Te pido mil perdones, Jesús Vázquez

Te pido mil perdones, Jesús Vázquez

Nunca he contado esto. Pero el otro día, cuando lo vi al borde de las lágrimas con Bertín Osborne, pensé que se lo debía.

Jesús Vázquez, en 'Mi casa es la tuya' (Telecinco).TELECINCO

Dos muchachos relacionados con el caso Arny. El que había denunciado falsamente a los acusados llegaba a Valencia con otro colega. Había sido invitado a participar en un el programa Parle Vosté, calle vosté, un espacio ruidoso, polémico, espantoso de supuesto debate que esa noche tenía lugar en Canal 9, la tele pública. El debate estaba presentado por Josep Ramón Lluch y producido por P-52, la empresa audiovisual responsable también de Tómbola, propiedad del entonces marido de Nieves Herrero, Ángel Moreno.

Yo, que era redactora del programa, recibí el encargo de convertirme en la sombra de ambos testimonios durante todo el día hasta su entrada en el plató. Esta fue la consiga:

— Llegan en avión a las doce de la mañana, y no me fío de que vengan a la tele si los dejamos solos en el hotel, porque son dos macarras, dos quinquis, se drogan, bebe... En fin, ya sabes. Así que vas a por ellos al aeropuerto y te los llevas por ahí hasta las ocho de la tarde. Luego te los traes a la tele. Tendrán camerino porque no quiero líos en la sala VIP con los otros invitados. ¿De acuerdo?

— ¿Pero esto no lo debería hacer producción?, pregunté yo.

— Necesito a alguien que los sepa controlar en todos los sentidos, ya me entiendes. No quiero que los dejes solos ni un minuto. ¿Vale?

Vale. Con las 50.000 pesetas (300 euros actuales) que la productora me había dado para pasar un bonito día con estos dos tipos, me presenté en el aeropuerto a las doce. No recuerdo cómo nos reconocimos. Ellos se sabían esperados. Naturalidad, ante todo naturalidad, me dije.

Taxi al centro. Una cerveza en un bar mientras intento mantener una conversación normal, en un situación tan surrealista. Ellos no han de entender que los estoy vigilando. Pero yo he de conseguir que no se emborrachen, que se no se metan, que no se peleen con nadie, que no se esfumen.

Comida en la playa. El implicado en el caso Arny me cuenta que hace quince

años mató a un tipo, era casi un niño. Me cuenta cómo lo hizo. No sé si le creí o si me importaba. Me cuenta también que todo lo que ha dicho del caso Arny era mentira. Me cuenta por qué lo dijo. Tiene un discurso inconexo. Hablamos de lo que va a poder contar en el programa y de lo que no, ya estaba todo  negociado. Yo no le pregunto nada y tampoco me hago preguntas a mí.

Llega la tarde, me los llevo al cine, Cosas que hacer en Denver cuando estás

muerto. No había nada mejor para ese momento, lo aseguro. A los veinte minutos de película uno de ellos se empieza a poner nervioso, me cuenta que cuando no toma droga no puede parar quieto.

Los acompaño al hotel. Subo con ellos a su habitación para cumplir mi cometido. Situación violenta en el interior de la que salgo airosa. Llega la hora de ir a la tele. Ambos, sobre todo el principal testimonio, empiezan a tener el mono.

Poco después me buscan con urgencia, el mono ya es terrible. 'Si no nos colocamos no llegamos al programa', me dicen

Son las ocho, los acompaño a su camerino de las instalaciones de la tele pública. Les gusta. Los dejo allí a buen recaudo. Poco después me buscan con urgencia, el mono ya es terrible. ’Si no nos colocamos no llegamos al programa”, me dicen. A las 21:30 comienza el talk show en directo, que se alargaría durante cuatro horas.

‘Tu sólo dame pasta y pídeme un taxi, yo voy, compro el caballo y vuelvo’, me

pide. A todo esto, el temblor ya es preocupante.

Acudo al director del programa. Pasa esto, no aguantaran ni media hora de

programa. ‘Pídele dinero a producción, que se la compren, que alguien los acompañe’.

Dicho y hecho. A las 21:45 los dos muchachos, ya calmados, hacían su aparición en la pantalla para explicar los pormenores del caso Arny. Uno asegura que está rehabilitado, que ahora es un buen muchacho, que merece una nueva oportunidad y bla bla bla...

Nada superará nunca la persona de mierda que fui aquel día

Fin el programa. Producción les paga las 150.000 pesetas acordadas (1.000 euros de ahora mismo), se les empaqueta en un taxi con dirección al hotel, y si te he visto no me acuerdo. Si mañana pierden el avión, será su problema; si esta noche se meten, también; si se buscan pelea, allá ellos. El programa ha acabado. El resultado de audiencia, mañana.

Jesús Vázquez, uno de los falsamente acusados, estaría en su casa, desolado,

supongo. Su madre, triste, angustiada, también. Sólo cuando estalló el caso Arny se supo que todo lo que dijeron aquella noche era mentira. Abandoné ese programa de mierda poco tiempo después, con claros y rotundos sentimientos de vergüenza y de culpa, tras muchos momentos letales como ése. Desde entonces me dedico a contar la tele. La buena y la mala.

Abandoné ese programa de mierda poco tiempo después, con claros y rotundos sentimientos de vergüenza y de culpa

He entrevistado varias veces a Jesús Vázquez en La Ventana de la Cadena SER, con Carles Francino, y en el espacio que conduzco sola los veranos, ¿Y tú qué miras?. El presentador ha acudido siempre a las citas amable, solícito. Nos hemos reído incluso cuando yo le he dado caña por determinados programas que ha presentado, como aquel Hotel Glam.

Nunca le he contado esto que acabo de escribir, claro. Pero el otro día, cuando lo vi al borde de las lágrimas con Bertín Osborne recordando la tragedia que supuso para él y para su familia todo aquello, pensé que se lo debía. Que pedirle perdón, por la parte que me tocó en aquello, es lo mínimo que puedo hacer. Y que da igual los programas más o menos afortunados que haya presentado o vaya a presentar en su vida. Da igual. Nada superará nunca a la periodista, a la persona de mierda que fui aquel día.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Periodista, ha trabajado para diarios como Levante y televisiones como Canal 9 y TVE. Es colaboradora de radios como Cadena Ser o RNE. Cubells ha publicado varios libros sobre el mundo de la televisión y también, en colaboración con Marce Rodríguez, el libro Mis padres no lo saben.