Cómo actuar si no es tu revolución

Cómo actuar si no es tu revolución

Es imposible pretender que todo el mundo se manifieste de la misma manera, pero sí existen algunos puntos comunes que conviene tener en cuenta.

Protesta en EEUU contra el racismo y la violencia policial. Scott Heins via Getty Images

Esta semana medio planeta se ha manifestado contra los abusos policiales tras la muerte de George Floyd, un ciudadano de origen afroamericano que fue brutalmente detenido y asfixiado por un oficial de policía blanco. Durante días las calles se han llenado de protestas y concentraciones exigiendo justicia y acabar de una vez con el racismo. Una de las acciones tuvo lugar el martes bajo el hashtag #BlackOutTuesday. La industria musical propuso realizar un parón cultural y en lugar de compartir contenidos subir una imagen negra en redes sociales. Millones de usuarios y cientos de empresas comerciales se sumaron al gesto provocando un apagón mundial. Algunos usuarios añadieron también el hashtag #BlackLivesMatter que pertenece a otra iniciativa anterior que busca justo lo contrario: destapar las injusticias racistas que pasan desapercibidas. Pronto empezaron los reproches y las dudas sobre lo que unos y otros estábamos haciendo: blancos, negros, marcas, activismo, postureo, hipocresía… La polémica estaba servida.

Es habitual que en cualquier movimiento social surjan dudas sobre dónde posicionarse y cómo actuar según el lugar que ocupamos dentro del problema. El hecho de que medio mundo se signifique públicamente sobre una causa injusta es muy buena señal, pero también surgen diferentes opiniones sobre las estrategias, el aprovechamiento comercial, quién debe o no hablar... Las diferencias son prácticamente inevitables y tienen que ver con el punto del proceso que cada persona está viviendo y los diferentes grados de conocimiento. Feminismo, clasismo, homofobia, racismo, animalismo, ecologismo. Es imposible pretender que todo el mundo se manifieste de la misma manera, pero sí existen algunos puntos comunes que conviene tener en cuenta.

  • Escuchar a quien sufre la discriminación. Este es el gesto más importante: escuchar, escuchar y escuchar. Pero escuchar no significa sólo dejar hablar sino también tener una voluntad de creer y de comprender una realidad que es muy diferente a la tuya. Cuando alguien nos cuestiona nos sentimos atacados y en lugar de escuchar intentamos justificarnos. Esto acaba haciendo más alto el muro que nos separa. Estar dispuesto a abrirse y escuchar es la primera forma de acercarnos.
  • ¿Liderar o acompañar? Cada causa debe estar liderada por las personas oprimidas, lo que está directamente relacionado con el hecho de escuchar. Son ellas las que tienen que llevar la voz y ocupar el espacio principal. Esto no significa que el resto de personas (aunque sean del lado opresor) no puedan expresarse. La implicación de todas las partes es importante y necesaria para el cambio, pero si se trata de equilibrar el poder, hay que estar dispuesto a ceder. 
  • Si eres una empresa, no ganar dinero con ello. Todos tenemos claro que las empresas tienen un gran impacto social además de su labor económica. Los consumidores buscamos cada vez más apoyar a marcas que cuiden al planeta y a las personas, pero eso es algo que hay que hacer todos los días y no solo puntualmente ni de cara a la galería. De nada sirve que una empresa que usa mano de obra en países pobres publique un hashtag contra el racismo, ni que la que utiliza modelos esqueléticas con poses enfermizas se proclame feminista. Empresas comprometidas sí, pero no sólo de boquilla.
  • Poner el foco en el opresor y no sólo en la víctima. Muchas veces, y algunas con la mejor intención, se acaba reforzando la desigualdad poniendo siempre el foco en la parte perjudicada sin reparar en que esa estrategia invisibiliza a quienes ejercen el daño excluyéndoles del problema y de la solución. Es habitual contabilizar a las personas asesinadas, pero no a los asesinos. Nos referimos a las víctimas, pero nunca nombramos a las mafias. Relatamos con detalle las consecuencias del maltrato, pero no apuntamos a las causas. Al contarlo sólo de esa forma normalizamos el sufrimiento de esas personas. ¿Se habrían manifestado el mismo número de usuarios y empresas bajo el lema “White Lives Oppress” en lugar de “Black Lives Matter”? Si no es así preguntémonos por qué.
  • No exigir “didáctica gratuita” ni tonos que nos “agraden”. A los debates por las causas sociales hay que llegar leído. Las personas que han hecho el esfuerzo de dedicar horas a estudiar y adquirir conocimiento no tienen ninguna responsabilidad de hacer el trabajo que los demás no han hecho. Tampoco es justo decir a las personas cómo se tienen que quejar. Cada persona ha vivido unas circunstancias distintas y gestiona el dolor de diferente manera. Así que cada cual se expresará de la manera que sepa y pueda. 

Que una causa social se vuelva masiva tiene muchas ventajas, pero también inconvenientes. Dejar de ser algo marginal para convertirse en algo que compete a toda la sociedad es la única manera de que el cambio llegue algún día a hacerse realidad. Por otro lado, puede diluirse y generar confusión en aspectos que resultan fundamentales para la lucha. Quizás haya muchas personas que se manifiesten públicamente por no quedar mal sin que haya un entendimiento profundo del problema, pero eso puede significar una puerta abierta. Por supuesto no hay que aceptar los pasos en falso ni conformarse con un hashtag ni el eslogan de una camiseta… pero tampoco confundir dar un paso con llegar a la meta.