Así funciona la democracia

Así funciona la democracia

El procedimiento del suplicatorio de Puigdemont satisface todas las garantías.

Los eurodiputados Toni Comin, Clara Ponsati y Carles Puigdemont posan con sus acreditaciones frente al Parlamento Europeo en Bruselas.John Thys / AFP / Getty

Hace poco más de un año que soy presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo, la comisión que acaba de finalizar el procedimiento para determinar si se levanta o no la inmunidad de los europarlamentarios Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí. La comisión ha dado luz verde al levantamiento que solicitó el Tribunal Supremo español. Dentro de 10 días, el pleno de la Eurocámara tendrá la última palabra.

¿Cómo he vivido estos meses? Condicionado por las dificultades impuestas por el coronavirus, asombrado por las falsedades y presiones que han acompañado al proceso y, finalmente, orgulloso del funcionamiento democrático de una institución europea tan importante como el Parlamento.

Que nadie se deje engañar por el ruido: no ha habido ningún juicio

Que nadie se deje engañar por el ruido: no ha habido ningún juicio. Ni yo soy juez ni los miembros de la comisión son un jurado popular. No se trataba de eso, se trataba de aplicar unas normas: ha sido un procedimiento parlamentario.

Ante algo tan serio como que la justicia de un país europeo pida que se levante la inmunidad que tenemos los europarlamentarios, la Eurocámara tiene unas reglas muy específicas. Esa petición será rechazada si se considera que se que quiere juzgar a la persona en cuestión por sus opiniones o por el ejercicio de su labor como representante europeo. 15 miembros de la comisión entendieron que no había motivos para rechazar la solicitud de levantamiento de la inmunidad, tres se abstuvieron y ocho votaron en contra.

¿Lo más complicado? Bueno, es evidente que las presiones recibidas, las intoxicaciones informativas, las mentiras sobre cómo estábamos funcionando, sobre la transparencia e independencia del procedimiento. Han sido más que presiones: ha habido ataques personales. Ha sido duro, para mí y para mi familia.

¿Lo más gratificante? Sentirme arropado por los miembros de la comisión, independientemente de su ideología, y las hay de todos los colores. Así como recoger los mensajes que han celebrado la correcta aplicación de las reglas, y que eso lo hayan hecho eurodiputados no solo distantes ideológicamente, sino que han votado en contra. La verdad es que estoy satisfecho, y también orgulloso, de que hayamos podido llevar a cabo un procedimiento complejo y exigente. Mi obsesión ha sido tratar de no cometer errores y, sobre todo, ser escrupuloso con el proceso.

Llevo siete años en Bruselas. He repetido muchas veces que este Parlamento es la sede de la soberanía europea. Pues bien, es ahora cuando lo he visto en la práctica, cuando he entendido que no era una afirmación vacía. He defendido la separación de poderes y el respeto al Estado de derecho. Es ahora cuando he comprobado que una declaración así va mucho más allá de la retórica. Me ha parecido siempre apropiado respaldar a las instituciones europeas y ahora veo que me quedaba corto: es absolutamente necesario hacerlo.

Aquí no se hace lo que a uno le dé la gana, nadie se salta las normas

Este es el mensaje para todos los que, desde cualquier nacionalismo o populismo, quieren cargarse el orden constitucional de un Estado miembro de la Unión Europea, porque saben que la fuerza de una cadena no es más que la fuerza de su eslabón más débil. En este Parlamento, en la sede de la soberanía de todos los europeos, eso no pasa. Los ciudadanos estarán más o menos contentos de su cámara legislativa, pero saben que aquí no se hace lo que a uno le dé la gana, que nadie se salta las normas. Saben que, cuando las leyes se cumplen, la democracia gana.