Baltimore: la nueva piedra de toque del racismo de Trump

Baltimore: la nueva piedra de toque del racismo de Trump

El presidente republicano lanza una cortina de humo contra un congresista que investiga la trama rusa o la contratación de sus familiares en la Casa Blanca

Un joven cruza ante el mural dedicado a Freddie Gray, muerto a golpes por la Policía de Baltimore en 2015.MICHAEL REYNOLDS / EPA / EFE

“Hay una línea muy fina entre el cielo y esto”. Bubbles, ese adicto a la heroína que es uno de los personajes más sublimes de The Wire, lo resume todo en una frase, en la primera temporada de la serie. Su ciudad, Baltimore, está justo ahí, entre el infierno y el paraíso, como los chutes que le hacían volar para después caer.

Tiene de todo: droga y delincuencia, pero también más renta y nivel educativo que la media de EEUU. Como cualquier gran urbe, enseña múltiples caras, y todas fueron retratadas en la sensacional obra de David Simon, desde las esquinas del menudeo hasta los despachos enmoquetados, pasando por los buenos y malos polis, los buenos y malos periodistas. El problema es que ahora el presidente del país, Donald Trump, está usando B-more como diana de su racismo sin disimulo, señalándola como un foco pestilente que los demócratas no sacan a flote.

A saber: ha dicho que la ciudad es “repugnante”, “asquerosa”, “un infierno” que está “infestada de ratas”, tan “peligrosa” y “fea” que “ningún ser humano querría vivir allí” (sus habitantes rozan los 620.000). Y que, básicamente, todo es culpa de un congresista, el elegido por el Séptimo Distrito Congresional de Maryland, un demócrata llamado Elijah Cummings. Negro.

Este “nefasto” gestor, casualmente, es el presidente de la Comisión de Control al Gobierno en la Cámara de Representantes norteamericana, o sea, el hombre que tiene al magnate contra las cuerdas porque investiga el papel de Trump en la trama rusa, si se está haciendo más rico de la cuenta como inquilino de la Casa Blanca, si está justificado que su hija Ivanka y su yerno Jared tengan excepcionales autorizaciones de seguridad o si está violando la Ley Hatch, que prohíbe la participación de los empleados del gobierno federal en política. ¿A que ahora el ataque furibundo se entiende mejor?

Las acusaciones

El pasado 27 de julio, Trump debió tener un antojo. Después de que en su cadena de referencia, la Fox, insultasen a Cummings y a Baltimore, el republicano tuiteó que el distrito del demócrata es un “asqueroso desastre infestado de ratas y roedores”. Trump ya había chocado con él semanas atrás, tras su diatriba contra cuatro congresistas demócratas de origen extranjero a las que conminó a volver “a su país” y además había usado esa misma palabra, “infestado”, que dedica con primor siempre sólo a latinos y negros.

Esta vez se metió con Cummings, de 68 años, por criticar las condiciones de los inmigrantes en la frontera con México. Para Trump, la zona por la que es congresista, que es mayoritariamente negra como él e incluye zonas de Baltimore, es “mucho peor” y “más peligrosa” que la frontera. “Si pasara más tiempo en Baltimore, tal vez podría ayudar a limpiar este lugar tan peligroso y sucio”, escribió Trump, argumentando que el “distrito de Cummings es considerado el peor en Estados Unidos” y que “ningún ser humano quisiera vivir ahí”. En el distrito de Cummings, alrededor del 52% de la población es negra, mientras que casi el 36% es blanca, según las estimaciones del censo de EE.UU.

Cummings le replicó de inmediato: “Señor presidente, voy a casa, a mi distrito, todos los días”, escribió en Twitter. “Cada mañana, me despierto, voy y lucho por mis vecinos. Es mi deber constitucional supervisar al Poder Ejecutivo. Pero es mi deber moral luchar por mis electores”. Cummings ya había dicho días atrás que las declaraciones de Trump dirigidas a las cuatro congresistas le trajeron recuerdos del racismo que enfrentó cuando era niño en su ciudad, en la década de 1960, haciéndose eco de los mismos insultos racistas “muy dolorosos” que había escuchado durante infancia.

A Trump le da lo mismo que el congresista no tenga competencias directas sobre todos esos males que ve en Baltimore. No es el alcalde, ni es el gobernador del estado de Maryland (republicano, de su partido, por cierto), pero sabe que la estrategia de esparcir porquería funciona entre sus votantes. Como diría el policía Bunk Moreland, otro mítico protagonista de The Wire, “cuanto más grande es la mentira, más se la tragan”.

Tampoco pierde mucho si alguien le detecta esa mentira (en abril ya había superado las 10.000 como presidente), porque la zona no le dio, ni por asomo, el Despacho Oval. En las elecciones de 2016 la demócrata Hillary Clinton le sacó 30 puntos de diferencia y ningún republicano ha ganado en la zona en otros tantos años. Esta “gente pobre” no es su gente.

Más: claro que Baltimore tiene un problema de violencia, drogas y alcohol, pero los mayores problemas en esas materias que tiene hoy EEUU no está en los barrios del oeste que dibujaba Simon, sino en la América profunda, blanca y empobrecida, las zonas rurales que le dieron la victoria al magnate. Incluso en zonas residenciales, blancas y de vida fácil, de grandes ciudades de Nueva Inglaterra (lean, de paso, La frontera, de Don Winslow). Para los gobernantes en zonas blancas no hay críticas.

