400 euros de religión
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400 euros de religión

El Gobierno ofrecerá a cada dieciochoañero 400 euros de redención a través de la cultura.

Mehmet Özhan Araboga / EyeEm via Getty Images

Reto al lector a que me diga algo que no se considere cultura en la sociedad actual. La gastronomía es cultura. La ciencia es cultura. La meditación es cultura. La ecología es cultura. El deporte es cultura. El folklore. Las series de televisión. Los viajes. La mitología es cultura, como es cultura la moda, el interiorismo, el urbanismo. El skate es cultura. Y el circo. Los talleres de autoconocimiento a través de la pintura con la sangre menstrual son también cultura. El grafiti es cultura. Y la apicultura. El senderismo es cultura, ¿no? Un concierto de música clásica es cultura. La cartelería es cultura. La universidad. La política. Los videojuegos. La novela. El feminismo. La historia. Las lenguas minoritarias, claro. Salvo la tauromaquia -¡por supuesto, hasta ahí podríamos llegar!- todo lo demás que existe es cultura.

No hay concepto más oscuro que el concepto de cultura, pero, a efectos prácticos, funciona socialmente como el sustituto de la religión

Y la cultura es buena. Por definición. No es que los contenidos culturales transfieran su bondad al concepto de cultura, sino que el concepto de cultura transfiere su bondad previa a cuantos contenidos se cobijen dentro de tal categoría. No es que la cultura sea buena porque incluye algo tan valioso como es el teatro de títeres, sino que el teatro de títeres es bueno porque está incluido dentro de algo tan valioso como es la cultura. Recuerdo hace unos años formar parte de unas veinte personas escasas que asistían a un concierto de blues en un bar. Miércoles. Doce y media de la noche. Local sin insonorizar. La policía interrumpe una escala pentatónica e informa de que los vecinos se habían quejado de que no podían dormir. Un músico se encara con uno de los agentes: “¡Es que lo que yo estoy haciendo es cultura!”.

Y la cultura es la solución a todos los problemas sociales. España, año 2050. La gente deja sus coches abiertos con las llaves puestas y marcha a cenar despreocupada. No existen los robos. No existe la pobreza. La última violación contra una mujer ocurrió hace décadas. La sanidad pública no tiene demoras. En los informes internacionales sobre sociedades offshore no figura ningún español. ¿Cómo se ha conseguido tal maravilla? Potenciando la cultura desde la educación infantil: tanta música, tanta poesía se ofrece a la población, que a la gente ni se le ocurre delinquir y charla sobre Caravaggio en los restaurantes mientras degusta comida fusión de zonas remotas del mundo y lamenta que aún haya muchos países en donde viven pobres desgraciados en países sin cultura.

Reto al lector a que me diga algo que no se considere cultura en la sociedad actual

Porque eso es lo que son: desgraciados. Es decir, gente privada de la gracia de Dios. No hay concepto más oscuro que el concepto de cultura, pero, a efectos prácticos, funciona socialmente como el sustituto de la religión. Práctica salvífica que nos redime y transforma nuestra naturaleza impura. Misas laicas a las que la gente asiste para elevarse y santificarse. Nadie sabe lo que es, pero todo el mundo quiere empaparse de ello. El Gobierno ofrecerá a cada dieciochoañero cuatrocientos euros de redención a través de la cultura. No creo que les dé para viajar a Israel y visitar, en el Museo del Holocausto, la sala en donde se explica que el gobierno nazi fue el más culto que jamás había existido y cómo muchos oficiales de las SS gaseaban judíos por la mañana y lloraban de emoción escuchando a Mozart por la noche.

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Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.