Por qué es muy probable que sufras si viajas mucho

Por qué es muy probable que sufras si viajas mucho

No digas que nunca has tenido un flechazo con alguien, de manera completamente aleatoria, mientras estabas de viaje. Somos humanos, es imposible que no suceda y es mucho más fácil cuando tiene lugar en un momento y sitio inesperados. Estos flechazos son geniales, aunque no tanto cuando uno de los dos se tiene que ir.

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¿Alguna vez has sentido esa punzada de tristeza al estar sentado en tu asiento del avión de vuelta a casa, después de haber visto sitios alucinantes? Es posible que esté describiendo mi situación actual, pero estoy muy segura de que el síndrome postvacacional existe y es algo muy serio. Si viajas mucho, vas a sufrir sí o sí.

Siento como si mi corazón se hubiera roto y no entiendo por qué. Viajo constantemente y, por alguna razón desconocida, ayer me sentía enrabietada porque quería quedarme en Sudamérica en vez de subirme al avión que me llevaría de vuelta a Estados Unidos. Por irónico que parezca, cancelaron mi vuelo anoche, algo que me hizo muy feliz, pero esta mañana he vuelto a sentir esa desazón al ver que ya me habían asignado otro vuelo.

¿Por qué me siento así? No he roto con nadie, ni he perdido a un ser querido, ni me he enterado de que mi pareja me ha puesto los cuernos o está enamorada de otra persona. Aunque sí que vi cómo un coche atropelló a un perro, eso ha sido la única cosa realmente mala que me ha pasado en este viaje de dos semanas. Entonces, ¿por qué narices estoy tan triste por volver a casa? He tenido que ayudarme de unas pocas copas de vino, pero creo que ya sé por qué.

1. Te enamoras de un sitio y te tienes que ir

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¿Alguna vez has viajado a un sitio tan genial que te acabas enamorando de él y no quieres irte jamás? Eso me pasa a mí la mayoría de las veces, por eso, al final del viaje, me pongo muy triste. El tiempo pasa volando: de repente, una semana parece durar un día, y te entristece pensar en irte de ese sitio tan maravilloso que acabas de descubrir. Es como enamorarte de alguien a primera vista en un aeropuerto, tomarte algo con esa persona y que te llamen tres veces por megafonía para que te subas corriendo a tu avión.

2. No tienes ni idea de cuándo podrás volver

La pregunta que más me duele que me hagan cuando viajo es: "¿Y cuándo vuelves?". Es la única a la que respondo con verdades a medias sobre el dinero, el tiempo y el deseo de ver nuevos sitios: "No lo sé". Y es la verdad. Sé que hay muchos sitios que me gustaría visitar, pero también sé que no tengo el dinero suficiente como para ir a donde se me antoje, y menos dos veces. Lo más doloroso no es que la mayor parte de las veces me gustaría volver y no pueda, lo más doloroso es que las personas que conozco en estos viajes quieren que vuelva.

3. Todavía quedaban muchas cosas por hacer

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Aunque soy la reina de ir a la aventura, de ver y hacer lo máximo teniendo en cuenta el tiempo del que dispongo, siempre hay algo más que me gustaría haber hecho, y me entristece irme sin haber podido experimentarlo todo. Estas dos últimas semanas las he pasado haciendo un montón de cosas alucinantes. He visitado el Valle Sagrado de los Incas, he recorrido el Camino Inca hacia el Machu Picchu, he cogido un autobús en Cuzco para ir a las islas flotantes de Puno. Después, he cruzado la frontera con Bolivia para ver el lago Titicaca, he ido en bici por el Camino de la Muerte y he visitado el Salar de Uyuni.

Y después de hacer todo eso, estaba de morros. Tenía muchísimas ganas de montarme en el primer autobús que viera para seguir explorando Sudamérica. Pero mi pasión por los viajes se ha visto truncada porque estoy de vuelta a casa en vez de en un autobús camino de Chile o de Argentina.

4. Haces nuevas amistades que significan mucho para ti

Una de las cosas que más me gusta de la gente que viaja es su capacidad de hacer amistades rápidamente, sin importar de dónde sean o en qué etapa de su vida estén. El día que recorrí el Camino Inca me hice amiga de una mujer que viajaba sola porque sus hijos ya eran mayores (de hecho, tenían mi edad) y pasamos cuatro días juntas. Se llama Brenda, es de Filipinas, trabajó en el ejército y ahora viva en Filadelfia y trabaja en la empresa especializada en óptica e imagen Olympus. Fue muy amable conmigo, me dejó su crema después de que yo me quemara y también me prestó su batería portátil para que pudiera cargar todos mis aparatos electrónicos.

