La batalla perdida del racismo

La batalla perdida del racismo

Todo empezó cuando en 2004, dieron la vuelta al mundo unas palabras de Luis Aragonés dirigidas a José Antonio Reyes, en un entrenamiento de la selección española, en la que el de Hortaleza intentaba hacer ver al de Utrera que era "mejor que el negro", en referencia a Thierry Henry.

Denunciaba el otro día el brasileño del FC Barcelona Daniel Alves que desde que llegó a España (hace una década), ha sufrido cánticos racistas y que es una batalla que da por perdida. Al hilo de estas declaraciones, John Carlin comparaba en El País de qué manera tan diferente se trata en Inglaterra este asunto del racismo en el fútbol.

En efecto, aquel que en cualquiera de los bellos estadios de la Premier League se le ocurra imitar a un simio para insultar a un futbolista negro del equipo rival sabe que se atiene a ser detenido. No por los guardias de seguridad del club, sino por la Policía. Además, será expuesto ante una opinión pública que no permite el más mínimo desliz en ese sentido. Carlin concluía que hay demasiada permisividad en España sobre el racismo.

Todo empezó cuando en 2004, dieron la vuelta al mundo unas palabras de Luis Aragonés dirigidas a José Antonio Reyes, en un entrenamiento de la selección española, en la queel de Hortaleza intentaba hacer ver al de Utrera que era "mejor que el negro", en referencia al entonces compañero de Reyes en el Arsenal, Thierry Henry. Semanas después, España e Inglaterra se enfrentaron en el Bernabéu y Ashley Cole y Shaun Wright-Phillips fueron objeto de cánticos simiescos. La prensa inglesa montó en cólera y al fútbol español se le colgó el sambenito de racista y xenófobo.

Nunca he comprendido los cánticos simiescos. La primera vez que supe de ellos fue en 1993, en un Real Madrid-PSG de la Copa de la UEFA. Recuerdo que cuando el liberiano George Weah llevaba el balón, se escuchaba un murmullo que no se oía cuando la llevaba un jugador blanco. Luego lo hemos escuchado muchas veces, en casi todos los campos de España, con algunos casos destacados, como cuando Eto'o quiso abandonar la Romareda en pleno partido por los cánticos de los hinchas rivales. El racismo en general, y en particular en el caso del fútbol español, es sumamente estúpido. En primer lugar, es un racismo selectivo. Se insulta a los jugadores de color rivales, pero no a los propios. En segundo lugar, la mayoría de los que entonan estos cantos no hacen sino mostrarse ante los demás poco menos que como animales, con todo mi respeto hacia el reino animal. Y por último, porque hacen un enorme daño al equipo propio en términos de imagen. Además, el tiempo que un hincha pasa insultando al contrario es tiempo que pierde sin animar a su equipo.

Dicho esto, añadiré que, sin embargo, estoy de acuerdo con Dani Alves. Es una batalla perdida. Las mayores burradas, los comentarios más desagradables, las palabras más hirientes y las salvajadas más infames que yo he escuchado en mi vida han tenido lugar en un estadio de fútbol. Y en realidad, se dispara a todo. El aficionado maleducado y asilvestrado busca y encuentra cualquier característica de su víctima para hacer escarnio de ella. Si es de color, si es sudamericano, si es de Europa del Este, si está un poco pasado de kilos, si lleva melena lisa, si se está quedando calvo, si tiene fama de salir por la noche, si es demasiado moreno o demasiado pálido. Da igual. Ha pasado y pasará, porque no hay forma de solucionarlo a corto plazo, por mucho que se identifique al que insulta. Es mucho más difícil que eso. Hay que empezar desde el colegio. Y eso es cosa de todos.