La nueva era de Israel sin el 'rey Bibi'

La nueva era de Israel sin el 'rey Bibi'

La coalición que aspira a desbancar a Netanyahu tiene enormes retos en economía o seguridad que dependen, aún, de que el primer ministro les quite algún tránsfuga.

La foto es histórica: un centrista liberal firma con un ultraderechista judío y con un árabe islamista un acuerdo para conformar un gabinete de unidad en Israel. Era el final, in extremis, de una negociación que ha cuajado en una amalgama de ocho formaciones de todo tipo y condición, unidas por un mismo lema: “Bibi, a casa”. Fin a 12 años consecutivos de reinado de Benjamin Netanyahu, o eso parece, porque con el halcón del Likud nunca se sabe y queda aún una semana para que la votación definitiva del gabinete.

Estupefacción, incertidumbre y algo de esperanza, también, es lo que se vive ahora mismo en Israel. Estupefacción, porque se roza un cambio de primer ministro que parecía impensable a juzgar por los números arrojados por las elecciones de marzo, con un país absolutamente fraccionado ideológicamente y más propenso a votar según lo bien o mal que caiga un candidato, o a la contra: pro Bibi o anti Bibi.

Incertidumbre, porque existe un riesgo claro de que Netanyahu, en su labor de zapa, convenza a algún diputado derechista de los que ahora mismo están en el bloque que aspira al Gobierno para que no vote como sus compañeros. Que se convierta en tránsfuga, vaya. Un tamayazo a la israelí. El aún primer ministro cuenta con apoyos de 58 parlamentarios y la mayoría absoluta de la Knesset está en 61. Un pequeño movimiento desestabilizador y se cae el castillo de naipes que tanto le ha costado levantar a Yair Lapid, líder de Yesh Atid y segundo más votado.

Y la esperanza, entreverada de escepticismo, es la que ha hecho que muchos ciudadanos salgan a la calle a festejar la alianza que pone fin a la era Netanyahu. Por más que frente a ellos tengan a otro medio país, protestando precisamente por un Ejecutivo que denostan como frankenstein, como peligroso para la seguridad, en palabras del propio Netanyahu. Hay aires de cambio y es eso lo que busca esta suma heterogénea e impensable hace apenas un mes.

“Prometo que este Gobierno trabajará al servicio de todos los ciudadanos israelíes, de los que votaron a favor y de los que no. Respetará a sus oponentes y hará todo lo que esté en su poder para unir y conectar a todas las partes de la sociedad israelí”, ha señalado Lapid.

Partido a partido

Los nuevos socios, por ahora, se conforman con pasar metas volantes. La primera, la de la alianza, la lograron a 35 minutos de que acabase el plazo. Sus caras lo decían todo. Comunicado su acuerdo el 2 de junio, se ha abierto un periodo máximo de 12 días para fijar la sesión especial del parlamento en la que se vote el Gobierno con tres formaciones de derechas, dos centristas, dos de izquierdas y una árabe. Obviamente, quieren que se fije ese acto cuanto antes. Más días, más riesgo de que el encantador Netanyahu capte a algún diputado.

Hasta ahora, sólo ha trascendido la crítica de un diputado de Yamina, el partido de Naftali Bennet, segundo hombre fuerte de la coalición pese a aportar sólo siete escaños y que será primer ministro si sale todo como está previsto, ante el paso al lado de Lapid para facilitar la suma. Bennett y Lapid se repartirán el cargo, dos años cada uno. Sin embargo, este parlamentario, Nir Orbach, ha enfatizado que no tiene “ninguna intención” de cambiarse de bando, informa EFE.

  Benjamin Netanyahu, el pasado enero, en una rueda de prensa en Jerusalén. RONEN ZVULUN via REUTERS

¿Y una vez que Netanyahu no sea el premier? Que nadie espere mucho del nuevo Gobierno. Ni grandes iniciativas ni normas de relumbrón, ni apuestas de las que quedan en los libros de historia. Sobrevivir será su reto diario porque con Bibi en la oposición, azuzando como ya hace a la ultraderecha más incómoda con este pacto o a los colonos -unos 600.000 que residen ilegalmente en Cisjordania y Jerusalén Este, suelo palestino, y entre los que Bennett tiene un enorme predicamento porque fue su portavoz-, no quedará más que evitar fugas. Que nadie dé por muerto a Netanyahu. Se las sabe todas.

