Ascenso y caída del centro populista

Ascenso y caída del centro populista

Ciudadanos sale de escena, víctima de la polarización política, de la promoción del transfuguismo por parte del PP y del bucle patriótico de la extrema derecha.

El expresidente de Ciudadanos Albert Rivera presenta su libro 'Un Ciudadano Libre' en Madrid.Pablo Cuadra via Getty Images

El populismo huye de la complejidad, de la incertidumbre y del término medio como de la peste. Y no genera el concepto de compromiso. Por eso, así como el populismo es lo opuesto a la democracia representativa, un partido populista de centro es en sí mismo una contradicción irresoluble, lo que finalmente le condena a la extinción.

Ciudadanos, al igual que Podemos y la refundación independentista de los partidos nacionalistas, surge al calor del malestar social de la crisis financiera y las medidas de austeridad, así como de la desafección democrática provocada por la impotencia, la complicidad y la corrupción políticas.

Ciudadanos, al igual que Podemos, surge al calor del malestar social de la crisis

A ello se añaden los tópicos que impugnan la estructura de la vieja política descalificada como casta, los partidos y sindicatos como obstáculos a la participación, cuando no como fuente de corrupción, y el Parlamento como cámara obscura de tejemanejes y chanchullos al margen de la ciudadanía.

Oponiéndole a la delegación, desde las primarias abiertas a la democracia participativa, el funcionamiento como movimientos horizontales o su opuesto tecnocrático, desde la renovación total de los representantes y la rotación de cargos hasta la dación de cuentas y la revocación de las actas de los cargos públicos. En definitiva, la desconfianza en la democracia representativa y en la intermediación entre el líder político y las masas.

Sobre esa base, surgen los nuevos partidos y se refundan los partidos tradicionales. En el caso de Ciudadanos, su origen en el caldo de cultivo de la huida identitaria catalana, marcará su identidad nacionalista española, su propuesta tecnocrática y su carácter, más puritano que regenerador. Como consecuencia de todo ello un modelo de partido personalista, jerárquico y centralizado, en la línea del resto de las formaciones populistas.

De la ambigüedad socialdemócrata inicial ha pasado al liberalismo

Para un partido populista, lo de menos ha sido desde entonces la definición ideológica del proyecto. Por eso de la ambigüedad socialdemócrata inicial ha pasado, sin solución de continuidad, al liberalismo y con él a disputar el centroderecha ante la crisis política, ética del PP y del Gobierno de Mariano Rajoy. La expectativa era constituirse en una alternativa de una derecha moderna, al estilo de la europea, sin las hipotecas del régimen pasado ni la corrupción sistémica del PP. Una posibilidad que queda prácticamente truncada con el fracaso del pacto de Gobierno con el PSOE, que hubiera supuesto un golpe de gracia para la derecha del PP, y, a continuación, con el retroceso electoral de las ultimas elecciones generales de noviembre de 2019.

Al final, con motivo de la moción de censura de la izquierda y los nacionalistas, termina formando parte del trío de Colón y, no sin cierto cinismo, de los gobiernos autonómicos de coalición con el PP, apoyados desde fuera por la extrema derecha. Con todo ello, la denominación de partido de centro aparece cada vez más impostada.

Como en otros casos de partidos populistas, el aterrizaje en la representación política en el Congreso —y sus correspondientes negociaciones, acuerdos y contradicciones—, así como la entrada en los gobiernos autonómicos de las derechas —con el apoyo de Vox— marcan un antes y un después al proyecto de Ciudadanos, al igual que la participación en el gobierno de coalición de izquierdas lo está significando para Podemos. Ahora, uno como parte de la derecha y otro de la izquierda, ha dejado atrás la imagen de partidos populistas, pero sin abandonar conceptos y prácticas populistas ya instaladas en su relato y en sus estrategias políticas y sobre todo electorales.

Por eso, los sucesivos intentos de buscar un punto de inflexión por parte de la nueva dirección de Inés Arrimadas, proponiendo el zigzag como equilibrio, de un lado candidaturas conjuntas con el PP frente al nacionalismo en Euskadi y dando apoyo por otro a las prórrogas en el periodo final del primer estado de alarma, han resultado finalmente fallidos. Porque la práctica populista de Ciudadanos tuvo como paroxismo la foto de Colón. Por eso, después de la reciente hecatombe electoral de Cataluña, el intento a la desesperada de moción de censura al PP en Murcia estaba condenado al fracaso, al margen de cuál sea su resultado final.

El intento a la desesperada de moción de censura al PP en Murcia estaba condenado al fracaso

De salir adelante, solo sería uno más de los últimos vaivenes confusos de un proyecto minoritario de la derecha en pleno desplome, asediado entre una opa, a medio camino entre amistosa y hostil de la derecha del PP de Pablo Casado y el práctico monopolio del espacio populista por parte de Vox. El hecho de que haya sido un fiasco que le haya dado al PP la excusa para convocar elecciones en Madrid, con el cese de su vicepresidente y consejeros, y la perspectiva de perder su actual representación en retroceso en favor de la extrema derecha, añade además a todo esto una imagen de decadencia y humillación.

Se consolida pues la alianza del de la derecha en los gobiernos autonómicos y con ello la consolidación de una posición subalterna de la opción de centro al tiempo que el populismo hace tiempo que ha cambiado de bando. El populismo de la ira monopolizado por la extrema derecha. El centro populista sale de escena, atrapado en su contradicción indisoluble, víctima de la polarización política, de la promoción del transfuguismo por parte del PP y del bucle patriótico de la extrema derecha.

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Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.