  Vista de North Avenue, en el oeste de Baltimore. MICHAEL REYNOLDS / EPA / EFE

#WeAreBaltimore

Y, aún así, Trump ha querido ir de conciliador y ha dicho que puede llevar a la ciudad “a nuevas cumbres de éxito y gloria, pero no con el rey Elijah y su banda”. “Cuando los líderes de Baltimore quieran ver su ciudad levantarse de nuevo, yo estaré esperando su llamada en mi despacho”, ha dicho. Pero no convence ni a los suyos. El gobernador republicano de Maryland, Larry Hogan, ha denunciado en la radio local que “Washington está completamente consumido por la política furiosa y divisiva”, y que a la ciudad le “vendría bien algo de ayuda de la Casa Blanca y del Congreso”. O sea, que pide y no llega. Y son del mismo color.

Por supuesto, el alcalde de Baltimore, Bernard C. Jack Young, negro y demócrata, tuiteó también que era “completamente inaceptable” que el líder político denigrara una ciudad estadounidense como Baltimore, “que también es de EEUU, que también es parte de nuestra comunidad”, y que atacara brutalmente al representante Cummings, “patriota y héroe”. Sus palabras cuajaron de inmediato en una etiqueta masiva en las redes sociales, #WeAreBaltimore, en la que se reivindica lo mejor de la ciudad, sin dejar de lado sus sombras.

Es verdad, recuerdan los tuiteros, que el 16,6% de la población de la capital está por debajo del umbral de la pobreza, cuando la media nacional es del 13%. Es verdad que una persona es asesinada cada día, una tasa superior por habitante a las de Chicago o Nueva Orleans. Pero también es verdad que cuenta con uno de los mejores hospitales del planeta, el Johns Hopkins, en el que trabajan cerca de 30.000 sanitarios de primer nivel o que tiene una universidad en la que se han coronado 37 Premios Nobel, recuerda El Mundo.

Por eso un ataque tan duro, tan injustificado, sólo es una señal de alerta. “Estamos ante un momento moral y definitiorio para EEUU”, en palabras del aspirante demócrata a la Casa Blanca Cory Bocker.

Del zasca al ‘impeachment’

Entre las reacciones de estos días, hay cuatro muy destacadas. La primera, la más política, la de la NAACP, la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, el grupo de derechos civiles más antiguo del país, que ha iniciado el proceso para pedir legalmente un juicio político o impeachment contra Trump por su “racismo continuado”. Más de un centenar de legisladores demócratas lo han solicitado junto a ellos, aunque no tiene visos de prosperar: aunque se aprobase en el Congreso, necesita el aval del Senado, por una mayoría de dos tercios, cuando esta cámara está en manos de los republicanos. O los conservadores se revuelven contra su líder o no hay manera de sacarlo adelante.

También ha reaccionado el antecesor de Trump, el demócrata Barack Obama, que no suele entrometerse en la gestión de su sucesor. Fue sutil; tuiteó una carta abierta publicada en el Washington Post y firmada por 149 afroamericanos que trabajaron en su Administración, en respuesta a los recientes ataques de Trump contra congresistas de su formación. “Siempre estuve orgulloso de lo que mi equipo pudo lograr durante mi administración”, escribió Obama. “Pero más que lo que hicieron, estoy orgulloso de cómo continúan luchando por una América mejor”. Su esposa Michelle, coincidiendo con el Día de la Danza, se animó en Twitter a recomendar el trabajo de un grupo de Baltimore. Nada es casual.

La réplica más viral ha sido la de un periodista de la CNN Victor Blackwell, presentador del programa New Day Weekend. Va explicando la polémica, se para en el uso selectivo de “infestado”... y ya no puede más y dice: “Ningún humano querría vivir allí”, dice el periodista repitiendo las palabras de Trump. ”¿Sabe quién vivió allí, señor presidente? Yo. Desde el día que me llevaron a casa desde el hospital hasta el día que me fui a la universidad. Y mucha gente a la que quiero todavía vive allí. Hay retos, sin duda, pero la gente está orgullosa de su comunidad. No quiero parecer fariseo. Pero la gente de allí se levanta para ir al trabajo, se preocupa por su familia, cuidan de sus hijos, prometen lealtad a la bandera al igual que las personas que viven en los distritos cuyos congresistas le apoyan, señor. Ellos también son americanos. Ahora volvemos”. Las reproducciones de su vídeo se cuentan por decenas de millones.

Y la reacción más directa, sin pelos en la lengua, viene, cómo no, del padre de The Wire. David Simon se ha sumado a las críticas recordando a Trump que este es su país, aunque no le guste. “Esta es una ciudad de buenos estadounidenses que merecen más que un estafador vacío y un fracasado egocéntrico como presidente. Trump es una mancha permanente en nuestro país”, ha publicado en sus redes, mostrándose tal como pasa los días en Baltimore, su ciudad, sin una pistola en la cabeza, con una guitarra en las manos.

Ha tenido Simon hasta un episodio cómico: un tuitero le reprochaba que hablase bien de la ciudad cuando queda “claro” que es un hervidero de corrupción, como se ve en The Wire. “Vea la serie”, le dice. La suya. La ignorancia, que es muy atrevida... 

En el diario en el que tantos años trabajó Simon, de donde nacieron las historias que cubría en la sección de Sucesos, le han dado a Trump con sus propias palabras. El Baltimore Sun ha publicado un editorial en el que acusa al presidente de ser “racista”, “deshonesto” y “simpatizante de neonazis”. “Es mejor tener algunas ratas que ser una de ellas”, le sueltan, sin anestesia.

Un lector, que llena de emoticonos de aplausos su respuesta a este editorial, añade una frase de lucha que acumula miles de likes. También es, cómo no, de la serie de Simon. De Jimmy McNulty, el policía-alma de la historia. “Al señor presidente le digo sólo una cosa: que nos machaque, que nos ataque, él verá. Pero que recuerde: pueden masticarte, pero tendrán que escupirte. Baltimore seguirá viva, dando guerra”.