Ante la desigualdad de las pensiones, feminismo

Ante la desigualdad de las pensiones, feminismo

Nuestro país y nuestras pensionistas necesitan urgentemente que se tomen políticas feministas con valentía y contundencia.

Una mujer mayor durante una manifestación feminista. SOPA Images via Getty Images

La desigualdad está en todos los ámbitos de la vida. Forma parte del sistema, de la estructura social, política y económica y, cómo no, del sistema de protección del Estado. Por eso, decimos que el feminismo tiene que aplicarse de manera transversal y llegar a cada espacio de la vida recorriéndola en su totalidad. 

El sistema público de pensiones es uno de los ejemplos donde mejor entendemos la importancia de la transversalidad del feminismo. 

A las mujeres se les ha adjudicado un papel testimonial y precario en la economía formal, en la que el trabajo es remunerado y, por el contrario, han sido relegadas a un papel protagonista en la economía informal, como cuidadoras y realizadoras de las tareas del hogar. No hace tanto que se entendía que las mujeres trabajábamos, no por nuestra valía, ni para ser económicamente independientes, sino solo para ayudar a los demás. 

En la actualidad, hay que reconocer el avance en derechos que las mujeres hemos conseguido, no sin represión. Hoy podemos trabajar sin la autorización de nuestros padres o maridos, aunque sea cobrando menos que los hombres y ocupando empleos y jornadas más precarias. 

Para negacionistas del machismo y la desigualdad, algunos datos. De media, los hombres cobran 5.800 euros al año más que las mujeres. Las mujeres tenemos menor tasa de ocupación y, por ende, mayor tasa de paro y mayor precariedad en el trabajo. Los hombres dedican una hora y media al día a los cuidados, mientras que las mujeres dedicamos cuatro horas, y dos millones de mujeres no tienen un trabajo remunerado por deber encargarse de las tareas del hogar. Además, por si con los datos no queda suficientemente claro, “ayudar” en las tareas de la casa y en los cuidados no es ejercer en igualdad. 

Nuestro país y nuestras pensionistas necesitan urgentemente que se tomen políticas feministas con valentía y contundencia.

La consecuencia de todo lo anterior es que las mujeres cotizamos menos y, por tanto, tenemos pensiones mucho más bajas o dependemos de las pensiones de viudedad. De esto se habla poco. La mayoría de las pensiones contributivas las perciben los hombres y son, de media, 450 euros más altas que las de las mujeres. Las pensiones no contributivas las cobran sobre todo mujeres, y su cuantía, 392 euros, no les permite salir adelante en condiciones dignas.

Las mujeres hemos entrado en el mercado laboral sin conseguir deshacernos de los roles ni de los estereotipos que nos han impuesto. Sostenemos la sociedad a través de la invisibilización de nuestros trabajos y de la precariedad, impuestos por un patriarcado que sigue fuerte.

Nuestro país y nuestras pensionistas necesitan urgentemente que se tomen políticas feministas con valentía y contundencia. Aumentar las pensiones mínimas y no contributivas y la consecución de la igualdad retributiva es fundamental. El reconocimiento por la economía formal de los trabajos de cuidados es una de las cuestiones pendientes más importantes que tiene nuestro país por delante. La gratuidad de las escuelas de 0 a 3 años y la vigencia de los permisos iguales e intransferibles son pasos imprescindibles para acabar con la discriminación laboral por cuestión de género, pero a la vez lo es, para avanzar en el reparto igualitario de los cuidados.

Conseguir la igualdad requiere mover todo un entramado de políticas que excluyen a las mujeres. Las mujeres nos queremos libres y sólo podremos conseguirlo feminizando cada espacio de la sociedad, para que que sea la vida la que ocupe el centro.

El futuro será feminista.

Isa Franco es diputada de Unidas Podemos en el Congreso.