Manel Atserias Luque: "Lucha por tu libertad y paz interior"

Manel Atserias Luque: "Lucha por tu libertad y paz interior"

"La salud mental debería ser una prioridad para cualquier estado desarrollado. La complejidad del ser humano y su entorno, altamente competitivo y estresante, son factores que le hacen vulnerable. Aunque en el caso del Trastorno Obsesivo Compulsivo hay factores genéticos y neuroquímicos que explican su causa, lo cierto es que el entorno puede desencadenar o exacerbar el trastorno", reflexiona Manel Atserias Luque.

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Foto: Eli Dimitry Zetrenne

Manel Atserias Luque es abogado. Actualmente está cursando el Máster Avanzado en Ciencias Jurídicas en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). Enfermo de un trastorno obsesivo-compulsivo desde los seis años, es un luchador incansable.

¿Quién es Manel Atserias Luque?

Un chico de veintiséis años que ya no es esclavo de sus pensamientos obsesivos y que tiene que aprender, a marchas forzadas, cómo afrontar esta nueva realidad que vive.

Sufriste durante muchos años, y de forma muy intensa, un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). ¿Te convirtió esto en un esclavo?

Sí. Y lo peor de todo es haber sufrido en silencio durante catorce años. A los seis empecé a presentar los primeros síntomas y a los veinte, que fue cuando me lo diagnosticaron el TOC, interfería en todas las facetas de mi vida. Fue horroroso y agotador, porque llegaba a tener pensamientos obsesivos (es decir, intrusivos o no voluntarios) cada dos minutos, desde que me levantaba hasta que me iba a dormir. Me llegó a anular por completo.

Me estás describiendo un infierno...

Lo cierto es que todos, en mayor o menor medida, tenemos pensamientos intrusivos. Y es imposible controlar el sinfín de pensamientos que tenemos durante el día. Lo que pasa es que, a diferencia del resto, las personas que padecemos TOC tenemos que llevar a cabo un ritual para reducir esa ansiedad provocada por el pensamiento obsesivo. Y este ritual, más que una solución, se acaba convirtiendo en un arma de doble filo. Obtienes un alivio temporal, pero estás reforzando el pensamiento obsesivo. Es un trastorno extremadamente perverso.

Un ritual...?

Sí. Cosas que, objetivamente, carecen de sentido.

En tu caso, ¿cómo se manifestaba esta enfermedad?

De muchísimas maneras. Aunque haya tenido obsesiones de contaminación (por ejemplo, lavarme las manos con jabón de un determinado modo decenas de veces por cada cosa que tocaba), de verificación (como comprobar cincuenta veces que la puerta de mi casa estaba cerrada) y de repetición (tener que repetir veinticinco veces lo que ya había escrito), mi núcleo duro del TOC han sido los pensamientos mágicos. Es decir, el pensamiento obsesivo de «Si haces/piensas X, pasará/quieres que se produzca Y». Pon en la X y en la Y lo más horroroso y desagradable que se te ocurra e imagínate tener estos pensamientos cada dos minutos seguidos de una ritualización. Debía pronunciar una serie de palabras o repetir una determinada acción (volver al sitio donde había tenido el pensamiento obsesivo) para reducir la ansiedad que en algún momento sentía. Mi vida quedó, por muchísimos años, atrapada en este círculo vicioso.

El momento más difícil fue cuando me diagnosticaron el TOC a finales de 2010, una vez que la situación se volvió insostenible y decidí acudir al médico.

¿Consideras ya superado todo ese infierno?

Tuve, tengo y seguiré teniendo trastorno obsesivo-compulsivo. Se trata de una enfermedad crónica, pero lo que sí he podido conseguir es reducir la sintomatología del trastorno hasta el punto de llevar una vida normal. En mi caso, realicé dos tratamientos de forma simultánea: uno farmacológico, con el fin de cubrir el déficit de serotonina que tiene mi organismo, y otro psicológico, en el que tuve que enfrentarme a mis pensamientos obsesivos. No fue nada fácil. Actualmente, sigo precisando de medicación, aunque las dosis son más bajas.

Si no es demasiado personal, ¿podrías contar los momentos más difíciles que has sufrido con el TOC?

El momento más difícil fue cuando me diagnosticaron el TOC a finales de 2010, una vez que la situación se volvió insostenible y decidí acudir al médico. Tras relatar en detalle cuáles eran mis pensamientos obsesivos principales (pasé unos quince minutos poniéndole ejemplos), me dijo con contundencia: «Tienes un trastorno obsesivo-compulsivo. Lo padeces en un nivel muy alto, pero tiene tratamiento». Salí de la consulta y empecé a llorar. Después de tantos años de ignorancia, por fin pude poner nombre y apellidos a aquello que me había estado torturando sin compasión durante tantísimo tiempo.