Además, los partidos excluidos del nuevo Ejecutivo, incluyendo al Likud de Netanyahu, tienen la posibilidad de disputar la legalidad de los acuerdos alcanzados, en un intento de obstaculizar su formación.

“Este Gobierno del cambio es realmente la noticia que tantos ciudadanos estaban esperando, algo que Israel necesitaba muchísimo. Aún tenemos un largo camino por delante para asegurarnos que las cosas se hacen como deberían”, reconoce Merav Michaeli, la líder de los laboristas, asumiendo la cuesta arriba que han de subir ahora.

La justicia, el golpe esperado

Todo son preguntas: ¿cómo será un Gobierno comandado por un religioso, que no encabeza siquiera ni la segunda fuerza más votada? ¿Cómo se las apañarán para votar todos por igual, si las formaciones van desde lo más derechista que hay en el país hasta lo más progresista que hay en el país? ¿Qué materias los pueden unir, qué agenda primará? ¿Habrá familias o ramas internas en cada partido que boicoteen su labor?

Los analistas locales defienden que los socios sólo tienen un marco de actuación. Lo demás, se construirá con los días. Es un grupo erigido para derrotar a una persona, pero no para gestionar un modelo de país, sino muchos. “Voluntad, confianza, lealtad y servicio común”, repite Lapid como receta.

Lo que puede dar una estabilidad inmensa a este Ejecutivo es que la justicia hunda a Netanyahu, en el juicio por corrupción que está abierto en estos momentos y para el que necesitaba la protección del cargo de primer ministro, el aforamiento que le sirve de escudo. Ahora se cae y las consecuencias de una sentencia condenatoria pueden ser definitivas.

A Netanyahu se le procesa por soborno, fraude y abuso de confianza por impulsar regulaciones que beneficiaron a un empresario mediático, a cambio de una cobertura amable de portal de noticias más popular del país, por recibir regalos ilícitos valorados en cerca de 183.000 euros a cambio de favores y por acordar con el diario Yedioth Ahronoth debilitar al diario de la competencia, Israel Hayom -favorable a Netanyahu-, a cambio de una cobertura más favorable al primer ministro en el primer medio.

Los retos

Estos días se habla de “política con altura de miras”, “de Estado”, de “altos vuelos”, todo muy desdibujado y vago, pero con una verdad de fondo: o se arrima el hombro, todos por igual, o se hunde la alternativa del “Gobierno del cambio” por puro partidismo. Y lo que hay por delante merece el esfuerzo. hay que afrontar difíciles retos diplomáticos, económicos y de seguridad. Por ejemplo, recuperar o no el inexistente proceso de paz con los palestinos; el mantenimiento de la tregua con Hamás en Gaza; el posible regreso de EEUU al pacto nuclear con Irán, tras haber abandonado el texto en tiempos de Donald Trump; la relación con la administración de Joe Biden, favorable a la solución de dos estados, uno israelí y uno palestino; o la investigación por crímenes de guerra de la Corte Penal Internacional son algunas de ellas.

Una fuente involucrada en las negociaciones ha explicado a la agencia Reuters que el gabinete intentará mantener el consenso evitando los temas ideológicos más candentes. Bennet ha declarado que todas las partes tendrán que buscar compromisos para afrontar la primera prioridad: recuperar la economía tras la pandemia de coronavirus. La deuda pública alcanzó el 72,4 % en 2020, cuando 2019 era del 60%, y el déficit se disparó del 3,7 % al 11,6 % en el mismo periodo. Sanitariamente, Netanyahu se coronó comprando vacunas antes que nadie y pagando lo que hiciera falta (incluso vendiendo información de pacientes a las farmacéuticas).

Una de las ansias ante la cercanía del nuevo equipo es que, al menos, se pase página del “régimen semimonárquico” actual, como lo llama el analista del Yedioth, Nahum Barnea. Que se hagan reformas que impidan que un mandatario esté en el poder más de ocho años, acabada como está la época de los padres y los abuelos del estado de Israel.

