Aristóteles para populistas

Aristóteles para populistas

Contra el uso de sofismas o cualquier intento de manipulación por medio del lenguaje, la lógica se presenta como un antídoto eficaz.

Escultura del filósofo griego Aristóteles. paulshark via Getty Images

A principios de este siglo más de 120 millones de personas vivían en un país cuyo presidente, canciller o primer ministro era calificado como populista; actualmente más de 2.5 mil millones de personas se enfrentan a discursos propagados directamente por ese tipo de líderes. Lo que vuelve peligrosa a esta clase de retórica es la mezcla entre populismo, autoritarismo y nacionalismo, porque infecta paulatinamente el discurso público y puede llegar a convertirse en una auténtica peste. Sin embargo, este acelerado auge del populismo y de su retórica abre espacios para la lógica más allá del campo universitario.  

Para contrarrestar de forma efectiva el discurso populista no hay que evitarlo, sino estudiarlo, observar cómo funciona y se desarrolla, para poder atacar e inutilizarlo cuando se presente. La retórica populista, tal como la hemos visto propagarse con Trump, Bolsonaro, Narendra Modi, etc., utiliza un principio filosófico derivado de la navaja de Ockham llamado: «Hazlo simple y estúpido» como: «Make America Great Again» y «Brasil encima de todo, Dios encima de todos», «Modi makes it possible». Con esos slogans ganaron las elecciones y ahora están gobernando. No obstante, cuando estos políticos cometen falacias, por la variedad y lo veladas que se presentan, no siempre resulta sencillo distinguirlas. 

Frente a este panorama nos preguntamos: ¿qué herramienta podemos utilizar para identificar ese tipo de planteamientos? Aquí radica la importancia de la lógica porque nos ayuda a develar los puntos débiles y fuertes y nos permite contrarrestar la retórica inflamatoria, que se encuentra en el discurso público, con argumentos precisos. Esto, por ejemplo, ya lo está haciendo el Institut für Argumentationskompetenz de Berlín con el taller: Cómo usar la lógica frente al populismo, porque la lógica como ciencia formal nos provee los instrumentos adecuados para enfrentar este tipo de discursos falaces que transmiten una visión distorsionada de la realidad.  

¿Cómo formula sus ideas un populista? Observemos una adaptación del diálogo ficticio que Temelkuran escribe en How to lose a country en el que confronta a Aristóteles con un populista sobre el clásico silogismo aristotélico: «Todos los hombres son mortales. Sócrates es un hombre. Por lo tanto, Sócrates es mortal».   

Aristóteles: Todos los hombres son mortales.

Populista: Esa es una afirmación totalitaria.

Aristóteles: ¿No crees que todos los hombres son mortales?

Populista: ¿Me estas interrogando? Solo porque nosotros no seamos ciudadanos como ustedes, sino el pueblo, significa que seamos ignorantes. 

Aristóteles: Eso es irrelevante.

Populistas: Por supuesto que para sí. Durante años tú y los de tu clase han gobernado este lugar diciendo que el pueblo es irrelevante.

Aristóteles: ¿No crees que todos los hombres son mortales?

Populista: Demuéstralo.

Aristóteles: Esa no es una idea, es un hecho. 

Populista: Por favor, termina de exponer tu pensamiento.

Aristóteles: Todos los hombres son mortales, Sócrates es hombre...

Populista: Tengo que interrumpirle.

Aristóteles: ¿Perdón?

Populista: Gracias a nuestro líder sabemos quién es Sócrates. ¡Ya no pueden seguir engañándonos sobre ese malvado! Sócrates es un fascista. Y claro, ibas a decir: «Por lo tanto, Sócrates es mortal». Estamos cansados de sus mentiras.

Aristóteles: Está usted rechazando los fundamentos de la lógica.

Populista: Yo respeto sus creencias.

Aristóteles: Esto no es una creencia, es lógica.

Populista: Ese es el gran problema en el mundo actual. Yo respeto tu lógica, pero tu no respetas la mía.