El segundo momento más difícil fue cuando uno de los muchos doctores que visité durante los primeros meses me aconsejó que me tomara «un descanso» en los estudios. Cuando le dije que estaba haciendo tercero de Derecho en aquel entonces, él no podía dar crédito. Me dijo: «¿Cómo puede ser que estés cursando tercero de carrera con este nivel tan alto de pensamiento obsesivo? Hay personas con tu nivel que tienen la incapacidad declarada». Le contesté que el Derecho era el único aliciente que me hacía seguir en pie y que no me tomaría ningún descanso. Aquello, para mí, era innegociable.

Pero, ¿no te has visto nunca empujado a avergonzarte, o a esconder tu enfermedad por miedo a que te discriminen?

En cuanto me lo diagnosticaron, tuve claro que no me escondería y que contaría mi experiencia a los demás. Al principio, esta actitud respondía más bien a una «necesidad terapéutica», por decirlo de algún modo. Al final, se acabó convirtiendo en una tarea pedagógica y de concienciación. En un principio, tanto mis padres como mis amistades eran bastante reticentes a que lo hiciera público. Tenían miedo de que pudiera perjudicarme en el futuro (en el trabajo, por ejemplo). Sin embargo, mi respuesta fue clara: «Asumo este riesgo. A quien me rechace por este motivo, no lo quiero en mi vida».

Es necesario que el Estado ponga en marcha campañas de prevención y detección, así como el ofrecimiento efectivo de la terapia cognitivo-conductual a todos los afectados.

Me gusta poner cara a verdaderos héroes como tú: me asombras. ¿Ayudas de alguna forma a quienes sufren esta enfermedad?

Tengo el honor de ser asociado y asesor jurídico de la Asociación TOC 2.0 de Barcelona, presidida por una de mis dos salvadoras: la doctora Blanca Bueno Julià-Capmany. El objetivo fundamental de la organización es dar a conocer el TOC y orientar a los afectados, así como a sus familiares o personas allegadas. La Asociación TOC 2.0 es joven y aún tiene que crecer mucho. Espero que algún día podamos llegar a tener los mismos recursos que la Asociación TOC Granada, presidida por un gran hombre, Aurelio López. Y a largo plazo, incluso, los mismos que la International Obsessive Compulsive Disorder Foundation (Boston, Estados Unidos).

¿Ha podido la sanidad pública ayudarte de alguna forma con esta enfermedad?

Solo en parte. Barcelona es una de las pocas ciudades españolas donde hay unidades especializadas en TOC. Gracias a la cercanía, pude recibir un buen tratamiento farmacológico en el Hospital de Bellvitge. También he participado en terapias grupales en el mismo centro público. Sin embargo, tuve que acudir a un centro privado para llevar a cabo la terapia cognitivo-conductual de una forma eficaz. Al principio, necesitaba más de una sesión a la semana. Con el paso del tiempo, una al mes. Pero durante todo este proceso, el afectado debe invertir mucho tiempo y dinero.

¿Crees que el Estado debería invertir más en este campo?

Por supuesto. Pero debemos abarcar más. La salud mental debería ser una prioridad para cualquier estado desarrollado. La complejidad del ser humano y su entorno, altamente competitivo y estresante, son factores que le hacen vulnerable. Aunque en el caso del TOC hay factores genéticos y neuroquímicos que explican su causa, lo cierto es que el entorno puede desencadenar o exacerbar el trastorno. Por lo tanto, es necesario que el Estado ponga en marcha campañas de prevención y detección, así como el ofrecimiento efectivo de la terapia cognitivo-conductual a todos los afectados.

¿Hay algún mensaje que te gustaría compartir?

Quiero dar las gracias a mis dos doctoras, Blanca Bueno y María del Pino Alonso, por haberme liberado de ese estado de esclavitud en el que vivía; y a mis padres, por haberme ayudado, tanto a nivel emocional como económico, a luchar contra el infierno en el que durante años viví. También a Tomás Gabriel, mi mejor amigo, por haber estado a mi lado cuando más lo necesitaba, y a los maravillosos profesores de la Facultad de Derecho de la Universitat Pompeu Fabra, por haber comprendido mi situación. Y, por último, a mis compañeros de la Asociación TOC 2.0, por ser un ejemplo de lucha y esfuerzo.

No tengo palabras...

Esta entrevista fue realizada conjuntamente con Roberta Chianese, máster en Ciencias Políticas por la Università degli Studi di Napoli L'Orientale y máster en Relaciones Internacionales por el Institut Barcelona d'Estudis Internacionals - IBEI.

www.reaccionando.org