Cómo conciliar en cinco cómodos pasos

Cómo conciliar en cinco cómodos pasos

Maika Ávila. 

Cuando digo que acabo de publicar un libro sobre conciliación (Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real. Ed. Litera), los que no tienen hijos me dicen. ”Ah, muy interesante, pero eso tiene poco que ver conmigo”. Un par de minutos después estamos hablando de que los horarios laborales les impiden cuidar a su madre enferma como quisieran, que trabajar por la tarde hace que tengan poca vida social o no coincidan con su pareja, o que lo poco que ganan les impide independizarse. Entonces caen en la cuenta. La conciliación tiene que ver también con ellos. Tiene que ver con todos. Es una cuestión de derechos, no de circunstancias personales. Cada uno tiene las que puede o las que quiere. Pero, que no las usen para enfrentarnos. Divide y vencerás. No es práctico en este caso. Por eso la conciliación nos incumbe a todos.

1. Deja de decir: “Venga, es tarde, date prisa”

Si no conciliamos, no pensamos. Vamos con la lengua fuera día tras día, arrastrados por las circunstancias, capeando el temporal, a golpe de compra online veloz, de cena rápida, de baños con prisa, de conversaciones sin palabras. Sin pausa. Sin miradas. Solo, un: “venga, es tarde, date prisa”. Nos lo decimos a nosotros y lo escupimos a los demás. Hasta que se convierte en una frase más, sin apenas significado. Vivimos instalados en ella.

2. Apúntate o quítate del gimnasio (sin mala conciencia)

La capacidad de disfrute, disminuye. Se disparan las hormonas del estrés como el cortisol. Y buscamos mil maneras de contrarrestar su efecto. Por ejemplo, generando las hormonas del buen rollo, como las endorfinas, que se consiguen con el ejercicio físico. En un acto de heroicidad máxima, y después de ver si la economía lo permite, nos apuntamos al gimnasio más cercano de casa o del trabajo. Para poder conciliar, claro. Pero, ¡oh, sorpresa! Nunca sacamos tiempo, y cuando ya nos hemos cansado de pagar y no ir, nos quitamos. ¡Cuántos sentimientos de culpa y frustración en el camino!

Nunca hay tiempo. Y cuando sobra porque no tenemos trabajo, la preocupación nos mina de tal manera que somos incapaces de disfrutar de nuestras vidas. Lógico: los medios materiales son la base sobre la que construir cualquier historia vital. Andamos faltos de andamiajes.

3. Ten hijos o no los tengas, pero no los tengas para que te paguen la pensión

Insisten políticos como el líder del PP, Pablo Casado, que hay que tener más hijos para sostener el sistema de pensiones. “Tu coño es mi pensión”, rezaban los memes en las redes sociales con su imagen tras su exabrupto sobre el aborto y la amenaza de derogar la ley actual de plazos de 2010 si llega al Gobierno. No, señor Casado. No hay vuelta atrás. Las mujeres no vamos a dejar ir ni medio derecho ganado tras décadas de lucha y sufrimiento. El mismo que continúan padeciendo en países de Latinoamérica y El Caribe a cuenta, sin ir más lejos, de no poder abortar.

La vida cambia. Nos somos los mismos ahora que hace veinte años, sin embargo, algunos siguen teniendo el mismo horario. Tenemos hijos, enferman los familiares, tapamos soledades...

Pongámonos en lo peor. Las mujeres decidimos tener todos los hijos que quiera Pablo Casado. ¿Y ahora qué? Quitando el pequeño detalle de que probablemente no tengamos cómo alimentarlos, cuidarlos -porque tendremos que estar todo el día fuera trabajando-, darles un techo seguro y un espacio habitable; ¿qué harán esos hijos nuestros imaginados cuando crezcan? La actual tasa de paro juvenil en España es del 35%. Quiere decir que solo uno de cada tres chavales de menos de 25 accede al mercado laboral. En Alemania, la tasa se sitúa en el 6%. Es la precariedad, estúpido, parafraseando a lo que dijo Bill Clinton en la campaña de 1992 contra George Bush padre. Ganó Clinton.

4. Asegúrate de adaptar el horario laboral a tu vida, no solo tu vida al horario

Nadie como uno mismo conoce sus propias necesidades y las de los que le rodean. Trabajar en una organización que trate al trabajador como un adulto responsable es a veces complicado. Las empresas fijan los horarios a fuego en las plantillas y no siempre se pueden mover. La tecnología nos hace libres o esclavos, según el uso que le demos. Quedamos con lo bueno, utilicémoslas para organizarnos de forma más eficiente, con momentos de todo tipo a lo largo del día.

La vida cambia. Nos somos los mismos ahora que hace veinte años, sin embargo, algunos siguen teniendo el mismo horario. Tenemos hijos, enferman los familiares, tapamos soledades. Debemos adaptar el horario a nuestra vida y la vida a nuestro horario. Una pareja me contaba que cómo se iban a plantear tener hijos si ni siquiera podían tener un perro. Simplemente no estaban para sacarlo las veces necesarias que el animal demanda. Cuando eran niños, sus padres no les dejaron tener animales en casa, ahora, sencillamente, no se lo pueden permitir.

5. Exige tus derechos. Unos los tienes, otros debes conseguirlos. Juntos mejor (eso significa no mirar mal al compañero si sale antes para ir a un concierto o recoger a su hijo) 

No debes depender de un jefe bueno y empático que no te atraviese con la mirada cuando le pides un día de asuntos propios, o salir media hora antes si cumples con tu carga de trabajo. Unos son más rápidos, otros menos. A cada uno se nos da mejor o peor distintas cosas. La solidaridad comienza por el que tienes al lado. Si criticas, te critican. El eterno círculo vicioso. Todos queremos ser felices y eso pasa por equilibrar familia, amigos, vida laboral y personal de la mejor forma posible.

Exige derechos como incentivos fiscales a las familias, permisos de maternidad de al menos seis meses, horarios flexibles y otras medidas que consideres importantes para que la conciliación pase de ser un engaño con el que hemos cargado a cuestas sobre todos las mujeres, a un cambio real. Sin revolución no habrá cambio. Y, sin cambio, no habrá verdadera libertad.

Ahora cierra los ojos cinco segundos. Piensa. ¿Por cuál de los cinco pasos vas a comenzar primero? ¿O se te ocurren otros más efectivos para tu vida actual?

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Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real (Ed. Litera).