Las claves de la semana: ¿Es el enemigo? ¿Pueden parar la guerra?

Las claves de la semana: ¿Es el enemigo? ¿Pueden parar la guerra?

España es tal cual ha salido de las urnas. Plural y diversa. En lo social y en lo político, y en 40 años así se ha plasmado en sus instituciones.

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″¿Es el enemigo?… ¿Podrían parar la guerra un momento?… Le quería preguntar una cosa: ¿ustedes van a avanzar mañana? ¿A qué hora? ¿El domingo? ¡Ah! A las siete estamos todos acostados. ¿Y no podrían avanzar por la tarde? Después del fútbol. Sí, ¿van a venir muchos? ¡Hala!, qué bestias. Yo no sé si habrá balas para tantos. Bueno, nosotros las disparamos y ustedes se las reparten…”.

Gila y sus monólogos. ¿Qué diría de la España multipartidista y de las previas para la investidura? El humor, seguro, no faltaría. Lo hizo hasta consigo mismo, como para no hacerlo con lo que vemos estos días. En “Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados” (Temas de Hoy, 1995) contó que fue fusilado por la noche. Cuando aún quedaban cinco meses para el final de la guerra civil, su cuadrilla ya se daba por vencida vagando por los campos de Córdoba: sin munición, sin camiones y sin agua, fueron capturados por el enemigo (la 13.ª división de Yagüe).

“No le tenía miedo a la muerte”, recordaba él mismo. “Estaba tan agotado, tan devorado por los piojos, por el hambre, el frío, el cansancio y la sed, que morir podía ser una liberación”. Pero se libró de una muerte segura (“porque me fusilaron mal”) y aquel episodio condicionaría para siempre su inigualable arte. Al fin y a la postre, en cada una de sus actuaciones sacaba a las dos Españas de las trincheras para sentarlas en el diván y enfrentarlas a sus fantasmas.

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Se preguntarán qué tiene que ver la semblanza con esta semana política. Parece que para Pablo Iglesias, mucho. Ya saben que al líder de Podemos siempre le gustó lo encriptado. Y desde el miércoles su fotografía de WhatsApp ha sido sustituida por una del gran Gila, con su guerrera de soldado, su casco y el teléfono en la mano. Parece su resumen de lo que acontece a la espera de una nueva investidura de Pedro Sánchez. Algo tan serio convertido en una auténtica comedia. Repasen: Pablo Casado, desparecido; Rivera, convertido en una caricatura de sí mismo; Sánchez, mudo e Iglesias, circunspecto y a la espera.

Su mensaje, seguro, va a dirigido a Pedro Sánchez y su oferta para un gobierno de cooperación con presencia de morados en cargos intermedios, pero no en el Consejo de Ministros.  Así se lo planteó en su último encuentro no oficial con el secretario general de Podemos que, después de aquello, no ha emitido más señal que la fotografía de Gila. ¿Una guerra absurda? ¿Un fusilamiento mal hecho? ¿Bombas estropeadas? ¿Cuidado no se hagan daño? ¿Morir es una liberación? A saber.

Ya es práctica habitual que el presidente tenga que traspasar nuestras fronteras para decidirse a hablar ante un micrófono.

El pulso entre ambos está en punto muerto y a la espera de la respuesta de Podemos, después de que Sánchez viajara hasta Bruselas a detallar la oferta que en España hizo pública Carmen Calvo, cuatro días después de que él se la trasladara a Iglesias en un encuentro reservado. Ya es práctica habitual que el presidente tenga que traspasar nuestras fronteras para decidirse a hablar ante un micrófono.

Nada es serio. Ni que el presidente del Gobierno no haya emitido salvo para pedir a la derecha la abstención que él negó en 2016 en aras a la estabilidad institucional; ni que Rivera mienta sobre una falsa felicitación de Macron por su política de alianzas con VOX; ni que Ciudadanos rompa con Valls por haber evitado que el independentismo gobierne el Ayuntamiento de Barcelona; ni que Casado esté desaparecido; ni que los falsos patriotas hablen de infamia en Navarra; ni que la derecha firme pactos de gobierno que no hace públicos…

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En la política del disparate, el todo vale y el cuanto peor, mejor, escuchamos a los más fervientes patriotas pedir a Sánchez que gobierne con el independentismo y, a los socialdemócratas, mendigar la abstención de quienes les acusan de vender España. Para los primeros es como si los españoles no hubiesen votado y avalado con su papeleta al PSOE de la moción de censura, del diálogo con Cataluña y el entendimiento con Podemos. Para los segundos, es como si lo hecho antes de las elecciones les resultara vergonzante y no se atrevieran a reeditarlo por miedo al que dirán.

Y mientras deciden cuál será su hoja de ruta, el relato de la derecha avanza: Sánchez es un vendepatrias, tiene un pacto oculto con el independentismo y, además, se ha echado en brazos de Batasuna. Ahí es nada. ERC dijo no a los Presupuestos del Gobierno de Sánchez, forzó el adelanto electoral y vetó a Miquel Iceta como presidente del Senado, pero hay una entente inconfesable entre el PSOE y los de Junqueras sobre la que la derecha habla con tanto desparpajo como desconocimiento y desvergüenza.

Si Gila levantara la cabeza, haría una caricatura magistral del personaje Rivera, de su permanente ansiedad por llegar no se sabe dónde

Por si fuera poco el material averiado, aún acusan a los socialistas de aliarse con Batasuna y los amigos de los terroristas en Navarra sin que, afortunadamente, haya vuelto a haber noticias de ETA desde 2011, ni de que Batasuna exista, ni de que entre los diputados electos de Bildu en el Congreso de los Diputados haya uno solo que tuviera algo que ver durante los años de plomo con el brazo político de los terroristas.

España es tal cual ha salido de las urnas. Plural y diversa. En lo social y en lo político, y en 40 años así se ha plasmado en sus instituciones. Tanto que las formaciones que hoy integran EH Bildu (Sortu, como heredera de Batasuna, además de Eusko Alkartasuna y la disuelta Aralar) formaron parte de la Mesa del Parlamento de Navarra desde 1979. Salvo en tres legislaturas desde que la democracia es democracia su presencia ha sido habitual y ha estado normalizada.

Nadie levantó la voz ni dijo una palabra. Pero, resulta que PP y Ciudadanos se han caído ahora del caballo y sostienen que la representación de Bildu -filoetarras en su argot- en el órgano de gobierno de la Cámara foral responde a un pacto oculto con el socialismo navarro, pese a que el PSN no le votó.

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Si Gila levantara la cabeza, haría una caricatura magistral del personaje Rivera, de su permanente ansiedad por llegar no se sabe dónde y de sus engaños. Y quizá otra también de Sánchez y su afán por mendigar a quienes le niegan el pan, la sal y, en cuanto se pongan a ello, hasta la legitimidad. Ya lo hicieron y volverán.

Si lo que pretende el presidente para este mandato es el apoyo, por acción u omisión, de los mismos que le auparon a la presidencia del Gobierno tras la moción de censura, ya puede dejar de jugar al escondite y explicarlo con luz y taquígrafos. Saber con quién, cómo y hasta dónde es imprescindible y muy necesario para no caer en lo mismo que ha hecho la derecha madrileña con VOX en un documento que se oculta a la opinión pública. Lo que importa no es el quién sino el qué. Antes, claro, tendrá que poner fin al juego de la gallina que se trae con Iglesias sobre quién echa el freno antes de caer por el precipicio de una repetición electoral. Lo dicho: ¿pueden parar la guerra?