La Asociación por los Derechos Civiles de Israel (ACRI) ha elaborado un listado con las urgencias que debe abordar este Ejecutivo y destaca, por encima de todo, que ha de “arreglar la fractura” que hay en la sociedad, las tensiones y divisiones internar, y la “injusticia social”, cada vez más marcada, con mayores diferencias de oportunidades. “El hito de la unidad”, dice, ha de ayudar a “normalizar” un estado en el que hay necesidades “desesperadas”, como el derecho a una existencia digna con servicios sociales, pensiones y educación de calidad, el respeto a minorías como la árabe (20% de la población), la garantía de separación entre estado, justicia y religión y la necesidad de un pluralismo mediático y asociativo. Oportunidades y justicia social, como reclamaban los manifestantes ante la casa de Netanyahu.

Si los antiBibi no llegan al poder, habrá que ir a elecciones, las quintas en dos años, en un clima de cansancio hondo en la ciudadanía. “Apostemos por la cordura, no hay más remedio”, recomienda Lapid. De fondo, se oye la maquinaria de Netanyahu trabajando a destajo para truncarle los planes.

 

QUIÉNES Y CÓMO SON LOS PARTIDOS DE LA ALIANZA DEL CAMBIO

Yesh Atid (Hay futuro)

El partido, de corte secular y sionismo liberal, fue fundado en 2012 por Lapid, un experiodista muy popular. Apoya la solución de dos Estados para resolver el conflicto palestino israelí. En las elecciones del pasado 23 de marzo obtuvo 17 escaños, la segunda fuerza tras el Likud.

Yamina (Derecha)

Se trata de una coalición de tres partidos religiosos, sionistas y de extrema derecha liderados por Naftali Bennett. La coalición niega que Cisjordania se encuentre bajo ocupación y no acepta la solución de dos Estados. “La tierra es nuestra”, dicen. Bennett empezó su carrera política como ayudante de Netanyahu en 2005, tras estar en el ejército y ser emprendedor. Se pelearon y ahora se odian profundamente. 

Tikva Hadashá (Nueva Esperanza)

El partido nacionalista sionista fue creado por Gideon Saar, tras separarse del partido de Netanyahu en 2020. Tiene seis escaños en el Parlamento. También se opone a la solución de dos Estados. Saar ejerció como ministro de Educación y del Interior en diversos gobiernos de Netanyahu. Éste le ofreció el puesto de primer ministro durante sus esfuerzos por formar su Gobierno de coalición, una oferta que Saar rechazó. También se odian. 

Israel Beitenu (Israel es nuestra casa)

Sionista revisionista, el partido fue fundado en 1999 por el exministro de Defensa y Exteriores, Avigdor Liberman. El discurso del partido está dirigido principalmente a los judíos de las antiguas repúblicas soviéticas, exige que los judíos religiosos también hagan el servicio militar obligatorio y se opone a la solución de dos Estados. Tiene siete diputados.

Meretz (Marcha)

El partido, de corte socialdemócrata, el más progresista del país, fue fundado en 1997 por Nitzan Horowitz y ha ido perdiendo peso con los años. Apoya la solución de dos Estados y se opone a la ley de Estado Nación, aprobada en 2018, que prevé dos modelos de ciudadanía por implantar el estado judío. Tiene seis diputados en la Knesset. 

Partido Laborista Israelí

Liderado ahora por Merav Michaeli, el partido centroizquierdista fue creado en 1968 y apoya la solución de dos Estados. Tiene siete diputados. Fue una formación clásica en las primeras décadas del país, muy debilitado en los 20 últimos años. 

Kahol Lavan (Azul y Blanco)

Coalición sionista que defiende el liberalismo social y rechaza la solución de dos Estados. Fue creada por el ministro de Defensa, Benny Gantz, en 2019, exjefe del estado mayor y con gran prestigio militar. También se oponía a Netanyahu, pero pactó con él una legislatura en la que debían turnarse el cargo de premier. No ha llegado a tocarlo siquiera. Tiene ocho diputados.

Ra’am

El partido fue creado en 1996 y durante seis años formó parte del bloque Lista Árabe Unida. Apoya la solución de dos Estados y se opone al sionismo y la ley de Estado Nación. En las últimas elecciones logró cuatro escaños. Es una revolución, porque nunca una formación árabe se había sentado en la bancada del Gobierno. Un 20% de la población de Israel es árabe, actualmente.