Adiós al cosmonauta que voló por el espacio

Adiós al cosmonauta que voló por el espacio

Leonov y Hawking serán aún después de su muerte, grandes leyendas en el mundo de los viajeros espaciales y de los que viven mirando las estrellas.

Alexei Leonov.Andrei Makhonin via Getty Images

Cuenta el astrofísico Garik Israelian que el día que Alexei Leonov conoció a Stephen Hawking, el cosmonauta se quedó de piedra. Había encontrado alguien más fuerte que él, un ser  humano que seguía haciendo ciencia y divulgando en un estado físico llevado al límite. Leonov y Hawking, fallecidos ambos en menos de dos años, han sido, y serán aún después de su muerte, grandes leyendas en el mundo de los viajeros espaciales y de los que viven mirando las estrellas. Gracias a Israelian, ambos quedaron unidos bajo la capa de Starmus, un festival de ciencia y cultura que se ha quedado sin dos de sus grandes aliados. En herencia, el cosmonauta y el físico han dejado como legado una medalla que premia a quienes más hacen por divulgar las grandes historias de la ciencia.

Garik Israelian ha sido de los asistentes –el único residente en España– que estuvo en el funeral del que fuera el primer ser humano que se dio un paseo espacial, mientras estaba enganchado por una especie de “manguera” a una pequeña cápsula. Ocurrió un 18 de marzo de 1965 y en charlas y entrevistas a lo largo de su vida, Alexei relataba su odisea con pelos y señales, gesticulando para describir el momento en el que intentó volver a entrar en la cápsula y no podía porque su traje espacial, en el vacío, se había inflado por la presión. “La última vez que hablé con él fue el 12 de abril pasado, fecha en la que siempre celebraba el viaje de su amigo Yuri Gagarin y que logró que se conmemorara cada año en Rusia. De camino a los actos, su comitiva siempre paraba en un lugar a beber vodka, porque era el sitio que en el que había estado con Gagarin, como si fuera un rito, y en una ocasión lo hice con ellos. Era vivir la historia”.

Fue en 2010 cuando el astrofísico armenio, fundador de Starmus, empeñado en sacar adelante Starmus en Tenerife –es investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias– logró que una amiga común le presentara al mítico Leonov, el mismo que recordaba de la televisión en su niñez, cuando guionizaba películas de ciencia-ficción. “Al principio, recuerdo que fue serio conmigo, me sentí como si estuviera examinando a un estudiante, pero cuando le hablé de un profesor que tuve y era amigo suyo, cambió. Le entusiasmó que quisiera rendir un homenaje al viaje de Gagarin y se ofreció a escribir conmigo a los astronautas de las misiones Apolo para que se sumaran. Fue un gran éxito total porque al final convenció a muchos, hasta al esquivo Neil Armstrong”, recuerda Israelian.

Y es que la relación entre el cosmonauta y sus amigos de la NASA venía de antiguo. Se remontaba a la misión Soyuz-Apolo de 1975, conocida como Misión de Paz en el Espacio. En plena Guerra Fría, esta aventura consiguió que Rusia y Estados Unidos se dieron un ‘apretón de manos’ cósmico, simbolizado en los brazos de Alexei Leonov y Thomas Sttaford, quien a sus 89 años, y ya en sillas de ruedas, el pasado día 14 de octubre no quiso perderse el entierro de quien consideraba su hermano ruso. “Esa relación con sus amigos de la NASA le trajo algún problema. Cuando visité a Alan Bean, piloto del módulo lunar del Apolo XII, me enseñó el regalo que Alexei le había hecho y tenía en lugar preferente en su casa; también fue gran amigo del escritor Arthur C. Clarke”, recuerda el director de Starmus. 

Leonov y Hawking, fallecidos ambos en menos de dos años, han sido, y serán aún después de su muerte, grandes leyendas en el mundo de los viajeros espaciales y de los que viven mirando las estrellas.

De hecho, por esta última amistad se empeñó en traducir al ruso la obra de Clarke 2001: Odisea en el espacio en los tiempos más duros del telón de acero y recibió una visita de la KGB para investigarle. “Pero Leonov tenía un carácter fuerte y les echó de casa. Entonces, en Rusia era una leyenda y no pudieron hacer nada contra él. Más tarde, Clarke bautizó como ‘Leonov’ la nave de su obra 2010: Odisea 2 en homenaje a su amigo”.

Bastaba verle y escuchar su potente voz para adivinar que podría parar a ese hombre de corta estatura (“Me eligieron bajito para que entrara en la cápsula, como a Yuri”, me dijo en una entrevista) pero de portentosa energía. Al parecer, sólo lo hizo la muerte de una hija de 30 años, que le causó un infarto y debilitó su corazón. Pero siguió adelante, en los últimos años ‘enganchado’ al festival que un día le propuso un armenio que escucha música de las estrellas y al que no faltó hasta que fallaron sus fuerzas.

“Su primer encuentro con Hawking fue en Tenerife en 2014. Se quedó mudo al verle, emocionado, y logró romper el hielo con el físico británico, lo que no era fácil. Al año siguiente, organizé una charla del cosmonauta en el Museo de Historia Natural de Londres y Hawking quiso venir a escucharle”, cuenta Isralian. Con este motivo, el astrofísico convocó una comida entre ambos y Leonov, que ocultaba bajo su coraza un artista, se sentó frente a Hawking para sacar sus lápices y hacer el boceto de un retrato que acabaría en su hotel más tarde, de memoria. Hoy ese retrato ilustra una de las caras de la Medalla Hawking a la divulgación científica; la otra cara lleva el famoso dibujo que hizo el propio Leonov de su primera aventura, ese icónico paseo espacial  que forma parte de la historia humana. Por cierto que esta medalla ya ha sido entregada a divulgadores y artistas como Buzz Aldrin, Brian Eno, Elon Musk, Neil deGrasse Tyson, la serie The Big Bang Theory o Hans Zimmer, entre otros.

  Funeral de Leonov.KIRILL KUDRYAVTSEV via Getty Images

Pero su implicación en Starmus fue mucho más allá, pues como miembro de su consejo, y pese a sus edad, no no dudaba en viajar a Londres, Bruselas o Madrid para estar en las ruedas de prensa donde se presentaba el evento, que por cierto en sus últimos ediciones ya no se celebra en España.

A su entierro y funeral, en Moscú, en instalaciones del Ministerio de Defensa ruso, como marca su condición de general, no quisieron faltar ni Valentina Thereskova (la primera mujer en una misión espacial), ni Yuri Baturin ni otros muchos cosmonautas que fueron a despedirle en un día gris y frío.

Fue un encuentro en el que se habló mucho de su desánimo de los últimos tiempos al ver que su Gobierno perdía interés y su país protagonismo en la investigación espacial, pero sobre se recordaron grandes momentos gloriosos de unos viajes al espacio que hoy son legendarios y cuyos protagonistas van desapareciendo. Gracias a Starmus Festival muchos miles de personas han podido escucharlos en directo. Y eso no tiene precio…

Síguenos también en el Facebook de El HuffPost Blogs