Bloomberg empieza su asedio a la Casa Blanca: sus apuestas, sus fuerzas y sus carencias

Bloomberg empieza su asedio a la Casa Blanca: sus apuestas, sus fuerzas y sus carencias

El noveno hombre más fuerte del mundo entra por primera vez en los debates de las primarias demócratas, tras lanzar su campaña a base de dinero e influencias

Michael Bloomberg gesticula durante un acto de campaña en Salt Lake City, el pasado 20 de febrero. ASSOCIATED PRESS

Al fin, Michael Rubens Bloomberg se ha estrenado en un cuerpo a cuerpo con sus compañeros precandidatos demócratas a la presidencia de la Casa Blanca. Fue el pasado miércoles de madrugada cuando aparcó su campaña de aspirante multimillonario -un verso suelto que va aparte de los plazos y eventos propios de las tediosas primarias- y se puso frente a los que quieren lo mismo que él: desbancar al republicano Donald Trump.

El resultado fue terrible para él: quedó claro que el dinero puede comprar visibilidad y exposición pública, un mayor conocimiento entre el electorado, pero no argumentos y programa. Y, sin embargo, ¿acaso no era así Trump, un fajo de billetes andante con un puñado de eslóganes en la boca? ¿Y acaso no está hoy en el Despacho Oval?

Las encuestas no dan favorito a Bloomberg a la hora de hacerse con la boleta del Partido Demócrata para las elecciones del 3 de noviembre próximo, un puesto que ocupa el senador Bernie Sanders y, hasta hace 20 días, el exvicepresidente Joe Biden, pero su carisma, sus buenas relaciones, la campaña millonaria que lo está convirtiendo en omnipresente en las casas, las televisiones y los teléfonos de los ciudadanos de EEUU, pueden darle alas, ahora que empieza de veras la campaña por los apoyos y que se viene el supermartes, el día en el que más delegados están en juego.

“El jefe”

Michael (o Mike, su nombre de guerra en campaña) Bloomberg tiene 78 años y es el noveno hombre más rico del mundo y el sexto de Estados Unidos, con un patrimonio de 62.000 millones de dólares. En eso ya vence a Trump por goleada, que apenas tiene 3.700. Es el dueño del canal más prestigioso del mundo de información económica, con unos 20.000 empleados a su cargo, fue alcalde de Nueva York tras la masacre del 11-S, durante tres mandatos consecutivos, y es uno de los mayores filántropos del país, con obras benéficas que van de la educación a la lucha contra las armas, pasando por el arte.

Confiesa que uno de sus mayores deseos vitales es “ser admirado, sentirse admirado”, así que todo lo sembrado y cosechado aún le parece poco y ahora su empresa es alcanzar la Casa Blanca. “Siempre quería ser el jefe de todo en lo que estuviéramos trabajando”, recordó su madre Charlotte, ya fallecida, a un biógrafo, en 2009. “Quería manejarlo todo”. En esas está, tratando de vender su imagen de triunfador hecho a sí mismo y de único señor sensato capaz de destronar a otro rico como él. “Hay que comenzar a hacer grandes cosas” y “hay que reconstruir EEUU” son algunas de sus frases favoritas.

Bloomberg, nieto de inmigrantes, nació en un suburbio de Boston (Massachusetts), en el seno de una familia judía. “Un niño de clase media que se abrió camino hasta la universidad”, como destaca su equipo de campaña. Se formó como ingeniero eléctrico en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y aprobó un máster en gestión de empresas en Harvard. Siempre ha revelado que allí le abrieron los ojos sobre lo que quería hacer con su vida.

Inicialmente se quiso enrolar de voluntario en el Ejército, en años convulsos por la Guerra de Vietnam, pero lo rechazaron. Razón: pies planos. Un chasco que le hizo mirar de nuevo a su carrera y apostar por ser banquero, entrando como empleado y, luego, como socio en un banco de inversiones en Wall Street, Salomon Brothers, donde se encargaba del comercio de acciones y el desarrollo de sistemas. Tras nueve años, y ante la venta de la firma, el hombre que hoy ofrece a la banca la mejor información del sector se vio en la calle, despedido, con 39 años.

