La última del Fischer de la política

La última del Fischer de la política

Podemos relativiza el órdago de Sánchez, que atribuye a una nueva jugada del ajedrez aleatorio que tanto gusta a Iván Redondo.

Iván Redondo y Pedro SánchezLA MONCLOA

La entrevista duró 40 minutos, pero le sobraron los 35 últimos. Pedro Sánchez entró a saco desde el primer segundo para situarse donde quería. Más bien donde su equipo de estrategas decidió este fin de semana que había que situar el marco de las negociaciones para la investidura, y que casualmente no era el mismo que fijaron el viernes, ni el jueves, ni al comienzo de la semana. 

En La Moncloa, ora sostienen que no hay que adelantar posiciones, ora que la partida sigue abierta, ora que esto se ha acabado y que dan por rotas las negociaciones con Podemos… Esto último es lo que ha sentenciado solemnemente el presidente del Gobierno ante los micrófonos de la Cadena Ser a menos de una semana de la fecha para su investidura.

En política dos días es una vida y dos meses, una eternidad que suele acabar en bucle como en el que estamos en este momento y que recuerda bastante al de 2016. Recuerden que del gobierno en solitario, el candidato más votado el 28-A pasó a uno de cooperación, para después ofrecer otra variante con ministros independientes sugeridos por la dirección de Podemos y acabar finalmente con una invitación a Iglesias para que sugiriese dos nombres de su partido, siempre que no estuvieran significados políticamente. Un par de “podemistas” que no lo parezcan. O algo así. Esta fue la última oferta que Sánchez hizo personalmente en conversación telefónica el jueves por la tarde y que el secretario general de Unidas Podemos despachó con un “esto es una broma, Pedro”. De momento, sigue el tuteo.

Moncloa da otro giro a su estrategia ante la inminencia de un más que posible fracaso

El siguiente paso de la izquierda alternativa fue convocar una consulta a los inscritos, que Sánchez ha tachado de mascarada en la que no figura la última oferta que puso sobre la mesa y que, por lo tanto, solo busca votar en contra de la investidura de un candidato socialista junto a la derecha y la ultraderecha. El fondo y la forma del parlamento que el presidente ha desplegado en su última aparición pública -y van tres en las dos últimas semanas- fueron tan tajantes que uno diría que es la última bala que le queda en la recámara para presionar al que fue su socio preferente durante diez meses. A saber. En La Moncloa lo que hoy es blanco mañana es negro y lo que ahora es un sí es fácil que después sea un no.

Es quizá por ello por lo que en Podemos no solo no se han dado por aludidos, sino que además dicen estar dispuestos a volver a negociar en las condiciones ya conocidas: un Gobierno de coalición sin vetos. De no estar en juego la gobernabilidad de un país en el que las consecuencias de la crisis siguen siendo severas para muchos españoles, esto tendría más de teatralización frívola por ver quién arriesga más antes de caer por el precipicio, que en este caso serían unas nuevas elecciones.

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Si Moncloa cree que los tambores lejanos sobre el nuevo partido de Íñigo Errejón van a amilanar a Iglesias, yerran. Ni una marca de nuevo cuño ni la última treta, por virulenta que sea, que despliegue Iván Redondo. El propio líder de Podemos cree que en los últimos dos meses, el PSOE ha sobrevolado la política sin una estrategia clara y con movimientos más propios del ajedrez aleatorio que tanto practica el todopoderoso jefe de gabinete del presidente en funciones. 

Para quienes no lo practiquen, el ajedrez aleatorio es una variante del clásico propuesta por Bobby Fischer en la que la posición de salida de las piezas se determina aleatoriamente, aunque con ciertas restricciones. El objetivo del ajedrecista era primar la creatividad y el talento de los jugadores por encima de la habilidad de memorizar y analizar aperturas predeterminadas. Imaginación no falta y aptitud seguro que tampoco, pero lo que asoma, en román paladino, se llama dar palos de ciego ante la proximidad de un más que probable fracaso en la investidura.

Si Moncloa cree que los tambores lejanos sobre el nuevo partido de Íñigo Errejón van a amilanar a Iglesias, yerran

Mientras en el PSOE aumenta la inquietud, en la sede de los morados prefieren recordar a Hume y aquello de que ningún orden y ninguna posición permanecen nunca inalteradas ni un momento. Las de La Moncloa, desde luego. Y así es como nos aproximamos a un septiembre en el que se impondrá la razón sobre la víscera. Al fin y a la postre, ahora se trata de disfrazar bien las intenciones y demostrar maestría en el fingimiento. En eso estamos. Pobre España esta en que los políticos ni han aprendido de los errores del pasado ni se avienen al acuerdo por creer que les hace menos grandes cuando en realidad es todo lo contrario.

Pues eso, que seguimos en los intereses particulares mientras la prensa abre sus portadas con un informe del Banco de España que desvela que los jóvenes españoles ganan menos que los de hace una década y el poder adquisitivo de los que tienen pocos estudios es igual al de finales de los años noventa. ¿A quién le importa eso? Donde esté una buena partida de ajedrez aleatorio, que se quite todo lo demás. ¡País!

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