Gabinete de crisis

Gabinete de crisis

Bien entrada la madrugada, se me convocó con urgencia a una sesión extraordinaria del Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas. El GCFP había recibido la noche anterior la ultima instrucción del €-Hal, el megaordenador al que se había confiado la gestión de la crisis de la eurozona: suspender temporalmente procesos electorales para evitar distorsionar los cálculos sobre el gobierno de la Eurozona. Que sea un programa de ordenador el que determine decisiones de política económica relevantes no parece tan lejos de la ficción.

Pudo ser así:

Bien entrada la madrugada del 27 de junio sonó el teléfono. Se me convocaba con urgencia a una sesión extraordinaria del Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas (GCFP). Apenas dispuse de reflejos para cuestionar la razón de la convocatoria y mucho menos que fuera yo uno de los convocados. El tono de mi interlocutor era por sí solo suficiente para transmitir el carácter extremo de la situación creada en Europa. Conocía desde hacía poco tiempo la existencia del GCFP, de sus reservadas y muy selectivas deliberaciones, y de algunas de las decisiones adoptadas en condiciones ciertamente extremas. No es el momento para confesar cómo había tenido acceso a las actas de algunas sesiones anteriores. La última, el 12 de junio, cuando en una situación límite el GCFP tuvo que abordar una instrucción radical del megaordenador al que al parecer se confiaba la gestión de la crisis económica y financiera de la eurozona. El €-Hal había determinado la liquidación de un amplio contingente de pensionistas europeos. Los expertos entonces convocados fueron el profesor de filosofía Cesar Rendueles, y el de economía Juan Urrutia.

Acudí a la convocatoria, ese mismo jueves a las 19 horas, sin apenas tiempo de cancelar compromisos previos y mucho menos de documentarme sobre el objeto de deliberación. En la nave 16 del Matadero de Madrid, con una iluminación más propia de una sala de interrogatorios que de un consejo de ministros, estaban congregados en torno a una mesa de madera grande y vieja los miembros del gabinete: Luis Arenas, Rodrigo Castro, Uriel Fogué, Fernando D. Rubio, Fernando Espuelas y José Vela Castillo. Los cinco iban ataviados con trajes oscuros, como si estuvieran empeñados en lucir una etiqueta que les concediera una autoridad diferencial. En uno de los lados del cuadrado, habitualmente reservado a los comparecientes, nos encontrábamos dos profesores, Juan Manuel Aragüés, de filosofía, y yo mismo. Detrás, una pantalla, y al fondo varias hileras de sillas ocupadas por unas cuarenta personas, constituidas como "staff ministerial", cuyo semblante era por expresivo de la singularidad del momento y de la trascendencia de la reunión, acorde con la gravedad del episodio que se iba a debatir.

El GCFP había recibido la noche anterior la ultima instrucción del €-Hal: "suspender temporalmente procesos electorales para evitar distorsionar los cálculos sobre el gobierno de la Eurozona".

Tras una detallada exposición introductoria de uno de los miembros del gabinete, se nos solicitó al profesor Aragüés y a mí una breve toma de posición sobre el problema. Ambos

iniciamos nuestra intervención subrayando la gravedad a la que había llegado la crisis en Europa, en particular en la eurozona, para que se confiara a un algoritmo programado en una computadora la toma de decisiones tan sensibles. La frontera entre la ficción y la realidad empezó a difuminarse a medida que verificábamos cómo la gestión real de la crisis en el área monetaria europea exhibía algunos denominadores comunes con el ejercicio de dramatización concebido por los promotores de esta iniciativa.

Tal como ellos lo formularon, el interrogante en el que se ampara el ciclo de debates es: "Si la economía de Europa fuese gobernada por una computadora, ¿qué dimensión le queda a la política cuando sacamos la economía del espacio político?"

Que sea un programa de ordenador el que determine decisiones de política económica relevantes no parece tan lejos de la ficción. No tan distante, en definitiva, de esa suerte de terco automatismo en la gestión iniciado el primer fin de semana de mayo de 2010, cuando se impuso la austeridad a ultranza como única política con la que afrontar una crisis que no era genuinamente europea.

Ni la peor programación de los ordenadores podría haber conducido a resultados tan adversos como los que hoy exhiben las economías del sur de la eurozona: recesión, tasa de paro en máximos y elevada mortalidad empresarial.

La ficción concebida por los promotores y organizadores de esta iniciativa es un buen pretexto para reflexionar sobre la naturaleza de los problemas a que se enfrenta Europa, la unión monetaria en particular, y las soluciones posibles. Una iniciativa tan inusual como valiosa, que obliga, desde luego a los expertos pero también al público asistente, a revisar esos márgenes de maniobra de la política económica. A plantearse el propio papel de ésta para evitar pérdidas de bienestar de la mayoría de la población como los que esta crisis está generando. Y, desde luego, a contrastar. En mi caso no solo con el otro experto filosofo, también con el gabinete y el staff constituido por unos asistentes al debate que sugirieron ideas y suscitaron interrogantes pertinentes.

Fue una experiencia valiosa que tengo que agradecer a todo el gabinete, pero desde luego a Uriel, que al invitarme a participar pensó que podría decir algo mínimamente de interés. Uriel es un excelente profesor de arquitectura. Editor junto a otros jóvenes e innovadores arquitectos de la singular revista UHF, es uno de los animadores del grupo de discusión de filosofía y arquitectura del Gabinete de Crisis de Ficciones políticas, que se enmarca dentro del proyecto que ojalá disponga de continuidad "¿Quién hace Europa?". Es un exponente de una generación preparada, sensible, con capacidad para cuestionar, pero también para intentar escudriñar de forma interdisciplinar.

Frente a las frecuentes lamentaciones sobre la pobreza o ausencia de debate en torno a los problemas de nuestro tiempo, este grupo ha demostrado ser capaz de enriquecerlo y hacerlo de una forma original, divertida incluso. Ojala se me vuelva convocar, aunque sugiero que sea a una hora mas razonable. Y no necesariamente en calidad de experto, sino como ciudadano dispuesto a luchar con los algoritmos y piñones fijos. La política debe ser el ámbito para tener en cuenta prioridades colectivas, no el resultado de ningún tipo de automatismo, por sofisticada que sea su elaboracion.