Rivera se atrinchera

Rivera se atrinchera

Ciudadanos y su presidente han pasado de ser solución a convertirse en un problema para la estabilidad política.

Albert Rivera gesto CongresoEFE

En política, como en la vida, hay que saber llegar, estar e irse cuando toca. Se llama dignidad, y es algo que ni está en venta ni tiene precio. Se tiene o no se tiene. Igual que la coherencia. Sin la una y sin la otra no debería ser posible el ejercicio de la política. Y, aunque en estos tiempos líquidos son más los que prefieren renunciar definitivamente a ellas, aún hay quienes las llevan hasta las últimas consecuencias. Es el caso de Toni Roldán, ya ex portavoz económico de Ciudadanos, una voz que reconcilia con la buena política, que antepone los principios a los cargos y que sitúa a Ciudadanos frente al espejo de sus contradicciones. 

Su palabra ha tronado contra la estrategia de Albert Rivera. Lo había dicho semana tras semana, con escaso éxito, en los órganos de dirección del partido. Por eso ahora razona en público los mismos motivos, y se marcha. Deja Ciudadanos y deja el acta de diputado del Congreso porque el empeño de su jefe de filas en atrincherarse en el marco de la derecha y en el “no es no” a Sánchez ha desvirtuado los principios fundacionales del partido -regeneración, reformismo y batalla contra el nacionalismo- y porque los costes de la estrategia “son demasiado altos para España”.

Se puede decir más alto pero no más claro. Una cosa es que lo digan los editoriales, los analistas e incluso los padres fundadores del partido, y otra es que lo exprese con semejante rotundidad un miembro de la dirección de los naranjas. Derribar puentes en lugar de construirlos ahonda en el frentismo y la polarización, además de no luchar eficazmente contra el nacionalismo ni ayudar a la construcción, por los vínculos con la extrema derecha, de un proyecto verdaderamente liberal. “¿Cómo vamos a luchar contra la dinámica de confrontación de rojos-azules que vinimos a combatir si nos convertimos en azules?”, se preguntó el discípulo de Luis Garicano antes de hacer pública su salida irrevocable de la política.

Nada queda de aquel joven aguerrido, pero educado y dicharachero, que vino a regenerar la política desde la centralidad y a sustituir a los nacionalismos como partido bisagra.

La de Roldán fue la primera renuncia de alto voltaje de un lunes en el que se abrieron todas las costuras de Ciudadanos y en el que se empezó a hablar ya abiertamente de amenaza para el liderazgo de Rivera. Hace cuatro años, fueron Pedro Sánchez y el PSOE quienes se abrieron en canal por una investidura, ahora les ha tocado a los naranjas. La diferencia es que los socialistas tienen más de 140 años de historia y una larga trayectoria de renuncias mientras que los naranjas, más que como un partido, en ocasiones, reproducen dinámicas de las sociedades anónimas. Pero si a la izquierda se le pidió responsabilidad de Estado ante un bloqueo institucional como el de 2015, qué menos que hacer lo propio con un partido que desde las más altas esferas políticas y empresariales auparon hasta el estrellato con el objetivo de dar solución a los problemas del sistema político.

Nada más lejos de la pantalla en la que estamos. Rivera y Ciudadanos han pasado de ser solución a convertirse en un problema para la estabilidad política. Unos dicen que porque su líder anhela por encima de cualquier otra cosa convertirse en el partido alfa de la derecha y otros, porque sus delirios de grandeza y su soberbia le hicieron perder la perspectiva tras la moción de censura que llevó a La Moncloa a Sánchez. Desde entonces no ha encontrado su lugar en el mundo. Y tampoco hay señales de que vaya a encontrarlo en el horizonte medio. De hecho, hay quien habla insistentemente de la “Operación Arrimadas” como relevo, quizá sin percatarse de que la portavoz del partido ha asumido con el mismo entusiasmo que su jefe de filas la causa de la derecha y repite, si cabe, con más virulencia las astracanadas de los argumentarios oficiales. 

Recordarán que en capítulos anteriores, Albert Rivera rompió con Manuel Valls, mintió sobre Macron, montó una comedia con los “pactos de la infamia” del PSOE y se convirtió en pasto de memes en las redes sociales. Y en el capítulo de hoy, ya se ha convertido en un problema para la estabilidad de España. Nada queda de aquel joven aguerrido, pero educado y dicharachero, que vino a regenerar la política desde la centralidad y a sustituir a los nacionalismos como partido bisagra. Su empeño en virar el rumbo, ha provocado además de la deserción de Roldán, la dimisión del eurodiputado Javier Nart como miembro de la Ejecutiva y la renuncia de Juan Vázquez, candidato a la presidencia de Asturias. Todo en el mismo día y por los mismos motivos: el maridaje con VOX, el empeño en echar a Sánchez en brazos de los nacionalismos, su renuncia al liberalismo y su forma de hacer de la política solo tacticismo.

¿Cuántos Valls, Roldán, Nart y desmentidos de Macron hacen falta para que rectifique?, se pregunta el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, tras emplazar a Rivera a que salga de su laberinto. Que el presidente del Gobierno en funciones convocara el pasado lunes al líder de Ciudadanos en La Moncloa a un encuentro discreto y este rechazara acudir a la cita es la mejor muestra de que el acuerdo con Rivera es imposible. E ídem con Pablo Casado que, por lealtad institucional, sí acudió a la llamada de Sánchez, pero le trasladó que no cuente con sus diputados para una abstención que facilite su investidura.

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El tiempo apremia y, aunque las bases del PSOE dijeron a Sánchez “con Rivera, no”, el presidente ha decidido ir incluso más lejos de lo que su militancia estaría dispuesto a tolerar en su reclamo a los populares. La coherencia tampoco es una virtud que acompañe a los spin doctor de La Moncloa, ya que hicieron ganar al candidato socialista, tanto en la interna como en la externa, con un discurso escorado a la izquierda.

A ver si va a resultar que estos intentos baldíos por convencer a la derecha política sitúan en un lose-lose a Sánchez que termine aumentando la fuerza negociadora de Podemos. No se sorprendan de que así fuera. Al fin y a la postre, Pablo Iglesias sigue sin levantar la voz y renuente a aceptar un gobierno de cooperación sin ministros morados, que es la única oferta que conocemos hasta el momento que le ha hecho el presidente en funciones. La falta de transparencia en las negociaciones nos puede sorprender con cualquier escena. Atentos…