemos estar en paz es con nosotros mismos. Recordé el sueño de mi amiga del Instituto, ¿por qué tuve buen sexo con alguien tan distinto a mí? ¿cómo era yo entonces? Mis motivaciones principales eran artísticas (la música, la pintura, la escritura...) y, a pesar de llevar bien mis estudios, buena parte del tiempo lo dedicaba a mis amigos, a acudir a fiestas, a tener aventuras sentimentales y a meterme en todo tipo de situaciones extrañas o arriesgadas... Mi apariencia era más bien desaliñada, pelos largos y descuidados, pantalones destrozados y camisetas pintarrajeadas, pendientes (algo poco usual en aquella época)... Mi compañera de clase representaba justo lo contrario: una chica adaptada, respetuosa, pulcra, estudiosa. Era de hecho, la mejor de la clase en Matématicas, lo cuál la alejaba de mí irremediablemente.

Los sueños sexuales -especialmente los desconcertantes- pueden estar reconociendo nuestra necesidad de conectarnos profundamente con el otro.

Tal como ocurre con las relaciones sentimentales que tenemos en la vigilia, un sueño como ese parecía estar brindándome la oportunidad de ver, gracias al otro, lo que yo no quería atender. Tal como pasa en la vida despierta, la situación me invitaba a hacerme determinadas preguntas: ¿qué reto me pone la otra persona? ¿qué hay en ella que no veo en mí y que me convendría desarrollar? Sospeché entonces que el sueño me estaba invitando a desarrollar una parte que estaba rechazando por pereza: mi parte reflexiva, educada, juiciosa... Pero aún tenía que descubrir algo más.

Sexo en familia

Si hay un tipo de sueños que nos deja absolutamente fuera de juego es aquél en que tenemos sexo con un familiar. También pude experimentarlo hace muchos años, cuando soñé que tenía, sin ningún tipo de reparo, relaciones sexuales con mi propia abuela. ¿Qué me estaba pasando?

Es cierto que algunas personas que han sufrido abusos sexuales en su infancia pueden tener sueños en que se recree esa misma situación, experimentando de nuevo un maltrato similar. Evidentemente, cuando esto ocurre es importante que se trabaje en un proceso psicoterapéutico. Pero son muchas más las personas que me explican sueños en los que experimentan encuentros sexuales con familiares mayores que ellos, no necesariamente desagradables, y que afirman no haber tenido nunca una experiencia parecida a la que acontecía en el sueño. Este tipo de sueños suele inquietar a quien los vive, por eso resulta curioso ver cómo en otras culturas se les puede atribuir un significado poco turbador y entenderlos, por ejemplo, como indicación de que el soñador está pasando de una etapa vital a otra. Recuerdo una mujer, Tatiana, que en el proceso de quedarse embarazada tuvo un sueño sexual con su padre. Ella estaba segura de no haber recibido abusos de pequeña, ni de su padre ni de ningún otro familiar, y tras explorar el sueño adecuadamente, entendió que éste expresaba su cambio de condición ya que, al disponerse a tener un hijo, iba a ocupar un lugar que, hasta entonces, había sido representado por su propia madre. Algo parecido le ocurrió a Patricia Garfield, cofundadora de la International Association for the Study of Dreams (IASD), que en su libro "Pathway to Ecstasy" explicaba un sueño lúcido en el que hacía el amor con su padre. En su caso, según explicaba, era un sueño lúcido (y, por tanto, era consciente de estar soñando) y decidió seguir su impulso recordándose que en el acto estaba integrando una parte de sí misma. Garfield explica en detalle como ha tenido relaciones sexuales oníricas con plantas, animales (una especie de caballo-cabra que llevaba una barba y unas gafas como las de su compañero)... incluso con ella misma.

Aunque los sueños permiten esto y más, es habitual que nos avergoncemos ante determinadas experiencias. Es lo que le ocurrió a un amigo mío que, un día, me envió un whatsapp para pedirme si podíamos tomar un café. Me sorprendió porque hacía tiempo que no nos veíamos pero, en su mensaje, decía que necesitaba compartir algo importante. Yo sentía mucha curiosidad pero, cuando nos encontramos, me dijo que no sabía cómo explicarme lo que le había pasado. Al final me confesó que se trataba "sólo de un sueño. Como tú trabajas con esto, ya sabrás que no todo lo que pasa en los sueños es verdad" parecía protegerse para lo que me iba a contar. "La otra noche tuve sexo contigo" me dijo con una risa nerviosa. Cuando acabábamos el café, mi amigo ya respiraba tranquilo. Por lo que habíamos deducido, ese sueño parecía expresar su deseo de recuperar nuestra relación y los buenos momentos que habíamos podido compartir. En realidad, continuaba sin haber nada sexual entre nosotros.

Un sueño sexual podría ser esencialmente una forma de prepararnos para ser más afectuosos, más curiosos y desprejuiciados.

Confieso que yo también sonreí cuando comprendí que el sueño sexual con mi abuela hablaba de algo tan inocente y puro. Tal como otros sueños habían expresado, de forma menos llamativa, éste también hablaba de mi deseo de estar con ella, de lo que reconocía como un sentimiento de conexión profunda y de gratitud, de amor sincero. Y lo declaraba utilizando el símbolo más evidente para hablar de una conexión íntima y profunda: la unión sexual. Esto explica que no sean pocas las personas que tienen sueños así después de discutir con alguien muy querido. El sueño, así, parece estar abonando el terreno para una futura reconciliación.

Un movimiento (sexy) más allá del egoísmo

Como vemos, los sueños sexuales -especialmente los desconcertantes- pueden estar reconociendo nuestra necesidad de conectarnos profundamente con el otro. Así, podrían entenderse como una llamada para que reconozcamos que aquellas personas que sentimos tan distintas a nosotros, en el fondo, están más cerca de lo que creemos.

En una cultura como la nuestra, que promueve alegremente el narcisismo, parece natural que pensemos que los sueños son, exclusivamente, la manifestación en imágenes internas de las distintas partes del soñador. Pero esta visión puede ser excesivamente limitada. ¿Y si los entendiéramos como una incitación para que nos relacionemos con los demás? De este modo, un sueño sexual podría ser esencialmente una forma de prepararnos para ser más afectuosos, más curiosos y desprejuiciados, para estar más predispuestos a establecer una relación profunda y estimulante con personas distintas a nosotros. En definitiva, para que construyamos entre todos y todas un mundo más amoroso.

Quizás aquél sueño con la chica del instituto también estaba equilibrándome para que diera un paso más allá y fuera capaz de abrazar al diferente, al que no es como yo. En este sentido, el sueño no sólo pretendería nuestro equilibrio psicológico sino algo más ambicioso que es consecuencia de éste: el equilibrio colectivo. Establecer puentes con aquellos que no son como nosotros parece una urgencia en estos momentos, y los sueños -particularmente los de carácter sexual- podrían estar recordándonos la importancia de que esa conexión con los demás se acabe produciendo. En estos tiempos, en que algunos nos invitan a construir muros y a imaginar enemigos por todas partes, los sueños sexuales desconcertantes podrían empezar a verse, incluso, como un remedio psicológico que estaría favoreciendo la continuidad de la familia humana en la Tierra.

Sobre el autor:

Jordi Borràs García es psicólogo, asesor de DreamsCloud, fundador de la plataforma Mondesomnis para la divulgación y estudio de los sueños, y miembro de la actual junta directiva en la International Association for the Study of Dreams.