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En Bolivia, alguien me preguntó cuánto tiempo llevaba siendo amiga de los holandeses, canadienses y australianos con los que estaba. Me lo preguntaron porque parecíamos muy unidos y nos sorprendimos al pensar que la respuesta era: "Desde ayer". Volví a ponerme triste. Acababa de conocer a estos amigos de distintas partes del mundo, a personas que me habían ayudado cuando no cumplía con todos los requisitos necesarios para cruzar la frontera boliviana, a personas que se unieron a una aventura que no habían planeado.

Los echo de menos y me entristece que vivamos en países distintos. No sé cuándo nos volveremos a ver. Si fuera millonaria, regalaría un vuelo a todas las personas de las que me he hecho amiga mientras viajaba para que pudiéramos vernos otra vez.

5. Te enamoras fugazmente

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No niegues que nunca has tenido un flechazo con alguien, de manera completamente aleatoria, mientras estabas de viaje. Somos humanos, es imposible que no suceda y es mucho más fácil cuando tiene lugar en un momento y sitio inesperados. Estos flechazos son geniales, pero no es igual de genial cuando uno de los dos se tiene que ir, especialmente si vivís en países distintos. Entonces vuelve la tristeza.

6. Sabes que cuando vuelvas a casa nada será igual

Las navidades acaban de terminar y no puedo dejar de pensar en cómo pagaré mi próximo billete de avión para volver a Sudamérica. No quiero regalos, no quiero celebraciones, quiero estar de camino a la Patagonia e intentar conseguir un hueco para ir en barco a la Antártida desde Ushuaia. Cuando vuelva casa, nadie va a saber de lo que hablo. Voy a estar en Florida y no va a haber ningún sitio al que ir, ningún sitio que explorar, ningún acantilado en el que sentarme. Lo único que me voy a encontrar va a ser trabajo y gente hablando de más trabajo y de tener hijos.

7. Sabes que será difícil volver a viajar

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Anoche, mientras seguía en Perú, me puse a buscar los vuelos más baratos desde casa a cualquier parte del mundo. Me deprimí pensando en lo cerca que estaban los sitios que quería visitar en ese momento (Chile y Argentina) y lo caros que eran los vuelos desde casa. Un viaje no sólo implica mucho dinero, sino también tiempo para planificarlo y para ahorrar, un proceso muy doloroso de por sí.

8. Echarás de menos todo a lo que te acostumbraste

Recorrer el Camino Inca me llevó sólo cuatro días, pero me daba la sensación de que llevaba haciéndolo toda la vida: cada mañana me levantaba, me tomaba un mate caliente, me vestía en la tienda de campaña, hacía el equipaje, iba a desayunar a la "carpa comedor", hablaba con el resto de excursionistas y el guía, me iba a hacer senderismo, comía, hacía un poco más de senderismo, volvía al campamento, me tomaba el té, cenaba, charlaba un poco más y me volvía a la tienda de campaña a dormir para prepararme para un nuevo día exactamente igual. Aparte del cansancio de hacer senderismo, echo mucho de menos esa rutina. Me da mucha pena no dormir en esa pequeña tienda de campaña, no charlar con el resto de excursionistas y echo de menos a ese guía tan guapo.

9. Te planteas constantemente "¿Qué pasaría si...?"

Ahora mismo, la pregunta que más me ronda la cabeza es: "¿Qué pasaría si hubiera aplazado mi vuelo un par de días para poder ir a Chile después de Bolivia en vez de volver a Lima?". O peor: "¿Qué pasaría si me hubiera quedado en Sudamérica, hubiera cogido un autobús hacia Chile, hubiera cruzado la Patagonia y luego me hubiera ido a Ushuaia para intentar llegar a la Antártida o a Buenos Aires y luego a Punta del Este para coincidir con mis nuevos amigos?". También me hago preguntas más dolorosas como: "¿Qué pasaría si hubiera dicho que sí a esa cena?" o "¿Qué pasaría si hubiera ido con ellos a Argentina?". Para alguien que viaja mucho, son problemas reales y dolorosos.

10. Sufrirás el síndrome postvacacional

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En caso de que no sea obvio que este viaje me ha destrozado por varias razones injustificadas e inválidas, quiero repetir que estoy muy triste por estar volviendo a casa en vez de seguir viajando, seguir viendo a mis nuevos amigos y seguir conociendo a gente nueva y visitando sitios nuevos. Creo que esta sensación se llama síndrome postvacacional, un trastorno bastante serio que sólo se puede curar viajando más.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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