Cambiemos el nombre a la Guerra Civil

Cambiemos el nombre a la Guerra Civil

He pensado cómo acabar con esa nostalgia aberrante de la contienda y he llegado a la conclusión de que hay que modificar el nombre.

Lo he pasado muy mal esta semana. He visto a necios llamar al ejército a intervenir el Congreso de los Diputados y, para los que nacimos antes de 1975, eso no es ni cine ni literatura, son tanquetas en la calle camino del colegio. He visto a miles de anónimos amenazar a políticos electos con mensajes en los que se decía que su domicilio y el colegio de sus hijos eran conocidos. He visto montañas de mierda sepultar, hasta casi ahogarla, a mi vieja España, que es una madre bruja que igual te lleva mágicamente al sueño glorioso de la historia que te baja al patio y te da una paliza con una vara que deja el culo rojo. He visto, en definitiva, a imbéciles que quisieran otra guerra civil y no voy a consentir eso, no voy a permitir que mis hijos cojan un fusil porque un puñado de idiotas no haya entendido la democracia. Eso ya le pasó a sus bisabuelos y seguimos pagándolo.

He visto a necios llamar al ejército a intervenir el Congreso de los Diputados y, para los que nacimos antes de 1975, eso no es ni cine ni literatura, son tanquetas en la calle camino del colegio.

No me gusta Bildu como tampoco me gusta JuntsxCat o VOX, porque no me gustan los nacionalistas extremos pero el caso de Bildu es significativo. Estos días se ha resucitado a ETA como no pensé que ocurriría. Mi vida transcurre paralela a la de aquella banda de criminales y mis recuerdos son nítidos: fue espantoso, un horror de décadas que se acabó hace casi diez años. Se rindieron y se pasaron a la democracia. No fueron los primeros, ha ocurrido con decenas de revolucionarios marxistas como ha pasado con jerarcas fascistas, es el famoso “punto final” que se usa tanto. Hoy Bildu es una organización que se presenta a las elecciones, entonces los votan y ganan escaños en el Congreso de los Diputados. Se llama democracia. Yo tengo serias reservas con la democracia. Todos las tenemos pero no lo reconocemos porque, en lo más íntimo, pensamos que los demás son menos listos que nosotros, por eso votan mal. Juzgamos al otro asignándole el rol de rival, aunque lo vemos como enemigo. Dentro de una filosofía guerrera queremos que se muera el enemigo, pero los de izquierdas no se van a morir aunque se desee ardientemente. Los de derechas tampoco, ni los nacionalistas, independentistas ni regionalistas.

  La portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua.Agencia EFE

No me gustan las ideologías pero es muy difícil sustraerse de ellas. Al igual que un culo, todo el mundo tiene una ideología. Volviendo a Bildu: los prefiero como cargos electos, participando en la democracia, antes que en los montes con una pistola. Me gustan más en la tribuna del Congreso con el aval de unos miles de vascos que los eligen libremente que con el pasamontañas y la txapela. Hasta qué punto darían miedo entonces que no nos dimos cuenta de que una boina encima de un pasamontañas es una cosa bastante ridícula.

El PP es necesario, como lo pudo ser Ciudadanos, porque casi la mitad de los españoles son de derechas y tiene derecho a serlo, de la misma manera que debe existir el PSOE o Podemos porque la otra mitad es de izquierdas. Pensar que el otro es más tonto o más malo que yo porque vote otra opción evidencia que el tonto soy yo, y si le deseo la muerte está claro que no soy el bueno. 

Dentro de una filosofía guerrera queremos que se muera el enemigo, pero los de izquierdas no se van a morir aunque se desee ardientemente. Los de derechas tampoco, ni los nacionalistas, independentistas ni regionalistas.

He pensado cómo acabar con esa nostalgia aberrante de la guerra civil y he llegado a la conclusión de que hay que modificar el nombre. Si pensamos en la I Guerra Mundial no podríamos llegar a imaginar el manto de dolor que cubría Europa en 1920 (otros años 20, como estos) pero hoy es como un suceso histórico lejano, porque solo el tiempo cura. El caso es que con la siguiente Guerra Mundial la primera se convirtió en un hecho histórico, lejano, casi literario de la misma forma que la Guerra de Corea y la de Vietnam convirtieron la Segunda en cinematográfica.

He pensado cómo acabar con esa nostalgia aberrante de la guerra civil y he llegado a la conclusión de que hay que modificar el nombre.

La Guerra Civil Española no ha sido la única, de hecho si nos vamos a los Reyes Católicos podemos contabilizar 22 guerras civiles españolas, dependiendo del historiador, de manera que la del 36-39 podría ser la “Vigesimosegunda Guerra Civil”. Pero si nos centramos en la idea del moderno estado y nos vamos a 1812 podríamos contabilizar tres Guerras Carlistas, el levantamiento cantonal, discutir la Revolución de 1868, lo de Los Cien Mil hijos de San Luis… en definitiva, la más reciente podría ser la Quinta Guerra Civil Española. Pensarán que es una idiotez pero ese número aleja en el tiempo y la memoria un hecho que en los hogares españoles sigue demasiado cerca. No bastaría para que aquel dolor infinito desaparezca, habrá que devolverle a la gente a sus familiares mal enterrados en las cunetas, acabar con símbolos absurdos y abrazar la modernidad de una vez.

Nadie puede querer más a España que yo. Igual, tal vez; pero más, no. Y esa España que amo debe alejar de una vez por todas ese fantasma de un hecho que no puede albergar gloria alguna porque la guerra huele a mierda, decía Orwell tras su paso por el frente de Aragón. Huele a la mierda de las trincheras y el miedo, a la mierda de país que dejó la guerra. No entenderé nunca como hay gente a la que le gusta el olor a mierda, la verdad.