Atrevidas

Atrevidas

Los chismes, las infidelidades y la belleza fueron los elementos que protagonizaron uno de los retratos más atrevidos del siglo XIX.

Una imagen de archivo de una mujer con un bikini en Estados Unidos en la década de los 50.George Marks via Getty Images

Dejar al descubierto hombros, abdomen y piernas con la ayuda de dos piezas de ropa es lo que conocemos como bikini. Una prenda de vestir que lucieron, en sus comienzos, solo las más atrevidas. La editora Diana Vreeland se manifestó en cierta ocasión en esta línea: “El bikini es lo más importante desde la bomba atómica, úselo con frecuencia y úselo bien”.

De entrada su nombre –bikini- hace alusión al atolón del mismo nombre en el que se ensayaron las primeras bombas atómicas.

Sin embargo, como en casi todo, ya existían precedentes. Para conocer el origen de un traje de baño de estas características hay que viajar más atrás en la línea del tiempo y remontarnos hasta el siglo IV a. de C. En esa época, en la bella localidad italiana de Piazza Armerina, en Sicilian, se elaboraron unos mosaicos que representan jornadas, escenas de circo, motivos animales… y mujeres con bikini.

Madame X entra en escena

Atrevida como ninguna, a pesar de que no usó bikini, al menos que sepamos, fue madame Gautreau, la esposa de un banquero francés que vivió a finales del siglo XIX. El pintor estadounidense John Singer Sargent nos legó un retrato delicioso de esta mujer.

Su vestido negro, escotado, sin mangas, lo cual permite resaltar su palidez aristocrática de la dama, junto con su postura altiva y el tono carnoso de la oreja, no sin cierto artificio, no dejan indiferentes al espectador. Madame X, que es como se conoce al retrato, fue, sin duda, una mujer atrevida. Corría el año 1884.

El espectador no tarda en fijarse en el escote y, a continuación, sus ojos se deslizan sutilmente hacia el tirante derecho, lo cual fue considerado según los cánones de la época como un escándalo. La verdad es que llovía sobre mojado. La modelo era una expatriada estadounidense casada con el banquero francés, que tenía fama entre la sociedad parisina por su belleza y por sus infidelidades, a partes iguales.

Orgullosa de llamar la atención, su atrevimiento la llevaba a vestir de forma sofisticada, maquillarse y teñirse el pelo en un momento en que estaba proscrito para las “mujeres de bien”.

Puritanismo mal entendido

De todas formas el retrato inicial era un tanto diferente al que conservamos en la actualidad. La obra mostraba el despampanante vestido negro de noche pero con el tirante derecho caído sobre el hombro. Aquel efecto era aún más escandaloso que el actual, puesto que dejaba “más porción” de piel a la vista del espectador.

La sociedad y la modelo lanzaron furibundas críticas contra la obra, fue tal la presión que Sargent se vio obligado a modificar el retrato, subiendo el tirante sobre el hombro. El cuadro acabó en el Metropolitan (1916) y el pintor no paró hasta que se cambió el título. De esta forma “Madame X” salvaguardaba la identidad de la modelo. El pintor estadounidense nunca más volvió a pintar algo tan atrevido.

Esto último nos lleva a una reflexión, ¿por qué usamos “X” para referirnos a algo desconocido? Los rayos X, Expediente X, la incógnita de una ecuación es siempre una “x”,… Parece ser que es simplemente porque en español no podemos pronunciar correctamente “sh”. Así de sencillo.

En árabe el vocablo “Al-shalan” significa “cosa desconocida”, y es el término que se utiliza en muchos textos matemáticos para hacer referencia a la incógnita de una ecuación matemática. Los estudiosos castellanos incapaces de traducir aquel sonido –sh- lo transformaron en –ck-, que en griego se pronuncia como “chi” y se escribe “x”. Esto sí que fue un atrevimiento, y no lo del bikini.