Adivina quién viene a cenar esta noche

Adivina quién viene a cenar esta noche

Según el excelentísimo ministro de Interior, estas Navidades han sido especialmente difíciles en Catalunya. No por la crisis, ni por los desahucios de muchas familias, ni por el paro, ni por la violencia machista contra las mujeres, sino por el auge del independentismo. Según el responsable de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el debate sobre una Catalunya independiente provoca división en la sociedad catalana, una fractura social sin precedentes. Y añade que muchas familias catalanas no se reúnen para eludir el debate y el enfrentamiento.

Según el excelentísimo ministro de Interior, estas Navidades han sido especialmente difíciles en Catalunya. No por la crisis, ni por los desahucios de muchas familias, ni por el paro, ni por la violencia machista contra las mujeres, sino por el auge del independentismo. Según el responsable de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el debate sobre una Catalunya independiente provoca división en la sociedad catalana, una fractura social sin precedentes. Y añade el ministro Fernández que muchas familias catalanas no se reúnen para eludir el debate y el enfrentamiento.

¿Adivina quién viene a cenar esta noche? Le dice una señora a su marido y ante el ceño fruncido de éste añade ella: ¡Tu futura nuera, la independentista! ¡Pues no hay cena de Nochebuena ni comida de Navidad! Responde el marido sobresaltado. Ni Stanley Kramer, director de la mítica película de 1967 Guess who's coming to dinner lo reflejaría mejor a día de hoy que nuestro ministro. Por cierto, ministro que es el catalán del Gobierno. Pasar de Piqué a Fernández da cuenta del salto cósmico al que está sometida España.

La desconexión entre la España oficial y la real aumenta cada día y este tipo de declaraciones dan cuenta de ello. Porque la fractura social en Catalunya, como en Madrid o en Torreblascopedro, se debe al paro, a la permisividad y trato de favor a la banca y a las multinacionales por parte de los distintos Gobiernos de España, lo que contrasta con el acoso y derribo de las PYME y los autónomos, los recortes en pensiones, educación, sanidad y servicios sociales. En definitiva, la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y la caída en la práctica indigencia de muchas familias trabajadoras. Esta es la auténtica fractura social.

Lo demás es debate político. Lo de Catalunya es un debate político en el cual se contrastan dos modelos para Catalunya, seguir igual o ser un nuevo estado. Confundir el debate con fractura denota las hondas carencias que la transición española ha acarreado desde el franquismo. Cuando la democracia está bien asentada ni votar ni debatir debe ser un tabú. En Catalunya como en todas partes las familias que se reúnen por Navidad o Año Nuevo hablan, discuten, debaten sobre los temas de interés. Es lógico y saludable. ¿O no se habrá debatido el proyecto de ley sobre el aborto en infinidad de sobremesas? No sólo de Ronaldo, Messi y Costa se discute entre turrón y barquillos. Ciertamente hay quien añora aquello de fútbol y toros pero por suerte la mayoría, la sociedad, va por delante de la minoría, los que mandan. Pese a lo que creen algunos gerifaltes que creen dominar la opinión pública, hay vida más allá de los tertulianos. Pero la España oficial que pretende prohibir y multar a la disidencia es la misma que considera que debatir sobre el futuro de Catalunya es un mal en sí mismo, y aún no ha entendido que el debate no es un capricho de Artur Mas o del Gobierno catalán. Se niega a entender que hay una mayoría creciente en Catalunya que demanda libertad y este clamor sólo se dilucidará mediante urnas. Y esto les lleva a una silogismo que va a tener fatales consecuencias para los partidarios de la permanencia de Catalunya en España: si el independentismo no existe, no hace falta hablar con él, y si una minoría persiste está crispando el ambiente y creando una fractura social.

Nada nuevo bajo el sol. Rajoy no es Spencer Tracy en la película de Stanley Kramer, ya que el padre de Katharine Houghton, pese a la perplejidad y estupor inicial por el noviazgo de su hija con Sidney Poitier, acaba asumiendo la realidad. El ministro de Interior, como todo el Ejecutivo y buena parte de los poderes fácticos, tarde o temprano tendrá que aceptar que hay debates pendientes y tendrá que participar en ellos con una mentalidad que supere las rígidas estructuras mentales del franquismo. Y no sólo me refiero a la independencia de Catalunya, sino también a debates pendientes como una fiscalidad más equitativa, el control de la banca privada, un sistema efectivo y directo para acabar con la corrupción o un cambio profundo para garantizar la movilidad social en la judicatura,....

Lo dicho, no conozco a nadie en Catalunya que deje de reunirse con sus amigos y/o familia a causa del debate soberanista, sí en cambio conozco a muchas familias y amistades rotas a causa del paro o la pobreza creciente. Esta es la cruda realidad y sólo aquellos que la desconocen o pretenden manipularla pueden ver una fractura en aquello que es consustancial a la democracia: la contraposición de la ideas.