Uno de los aspectos esenciales de la lógica formal o aristotélica es la estructura que presenta el silogismo categórico. Todo argumento está formado por dos premisas de las que deviene necesariamente una conclusión. Esto significa que la fuerza de una deducción está en su forma, por eso se la conoce como lógica formal. Lo que importa aquí no es su contenido, sino su estructura, su esquema formal y abstracto. De eso y la aplicación de algunas reglas depende la validez e invalidez de un argumento y cuando se comete un error en la forma se llama falacia formal. La cuestión se vuelve más y más interesante cuando se incrementa el grado de complejidad de una deducción.  

Sin embargo, cuando las premisas no apoyan la conclusión de un argumento el razonamiento es falso, es decir que cuando hay un error en el razonamiento se convierte en una falacia informal. Y como no todos los errores de razonamiento son iguales hay diferentes tipos de falacias. Por eso, nuestro objetivo es reconocer los argumentos que parecen correctos, develar sus errores y mostrar el tipo de falacia que cometen. 

En el diálogo ficticio que Aristóteles mantiene con el populista podemos distinguir claramente algunas de ellas. Por ejemplo, cuando el populista dice: «Durante años tú y los de tu clase…». Esta falacia es una de las más recurrentes y poderosas que se utilizan porque su nivel de persuasión y disuasión es muy efectivo sino la detectamos y contrarrestamos a tiempo. El que recurre a la falacia Ad hominem no es para refutar el argumento, sino para desacreditar a la persona que lo dice. En el ejemplo, la falacia que se comete es Ad hominem ofensivo y se observa con mayor frecuencia en las discusiones políticas para desviar la atención del tema, insertando un elemento irrelevante para la discusión basado en las creencias, apariencia o circunstancias en las que se encuentre el interlocutor con el único objetivo de desautorizarlo.

Contra el uso de sofismas o cualquier intento de manipulación por medio del lenguaje, la lógica se presenta como un antídoto eficaz.

Otra falacia se descubre cuando el populista dice: «Gracias a nuestro líder sabemos quién es Sócrates… Sócrates es un fascista». La falacia Ad verecundiam o apelación a la autoridad es especial porque el ropaje con la que se presenta no es tan evidente como en el ejemplo mencionado. El nivel de complejidad de esta falacia es alto, porque no hay nada de malo en recurrir a una autoridad para reforzar un argumento, el error está en recurrir a alguien que no tiene autoridad legítima. Por ejemplo, de las cuatro reglas que menciona Comensaña en Lógica informal para detectar esta falacia, el líder al que se refiere el populista no tiene la menor idea de quien fue Sócrates en realidad, porque fascista no fue. Por lo tanto, no cumple con la primera: Que la fuente citada sea, realmente, una autoridad en la materia.

Pareciera que estamos indefensos cuando escuchamos frases como: «Roban nuestros empleos, nuestras mujeres y alteran la paz social», «destruyen nuestros valores, nuestra cultura y conducen a la decadencia moral de nuestra nación», «son terroristas, violadores y ladrones». Cuando observamos que, como un caballo troyano, la frenética retórica populista, va debilitando progresivamente la institucionalidad jurídica y política de nuestros países, porque atenta directamente contra nuestra libertad individual, infringe normas constitucionales y obstaculiza la consolidación de la democracia. Pero hemos visto que no es así, porque la lógica se presenta como una herramienta racional efectiva contra el engañoso y agresivo discurso populista.

Para evitar que este tipo de retórica continúe expandiéndose es importante reforzar cátedras como filosofía, lógica, argumentación, pensamiento crítico, etc., porque contra el uso de sofismas o cualquier intento de manipulación por medio del lenguaje, la lógica se presenta como un antídoto eficaz. Y precisamente por esto, Benthem llegó a considerar a la lógica como el sistema inmunológico de la mente. Y aunque estudiarlas puede resultar un dolor de cabeza es mejor ese sacrificio que dejarnos llevar por los demagogos del lenguaje.

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