Treinta años después de Chernóbil

Treinta años después de Chernóbil

Svieta se va mañana a Orane, a treinta y cinco kilómetros de Chernóbil, pero en estos momentos ella y yo estamos en el Congreso de los Diputados, contándoles que la contaminación radiactiva producida no tiene solución, que en caso de accidente es imposible descontaminar por completo, y que los accidentes nucleares pasan, vaya si pasan. Y que es mejor vivir sin energía nuclear.

Hacía calor y se puso el bañador para ir con su madre a sembrar patatas. Por el camino no paraban de pasar coches con militares. Sin duda, algo estaba pasando, pero no sabían qué ni nadie se lo dijo. Svieta tenía 12 años y, con los amigos en bicicleta, corría tras esos coches echando carreras. Mientras, la contaminación radiactiva de Chernóbil estaba invadiendo sus pequeñas vidas para siempre.

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Durante estos días, Svieta Shmagailo, Svieta para todos, está conmigo en España invitada por Greenpeace, contando su historia de vida durante los treinta años que han pasado desde entonces y que ella ha vivido de cerca. Tan cerca como los treinta y cinco kilómetros que separan su aldea, Orane, del reactor número cuatro de Chernóbil.

Los primeros años fueron duros, su hermana pequeña, con tan sólo cuatro años, tenía mucha radiactividad, pero lo peor llegó después. Quince años más tarde las enfermedades aparecerían por todas partes, enfermedades graves, cáncer. A día de hoy, si cabe, todavía es peor. A las enfermedades se suma que no reciben ninguna ayuda, no tienen alimentos limpios ni posibilidad de comprarlos, no tienen atención médica pública, ni posibilidad de pagar las medicinas o los chequeos médicos. Y además, la guerra que viven hace que nadie se acuerde de ellos.

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Aunque parezca imposible, Svieta tiene fuerzas, alegría y coraje para luchar por el futuro de su aldea, de los niños y niñas que viven allí. A través de la asociación Chernobil Elkartea , todos los años, más de doscientos niños y niñas a su cargo viajan a Euskadi para pasar unas vacaciones viviendo sin radiactividad y comiendo alimentos sin contaminación. Como ella dice, "son nuestros niños, son nuestro futuro".

Svieta se va mañana a Orane, pero en estos momentos ella y yo estamos en el Congreso de los Diputados, contándoles que la contaminación radiactiva producida no tiene solución, que en caso de accidente es imposible descontaminar por completo, y que los accidentes nucleares pasan, vaya si pasan. Y que es mejor vivir sin energía nuclear.