Arima Basque Gastronomy, alma vasca en Madrid

Arima Basque Gastronomy, alma vasca en Madrid

El restaurante Arima situado en la concurrida calle Ponzano es una de las alternativas más interesantes de la misma

.Álvaro Salinero

La cocina en Madrid está cambiando, los cocineros ya no suelen ser los que protagonizan las grandes aperturas, al menos financieramente hablando. Los grandes restaurantes en calles de lujo con decoraciones oníricas copan la ciudad debido a que este pequeño mundo se ha convertido en uno de los negocios más rentables para fondos de inversión y empresarios. Por fortuna, quedan pequeños refugios donde cocineros como Rodri y Nagore pueden protagonizar su propuesta: Arima, una pequeña casa de comidas en la calle Ponzano, arteria de los bares madrileños, donde llevan haciendo las cosas bien desde su apertura en 2016.

A Rodri, su cocinero, ya lo conocía de su anterior etapa en Chuka Ramen Bar, una taberna que fusiona la cocina china y japonesa donde probé el primer gran bao de mi vida y un ramen espectacular, por lo que evidentemente iba entusiasmado a conocer esta taberna. Nagore es el alma del establecimiento, nunca mejor dicho ya que arima significa alma en vasco, una todoterreno que decidió asentarse y mostrar su lado más personal y cercano.

Arima es una casa de verdad, donde te hacen sentir; el servicio es cercano, natural y espontáneo para lo bueno y lo malo, es una pena que el día que fui a hacer la visita ni Rodri ni Nagore se encontraran allí, estaban celebrando con los genios de Bagá su segundo aniversario en Jaén. El local es estrecho con una primera zona de pintxos, una cocina minúscula y un comedor interior en donde no cabrán mucho más de 20 personas. La carta es ligeramente diferente en una zona y en otra, pero si les pillas con un buen día te traen lo que pidas.

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La propuesta es clara, tiran para la tierra, cocina vasca de principio a fin, versionan su cocina tradicional, donde su fuerte sin las verduras... ¡qué manjar! Para ser concretos, mi comida empezó con unas gildas Joxefa 2.0, una versión tremedamente original de la gilda donostiarra. Le siguieron unas croquetas de Stilton, el queso azul inglés más famoso, y una de las mejores ensaladas que me he tomado últimamente, con anchoa, tomates asados, ventresca y pan soplado relleno de mahonesa de erizos, alucinante. Como plato principal llega la txuleta de vaca, de cárnicas Goya, sin duda lo menos destacable de la velada, acompañada de unos pimientos del piquillo asados, como manda la tradición. El postre fue el tradicional pastel vasco de crema de Rafa Gorrotxategi.

Una agradable comida que fue de más a menos y un pequeño anhelo: probar su rodaballo, especialidad de la casa pero que ese día no tenían, pequeño fallo para tener una carta con sólo unas quince opciones. De todas maneras, comí muy bien y volveré a buscar a este delicioso pescad que en el País Vasco asan como nadie.

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