Biden, Trump y el golpe de estado que no cesa

Biden, Trump y el golpe de estado que no cesa

En EEUU se está empezando a hablar seriamente de la posibilidad de que haya una guerra civil.

Activistas del colectivo "Defiende la democracia" celebran una vigilia alrededor del Capitolio un año después del asalto de los radicales 'trumpistas'Drew Angerer via Getty Images

En mi vida de jubilada bicontinental, paso casi medio año en España, donde me dedico principalmente a disfrutar de la vida cultural y social, y el resto del tiempo en California, donde sigo bastante centrada en la investigación y la escritura. Este ritmo de vida se vio alterado por la pandemia, que me obligó a saltarme el viaje a España previsto para 2020. Esa larga estancia en California me permitió acabar algunos proyectos de investigación, así como escribir una serie de artículos para la prensa española sobre la crisis política que estaba atravesando Estados Unidos en aquellos momentos. Esos artículos expresaban

preocupación por el asalto al sistema democrático que estaban llevando a cabo los republicanos y esperanza de que los demócratas pudiesen frenarlo, aunque, como advertía en ellos, todo dependía de que lograsen persuadir a los dos senadores demócratas díscolos Joe Manchin (West Virginia) y Kyrsten Sinema (Arizona).

Durante mi reciente estancia en España, en el verano y otoño de 2021,  contemplé con ansiedad desde la distancia los acontecimientos de Estados Unidos, donde se está empezando a hablar seriamente de la posibilidad de que haya una guerra civil, si los republicanos no solamente siguen sin reconocer los resultados de las pasadas elecciones, sino que además amañan las próximas con las reglas que están pasando en los estados que controlan, las cuales no solamente les permiten impedir que muchos ciudadanos voten sino también anular los votos de los demás ciudadanos y reemplazarlos por resoluciones emitidas por las legislaturas de esos estados. En Estados Unidos las elecciones generales las administran los estados y no el gobierno federal, por lo que son posibles estos cambios.

Muchos votantes demócratas están descargando su frustración con el presidente Biden, a quien acusan de no estar haciendo bastante por defender la democracia, pero no está en su mano pasar estas leyes

Mi vuelta a California se ha producido en el medio de este ambiente de alta tensión. Con la disculpa de la supuesta existencia de fraude electoral, la gran mentira que constituye la esencia del credo trumpista, los estados republicanos se están preparando para rechazar los resultados de las elecciones generales si estas dan la victoria a los demócratas. La agitación que esto está produciendo en el país es indecible. La única manera de frenar este golpe de estado, que a cámara lenta está teniendo lugar antes los incrédulos ojos de los ciudadanos, sería aprobar leyes federales que garanticen la integridad de las elecciones.

Los demócratas han propuesto tales leyes, pero no se han aprobado porque sus compañeros conservadores Manchin y Sinema, que defienden los intereses de las grandes corporaciones, se han opuesto a la eliminación del procedimiento obstruccionista conocido con el nombre de filibuster, que exige una super-mayoría de 60 votos de un total de 100 para pasar las propuestas. Usado en el pasado solamente en situaciones excepcionales, este procedimiento ha sido invocado constantemente por los republicanos en los últimos tiempos para bloquear de manera sistemática las propuestas de los demócratas. La única manera de pasar leyes para garantizar la integridad de las elecciones sería eliminar este procedimiento de una vez para siempre, lo que los demócratas podrían hacer si votasen unánimemente, pero a las grandes compañías no les interesa que se elimine el filibuster, ya que eso facilitaría las subidas de impuestos y otras medidas que limitarían sus ganancias, y, en consecuencia, Manchin y Sinema se oponen a ello y cada vez está más claro que no piensan cambiar de posición.

Ante esta desafortunada coyuntura, muchos votantes demócratas están descargando su frustración con el presidente Biden, a quien acusan de no estar haciendo bastante por defender la democracia. La verdad es que no está en su mano pasar estas leyes. El presidente sencillamente no tiene poder para decirles a los senadores lo que deben hacer. En Estados Unidos no hay disciplina de partido y al haber solamente dos partidos, estos contienen políticos de ideologías muy dispares. Los demócratas en teoría tienen 50 votos de un total de 100, que con el voto de la vicepresidenta Harris, que, como tal, es

presidenta del senado, suman 51, pero en realidad solamente tienen 48 votos, aparte del de la vicepresidenta, porque dos de los senadores no siguen las directrices del partido y no hay manera de forzarlos a hacerlo. Si se les presionase mucho, podrían pasarse al Partido Republicano, lo que empeoraría considerablemente la situación, puesto que se perdería su apoyo en las votaciones en las que ahora secundan al Partido Demócrata, como los nombramientos de jueces y otros cargos.

La única manera de frenar este golpe de estado, que a cámara lenta está teniendo lugar antes los incrédulos ojos de los ciudadanos, sería aprobar leyes federales que garanticen la integridad de las elecciones

Tal como me temía, pues, no parece que se vaya a eliminar el filibuster de momento. Habrá que esperar a que los demócratas consigan dos o tres escaños senatoriales más, lo que no será fácil a pesar de que los cambios demográficos los favorecen, porque el senado incluye dos senadores por cada estado sea cual sea su número de habitantes, lo que da una gran ventaja a los republicanos, que controlan los numerosos pero escasamente poblados estados rurales. Que haya más votantes demócratas en los estados urbanos no ayuda a conseguir más escaños en el senado. Es improbable que los demócratas aumenten el número de senadores en las elecciones de medio mandato, en las cuales normalmente sale perjudicado el partido que se encuentra en el poder.

Los resultados de esas elecciones, que tendrán lugar en noviembre de 2022, van a depender del giro que tomen los acontecimientos en los próximos meses. Si remitiese la pandemia y se estabilizase la economía, los votantes se sentirían más inclinados a apoyar a los demócratas. Un factor cuyo impacto es difícil de adivinar es Trump, cuyos problemas con la ley son cada vez más acuciantes. Si llegasen a su término las causas abiertas contra él y fuese imputado de los delitos que se están investigando, el poder que tiene sobre los republicanos podría debilitarse y, una vez roto el hechizo, el asalto de estos a la democracia podría perder fuelle. Todo esto sin duda influiría sobre los resultados de las

elecciones.

Por eso, las noticias que más me interesan en estos momentos son las referentes a los casos legales que Trump tiene abiertos en New York, por cometer fraude en su empresa familiar, y en Georgia, por intentar forzar a los  funcionarios estatales a trucar los resultados de las elecciones de ese estado. Asimismo, me interesan sobremanera las noticias referentes a la investigación

abierta por el Congreso, en Washington, sobre el asalto al Capitolio que tuvo lugar el 6 de enero de 2021 y sobre el papel de Trump y sus aliados en la conspiración que condujo a ese evento. El comité investigador, del que es presidente el demócrata Bennie Thompson y vicepresidenta la republicana Liz Cheney, la cual se ha enfrentado valientemente a su partido en defensa de la democracia, empezará en la primavera la fase pública de sus pesquisas, que incluirá interrogatorios televisados.

No me pienso perder esos interrogatorios por nada del mundo, porque de ellos podría muy bien depender el futuro de la república.