La carrera que vence a las siestas

La carrera que vence a las siestas

Parece que el veterano australiano Cadel Evans (35 años) tendrá que defender su título de 2011 ante el británico Bradley Wiggins, ese Rhys Ifans de la bicicleta, o el ruso y también veterano Denis Menchov.

Tourmalet, Croix-du-Fer, Alpe d'Huez, Galibier, Madeleine, Futuroscope, arrivée, poursuivants, tête de la course, maillot jaune... Leer o escuchar todas estas palabras y nombres del idioma de Molière nos trasladan automáticamente a las tardes del recién estrenado verano, de siestas rotas por los sprints, por los ascensos, los ataques, las escapadas, los abanicos... a las voces de Carlos de Andrés y Perico Delgado (¡por Dios, cómo no va a estar este año!), como antes a la del añorado Pedro González, a las imágenes del helicóptero mostrándonos las infinitas bellezas de Francia, las pintadas en el asfalto, los campistas disfrazados en lo más duro de las subidas mientras corren junto a sus héroes, las banderas de Bretaña, del País Vasco (muchísimas siempre), de Asturias, de Países Bajos, las caravanas aparcadas junto a la carretera... a la moto 1, la moto 2, a Bernard Hinault en el podio, siempre bronceado, a Didi Senft (el Diablo del Tour, que debe de tener ya 100 años)...

Sí, amigos, este fin de semana empieza el Tour de Francia, uno de esos eventos deportivos que por suerte, se celebra todos los años. Hay pocos acontecimientos que tengan la mística que tiene la vuelta ciclista por excelencia. La historia del Tour, que el año que viene celebrará su centenario, está plagada de anécdotas, de heroicidades y tragedias.

Así, hay historias como la de Alphonse Steinès, el miembro de la organización que fue enviado en 1909 al Tourmalet para evaluar su inclusión en la carrera y tras pasar una noche perdido en el monte, con síntomas de hipotermia, envió al día siguiente un telegrama a su jefe en París que decía: "Atravesado Tourmalet. Muy buena ruta. Perfectamente practicable". O la del origen del emblemático maillot con puntos del mejor escalador, que nació gracias al cántabro Vicente Trueba (al que quisieron premiar de alguna manera, ya que ganaba en todos los ascensos pero luego perdía toda su ventaja en los descensos) y que debe su original diseño al envoltorio de unas chocolatinas, cuya marca patrocinaba el trofeo. O como la tradición de llamar a las 21 curvas de l'Alpe d'Huez con el nombre de los ganadores de etapa, hasta que en 2001 Lance Armstrong se convirtió en el ganado número 22 y hubo que añadir su nombre al de Fausto Coppi, en la curva 1. También hay momentos de triste recuerdo, como el escándalo Festina de 1998, las descalificaciones de Landis en 2006 y de Rasmussen en 2007 (todo ello por culpa del maldito dopaje), tragedias como la de Fabio Casartelli, que se dejó la vida en un descenso en los Pirineos en 1995 o la de Tom Simpson, que falleció nada más coronar el Mont Ventoux en 1967, víctima de la deshidratación a causa del consumo de anfetaminas y alcohol.

Durante tres semanas, 198 ciclistas competirán por llegar a los Campos Elíseos de París con el maillot amarillo puesto. Este año, como dije en mi último post, no parece que haya ningún español con posibilidades reales de subirse a lo más alto del podio (y escuchar el himno de Dinamarca), pese a que retorna mi paisano Alejandro Valverde. De hecho, éste se presenta como uno de los Tours más abiertos de los últimos años, ya que ni Andy Schleck ni Alberto Contador correrán este año. Así las cosas, parece que el veterano australiano Cadel Evans (35 años) tendrá que defender su título de 2011 ante el británico Bradley Wiggins, ese Rhys Ifans de la bicicleta, o el ruso y también veterano Denis Menchov. Aunque quizá, quién sabe, 2012 es uno de esos años en los que surge un nuevo campeón, como ocurriera en 1991 con el inolvidable Miguel Indurain. Sea como sea, habrá que sacrificar las tan confortantes siestas de verano para no perdernos ni el más mínimo detalle.