Acoso escolar homofóbico. Solos ante el peligro

Acoso escolar homofóbico. Solos ante el peligro

Para los niños y adolescentes sigue siendo un martirio ser o parecer diferentes en cuestión afectivo-sexual. No hay una estructura que les proteja, que les diga que estén tranquilos, que aprendan a conocerse sin despreciarse a sí mismos, sin miedo a ser rechazados, sin pánico a perder el afecto familiar.

Hace solo unos días, 653 adolescentes y jóvenes lesbianas, gais y bisexuales han alzado su voz y nos han hablado del acoso homofóbico que han sufrido en sus escuelas. ¡653! El 43% de ellos nos ha dicho que tuvo la idea de acabar con su vida; el 35% llegó a planificar dicho suicidio; el 17% lo llevó a la práctica. Algunos en varias ocasiones. Repasad las cifras... repensad las cifras...

Estas cifras son personas y para estas personas romper el silencio no ha sido fácil. El 82% ni siquiera llegó a contar a sus familias el calvario que estaban o están padeciendo. Un calvario que han "merecido" por ser o por parecer. Y ahora se han atrevido a romper esa ley terrible de silencio impuesto para participar en el estudio "Acoso escolar homofóbico y riesgo de suicidio de adolescentes y jóvenes lesbianas, gais y bisexuales" , presentado esta semana por la FELGTB y COGAM. En este informe terrible, demoledor, contundente como un puñetazo en la boca del estómago, han participado chicas y chicos de entre 12 y 25 años de 129 municipios españoles. Y son sólo la punta del iceberg... Nos dicen que en las escuelas españolas se maltrata cruelmente a quienes no se ajustan a las normativas de género. Al chico que parece poco masculino. A la chica que se percibe como escasamente femenina. A quien mueve la mano más de la cuenta. A quien se enamora de la persona equivocada. Se les maltrata.

Hay que leer ese estudio. Es preciso escucharles, atender sus relatos de horror, de impotencia y de rabia. Quienes tienen la responsabilidad de educar -que no simplemente enseñar- no pueden ignorar un documento como este: deben conocerlo, sacar conclusiones. Tal vez así el Ministerio de Educación no suprima la lucha contra la homofobia del currículo escolar. Tal vez así las Consejerías desarrollen planes urgentes de combate de una lacra que deja cada año muchas víctimas mortales. Tal vez así, el profesorado se dé cuenta de que no se puede mirar hacia otro lado: el 11% de estos chicos afirma que su acosador, su verdugo, fue, es... alguno de sus profesores... ("¿No eres gay?, cámbiate en el vestuario de chicas", le espetó un profesor a un alumno acosado).

Con estos datos en la mano se confirma la hipótesis del estudio: el acoso escolar homofóbico genera unos sentimientos de desesperanza que llevan con frecuencia a la ideación, la preparación y el intento de suicidio. Según estudios recientes, el 60% de los alumnos gais o bisexuales sufre violencia homofóbica en las escuelas. Si un 17% de estos llega a intentar quitarse la vida, ¿cuántos lo logran? ¿De qué cifras terribles estamos hablando? Ningún estudio sobre suicidio en España estudia la variable de acoso escolar homofóbico en profundidad. Y, sin embargo, los resultados de esta investigación fundamental muestran indicios de que ese acoso específico podría ser una de las principales causas de suicidio entre jóvenes en nuestro país.

En esta España avanzada legalmente y -parece ser- socialmente, sigue existiendo un agujero negro en la igualdad real. El hecho de que Aída, la popular serie, tenga en Fidel, un adolescente gay, a uno de sus protagonistas no debe engañarnos. Para los niños y adolescentes sigue siendo un martirio ser o parecer diferentes en cuestión afectivo-sexual. No hay una estructura que les proteja, que les diga que estén tranquilos, que aprendan a conocerse sin despreciarse a sí mismos, sin miedo a ser rechazados, sin pánico a perder el afecto familiar. En la escuela perciben un silencio vergonzante, un omnipresente "maricón" como el peor de los insultos, perciben una relajación -léase pasividad- pavorosa ante la broma o la agresión por homofobia.

Ante estos datos, ante estos gritos de angustia, se dice con frecuencia que los niños son crueles por naturaleza, que cualquiera que es diferente lo pasa mal... Eso es seguir echando tierra sobre un asunto incómodo: lo cierto es que el acoso homofóbico es una suma de estigmas: al estigma de ser víctima se suma el estigma inconfesable de ser evidenciado como homosexual o bisexual. Y, además, -y esto no sucede en la mayoría de los motivos de acoso- se suma el miedo, en ocasiones insuperable, a que la familia conozca el motivo del bullying.

Un simple ejemplo ilustra esta diferencia. Han coincidido en el tiempo este estudio que comentamos y otro de la OCU sobre acoso escolar en general. En este último, el 11% de las personas que reportaban haber sufrido acoso habían ideado el suicidio. En el que nos ocupa, centrado en acoso escolar homofóbico, esta suma asciende al 43%. Las cifras están allí, tozudas, no es lo mismo... Seamos sinceros: en nuestra sociedad no tiene la misma categorización ser un niño diferente por muchos motivos que ser un niño que posiblemente llegue a ser gay, bisexual, lesbiana... o transexual... Nos falta por hablar de los/las menores transexuales, cuya situación es, todavía, de mucho mayor abandono.

Esto es lo que hay, guste o no guste, nos enfrente o no a contradicciones ideológicas. ¿Qué piensa hacer ante tanto sufrimiento, señor Wert? ¿Para cuándo una legislación precisa que proteja sin ambigüedades las diferencias afectivo-sexuales?, ¿cuánto va a tardar en desarrollarse un plan urgente de prevención del acoso homofóbico y del riesgo de suicidio?, ¿cuándo se va a formar al profesorado para que sea capaz de comprender que en las aulas, en todas las aulas, la diversidad afectivo-sexual es una realidad?