“Tuvo que empezar de cero”, dice su equipo, y es entonces cuando empieza la “leyenda”: con un patrimonio de 10 millones de dólares como socio de la empresa, Bloomberg creó su propia firma, Innovative Market Systems, que lo lanzaría al selecto club de los hombres más ricos del mundo en pocos años. Se dio cuenta de que los poderosos estaban dispuestos a pagar por información comercial de alta calidad, entregada lo más rápido posible y en la mayor cantidad de formatos. Apostó por ello y revolucionó Wall Street. Lo mismo ofrecía reportes financieros que servicios de mensajería para bancos. Así, hasta crear su agencia y su canal de noticias, el que lleva su apellido a todo el mundo.

  Michael Bloomberg, en un acto en el Puente de Brooklyn, cuando era alcalde de Nueva York, en 2005. ASSOCIATED PRESS

Ahora soy un elefante, ahora soy un burro

Bloomberg pasó a ser no sólo un sinónimo de dinero, sino de celebridad. Un tipo bajito con mucho carisma, respetado por los grandes y admirado por los pequeños “a los que entrega prácticamente todas sus ganancias para obras benéficas, para apoyar causas que le apasionan”, dicen en su web. Por ejemplo, ha sido director de un grupo nacional de control de armas.

Pero para él el mundo nunca es suficiente, necesitaba más, y decidió coquetear con la política como vía inexplorada de poder. Usó su popularidad para convertirse en alcalde de Nueva York por el Partido Republicano; ganó y revalidó su cargo en dos ocasiones, entre 2001 y 2013 -lo que generó varias críticas por extender el periodo de mandato para ese cargo- en un momento de enorme trascendencia, porque tomaba el timón de una ciudad herida tras los atentados de Al Qaeda.

En ese tiempo, según datos aportados por sus colaboradores, creó casi medio millón de empleos, amplió el seguro de salud a 700.000 neoyorquinos, redujo la huella de carbono y bajó un 40% la tasa de encarcelamiento, gracias a programas sociales. En el lado negativo, fue señalado por implementar un excesivo control policial en la ciudad y por promover un programa conocido como “parar, preguntar y registrar”, que permitía detener temporalmente, interrogar y, a veces, buscar a civiles en la calle en busca de armas, drogas o contrabando, y que casualmente apuntaba siempre a determinadas etnias y razas.

A su descomunal prestigio sumó una gestión “lucida”, en palabras del New York Times, pero también cosechó sombras por su capacidad para comprar silencios, como explican nuestros compañeros del HuffPost USA: a los colectivos sociales que no le bailaban el agua y que le negaban el apoyo popular anhelado, se les inyectaba dinero en forma de beneficencia y fin de la crítica. Ya no se hablaba del ostracismo de las minorías raciales o de la brutalidad policial. La falta de oposición aparente, el “gusta a todos”, no está tan claro.

En 2007, Bloomberg renunció a la militancia republicana (la del elefante), se hizo independiente y, apenas hace un año, se afilió a los demócratas (los del burro). El runrún de su posible candidatura a la Casa Blanca viene de lejos, de una década atrás, su nombre salió a la palestra antes incluso que el de Trump. En función de la coyuntura, se ha dejado querer o se ha tapado. Tras apoyar finalmente las candidaturas de Barack Obama y Hillary Clinton -a la que tantea como vicepresidenta en su candidatura, sabedor de su tirón y de que fue la ganadora en voto popular en los comicios de 2016-, ahora sale a jugar.

  Michael Bloomberg y su pareja, Diana Taylor, en una gala en beneficio del Metropolitan Museum of Art's Costume Institute, en 2018. Evan Agostini/Invision/AP

Una carrera diferente

No concurre el magnate como los demás, presentando su candidatura con tiempo, sometiéndose a la carrera de ir estado a estado, a los debates televisados, a los cara a cara. Si los demás demócratas llevan meses planteando su candidatura, buscando apoyos y dinero, debatiendo entre ellos para que los electores vean sus diferencias, él llega el último y se quiere poner el primero.

De hecho, ha decidido tan tarde que quería batallar que no podrá entrar en las primeras primarias. Se centrará, pues, en el 3 de marzo, cuando vota el grueso de estados, el llamado supermartes. Esa estrategia nunca le ha funcionado a un candidato de su partido, pero es que nunca ha habido un candidato con su perfil...

Se ha sumado a la batalla sin aceptar donaciones y anunciando que no cobrará si gana la presidencia -como ya hace Trump-, e invirtiendo de partida inicial de 100 millones de dólares en una campaña para atacar al actual mandatario y otros 150 más para sus actos y desplazamientos.

