Así vive Donald Trump de alimentar el racismo en EEUU

Así vive Donald Trump de alimentar el racismo en EEUU

Aunque parezca impulsivo a la hora de soltar su verborrea, la práctica totalidad de lo que dice lo hace mirando por el rabillo del ojo las encuestas.

TRUMPREUTERS

Hace tiempo que la palabra “insólito” no tiene sentido cuando se usa para referirse a algo relacionado con el presidente de EEUU, Donald Trump. Fue “insólito” que un magnate multimillonario asumiera el liderazgo de la primera potencia mundial, fue y es insólito que accediera al cargo pese a sus descalificaciones sexistas, como lo es su discurso xenófobo y homófobo. Pero todo esto en él no sólo ya no es algo insólito, sino que se ha convertido en algo rutinario. Por eso cuando coge y arremete contra cuatro mujeres congresistas demócratas instándolas a volver a sus “países de origen”, lugares, según sus palabras “totalmente rotos e infestados de crimen”, sólo los de siempre—oposición y unos cuantos republicanos críticos con él— se echan las manos a la cabeza. Y por eso él, lejos de rectificar, madruga para volver a arremeter en Twitter contra las diputadas y pedirles que se disculpen por sus “terribles” palabras de odio contra Estados Unidos e invitarles a que se marchen del país.

Es lo que hay. Es el día a día de Trump. Él es así y así parece que le quiere su electorado, que saca pecho ante los constantes menosprecios de su líder, centrado ya en su reelección en 2020.

Porque sí, aunque Trump parezca impulsivo a la hora de soltar su verborrea o tuitear, la práctica totalidad de lo que dice lo hace mirando por el rabillo del ojo las encuestas sobre sus posibilidades de quedarse en la Casa Blanca cuatro años más. Y de momento puede respirar tranquilo: en mayo alcanzó el porcentaje de aprobación más alto en los últimos dos años -de un 46%-, aunque en las últimas semanas ha decaído hasta el 41%. ¿Cómo son posibles estos buenos datos? Porque, pese a las polémicas, el líder estadounidense se ha visto reforzado por las conclusiones del informe Mueller -quedó exhonerado- y por los datos económicos del primer trimestre de 2019, en el que se ha dado un crecimiento del PIB del 3,2%.

El presidente nunca ha escondido su discurso xenófobo, homófobo y sexista y, siempre que ha podido, lo ha utilizado para vilipendiar a sus contrincantes políticos o a todos aquellos que no comulgan con su visión de EEUU
Julio Cañero, investigador del Instituto Franklin-UAH

“El presidente nunca ha escondido su discurso xenófobo, homófobo y sexista y, siempre que ha podido, lo ha utilizado para vilipendiar a sus contrincantes políticos o a todos aquellos que no comulgan con su visión de Estados Unidos”, explica Julio Cañero, investigador del Instituto Franklin-UAH. “Estamos ante la antesala de unas elecciones presidenciales y el presidente es consciente de la importancia que este tipo de exabruptos tienen en una parte importante de su electorado”, añade.

Trump es tan consciente de que las elecciones están a la vuelta de la esquina, que las cuatro demócratas foco de sus insultos y vejaciones tampoco son cualquiera. Se trata de las demócratas Alexandria Ocasio-Cortez, neoyorkina de raíces puertorriqueñas; Rashida Tlaib, nacida en Detroit (Michigan) de padres palestinos; Ayanna Pressley, de origen afroamericano y nacida en Chicago; y la somalí Ilhan Omar, la única que nació fuera de EEUU, pero ciudadana estadounidense desde su adolescencia tras huir de su país de origen como refugiada. Las cuatro representan una realidad del partido demócrata, que a día de hoy sigue buscando su estrella capaz de plantarle cara a Trump en 2020: la de que el electorado ha virado a la izquierda y posturas tradicionales como la que encarnó en su día Hillary Clinton han dejado de convencer. 

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Sin embargo, una parte del electorado estadounidense es claramente tradicional, por lo que esas posturas no terminan de convencer ni al propio partido. Consciente de ello, Trump estaría usándolo como parte de su estrategia electoral. Al menos esto es lo que cree David Axelrod, antiguo asesor de Barack Obama:

“Con su arrebato deliberadamente racista, Donald Trump quiere subir el perfil de las personas afectadas para presionar a los demócratas a defenderlas y convertirlas en símbolos de todo el partido”. “Es un cálculo frío y cínico”, ha sentenciado. 