Eso, de partida, porque la CNN calcula que ya ha invertido 400 millones de dólares en sólo tres meses, más que todos los demás precandidatos juntos. A base de taco, ha duplicado sus gastos de campaña al ver el desastre del recuento de votos en Iowa, por si puede pescar en ese río revuelto. “Comprando su camino a la Casa Blanca”, como denuncia Sanders. Ya cuenta con 2.000 personas trabajando para él en todo el país,

A Bloomberg las críticas le traen bastante sin cuidado, hasta el punto de que ha contratado a una serie de influencers que cuentan con un nutrido grupo de seguidores en las redes sociales para que hagan memes divertidos sobre su figura y fomenten su campaña. Funcionaron bien la semana pasada, por ejemplo, cuando Trump se volvió a meter con la estatura del candidato -“Mini Mike es una masa de energía muerta de metro y medio que no quiere estar en el escenario del debate con estos políticos profesionales”- y él, a su vez, lo tildó de “payaso chiflado de carnaval”. No a todo el mundo le dedica el presidente su tiempo y sus palabras...

Ese presidente al que llamaba hasta hace pocos años su “amigo”, que ahora debe ser “sustituido”. “No podemos permitir cuatro años más de acciones temerarias y poca ética”, ha dicho en Twitter. Denuncia las “acciones negligentes” de Trump, que afectan a la vida diaria de los ciudadanos y han “debilitado” el país, un “daño irreparable” que él pretende superar como demócrata moderado.

“Sé lo que se necesita para vencer a Trump, porque ya lo he hecho. Y lo volveré a hacer. Nunca he rehuido una pelea dura. Derrotar a Trump, y reconstruir Estados Unidos, es la lucha más urgente e importante de nuestras vidas. Y voy con todo”, añade en su web, escrita en inglés y en castellano.“Pero más que planes, ofrezco el liderazgo para convertir los planes en realidad. Arremangarme, motivar a un país a unirse y reconstruir Estados Unidos, y hacerlo más justo y mejor. Y estoy listo para trabajar”, señala.

Sin embargo, su programa político es muy vago. Destaca seis puntos esenciales: la lucha contra la economía “inclinada en contra de la mayoría de los ciudadanos”; el cambio del sistema de salud, que “no brinda cobertura a todos los estadounidenses” y es muy costoso; la lucha contra las armas de fuego; la reforma del “sistema migratorio, que es cruel y disfuncional”; la pelea por atajar la crisis climática, “esencial”, y la de los grupos de “interés” de la capital, Washington, que a su entender “no permiten avanzar para resolver los problemas” del país.

Nada concreto, aún, como le reprocharon los demás demócratas en el debate de esta semana, del que salió encogido, cohibido, sobre todo porque acabó como el Titanic ante el “iceberg” que fue Elizabeth Warren. No sólo por su falta de propuestas, sino porque la senadora le atacó con las acusaciones que existen contra Bloomberg por acoso y comentarios sexistas y le instó a que “libere” a las mujeres con las que ha firmado pactos de confidencialidad para que puedan hablar libremente sobre sus experiencias. “No vamos a ganar a Trump con un hombre que tiene quién sabe cuántos acuerdos de confidencialidad con mujeres”, advirtió Warren.

El magnate ahora demócrata tiene a su favor varias cosas: mucho dinero e influencia y lazos con Wall Street, pero también un talante moderado y una experiencia de la que Trump carecía, tanto en gestión pública (en una ciudad con más de 8,5 millones de habitantes como Nueva York) como en filantropía (las fundaciones de su empresa son de las que más dinero mueven en actos solidarios en todo el país). A él no hay que presentarle a los líderes mundiales, porque no sólo los conoce y no va confundirlos, sino que ha hablado, posiblemente, con la mayoría de todos ellos.

Tratará de hacerse fuerte en ese perfil templado, una losa que comparte con Biden y con el exalcalde Pete Buttigieg, como contrapeso ideológico al socialismo que denuncia de Sanders y Warren. El centro no es un mal lugar, porque puede incluso arañar apoyos republicanos. Y aunque haga campaña al margen de lo establecido, cuenta con importantes y numerosos apoyos del llamado establishment de su partido, que son muchas las décadas de codearse con ellos, de hacerse favores, de brindar juntos con impecables tuxedos.

La CNN cita fuentes de la campaña de Trump que reconocen que el anuncio de Bloomberg es una “amenaza” para su líder de cara a los comicios de 2020, porque “pocos candidatos como él” pueden hoy hacerse sombra en el Partido Demócrata. Por eso, señalan, le insulta, porque conoce el percal: rico y ambicioso, que quiere llegar a presidente...