Coincide con su teoría Cañero, que considera que si la idea de Trump es la de “escorar por completo a los demócratas a posturas más de izquierda”, algo que va contra la propia naturaleza política de los estadounidenses, “pudiera ser una estrategia correcta”. “Ese ala estaba representada en el Partido Demócrata por Bernie Sanders, que se autodenomina como socialdemócrata. Sin embargo, estas cuatro mujeres—que también están enfrentadas a los líderes más moderados dentro del partido, como Nancy Pelosi—, con ideas más próximas al socialismo, como Ocasio-Cortez, suponen un alivio para el presidente. Ahora puede forzar a los moderados, a las personas de centro a decidir qué tipo de América prefieren, la que él representa o la que representan estas cuatro mujeres”, sentencia Cañero.

Las razas y EEUU

Así las cosas el mensaje de Trump es claro: o estás con él o estás contra él. Y se sirve, como en la campaña de 2016 de la lucha de razas, un problema arraigado en la sociedad estadounidense. Ahonda en hacer cada vez más abismal la distancia entre el país blanco, nacido en los Estados Unidos de su memoria, y la nación étnicamente diversa y con una población creciente nacida en el exterior.

Estados Unidos es un país donde la raza condiciona tu vida
Julio Cañero

De ahí que asegure sin pudor que no le preocupa que sus comentarios se califiquen de “racistas” porque “mucha gente” piensa como él. “Estados Unidos es un país donde la raza condiciona tu vida. Pese a haber tenido un presidente afroamericano, y pese al esfuerzo que los inmigrantes realizan por integrarse en la sociedad estadounidense, todavía existe un gran rechazo al ‘otro’, al que es diferente, al que se aparta del ‘standard’ blanco, anglosajón, (heterosexual), y protestante”, explica Cañero.

Por eso su ataque a las congresistas demócratas hay que entenderlas como parte de su estrategia. Sucedió el mismo día en que su administración amenazaba con redadas masivas a las personas migrantes que viven en el país sin autorización sólo un par de días después de que convocara a la Casa Blanca a algunas de las voces más incendiarias de la extrema derecha en internet. También cuando acababa de jurar que sería capaz de encontrar otro modo de contar a los ciudadanos del país de manera separada de quienes no lo son, a pesar de que una decisión de la Corte Suprema le impidió añadir una pregunta al censo que se realiza cada diez años

Aunque no saque adelante esa clase de propuestas, como le pasa con su archiconocido muro con México, todas llevan parejas ese racismo que le representa. Pero a él también le gusta jugar al despiste: “Soy la persona menos racista que han conocido”, insiste. Ese doble juego fue el que usó precisamente en su mitin del pasado miércoles en Carolina del Norte, en el que sus simpatizantes corearon el cántico "¡envíenla de vuelta!" contra la congresista musulmana Ilhan Omar, asegurando que intentó pararlos. Sin embargo, según se puede ver en las imágenes, el presidente no hizo ningún ademán de frenarlos.

Así que su estrategia es clara: juega a su antojo con la realidad y luego sus tuits, palabras y actos le desacreditan. 

Una línea roja que cruza una y otra vez

Sus últimas polémicas son solo una más en la larga lista de parafernalia racista: defendió la falsa teoría de conspiración de que Obama había nacido en África, no en Hawái. Durante su campaña habló de los “violadores mexicanos” que cruzaban la frontera y después llamó a prohibir a todos los musulmanes la entrada a EEUU. Ya como presidente se ha quejado de que “todos” los inmigrantes haitianos “tienen SIDA”. Dijo que había “muy buenas personas en ambos lados”, al referirse a una manifestación para salvar un monumento confederado que se volvió mortal en Charlottesville, Virginia, aunque también condenó a los neonazis allí… Y así un sinfín de polémicas de las que, paradójicamente, sale airoso.

Y aunque para la gran mayoría de personas todo esto es algo insólito -véase como hasta la fecha ningún presidente de EEUU se había atrevido a hacer algo así-, para él es marca de la casa. Vive de la polémica y gracias a ella pretende quedarse cuatro años más en la presidencia más famosa del mundo.

ANEXO...

La madre de Donald Trump es escocesa y uno de sus abuelos era un alemán que llegó a EEUU a principios del siglo XX. Tras la segunda Guerra Mundial, su hijo, el padre del actual presidente estadounidense, empezó a hacerse pasar por descendiente de un sueco para evitar ahuyentar a los clientes judíos. Algún dato más: su mujer, Melania, nació en Eslovenia.