COP26 o la prórroga de la prórroga de lo improrrogable

COP26 o la prórroga de la prórroga de lo improrrogable

El acuerdo final de Glasgow empeora el primer borrador y mantiene el patrón histórico de estas cumbres: lentitud e insuficiencia.

Activistas de Extinction Rebellion en Glasgow.Peter Summers via Getty Images

“La prórroga de lo improrrogable”, “más blablabla”, “otro fracaso”. Ni el peso de todas las miradas puestas sobre sus hombros ni las multitudinarias reivindicaciones de la sociedad civil han conseguido que los líderes mundiales que se han dado cita en la vigésimo sexta Cumbre del Clima en Glasgow (COP26) pacten las soluciones urgentes que demanda la crisis climática.

El patrón de las ediciones anteriores, intacto en la Zona Azul: bien de retórica, promesas difusas, acuerdos no vinculantes y medidas insuficientes ante esta emergencia global. Tras dos semanas de negociaciones, la resolución final empeora el primer borrador y no convence ni siquiera a la gran mayoría de países que lo han suscrito en pos del consenso y de continuar trabajando de manera conjunta contra el calentamiento global.

“Un balance general es complejo”, explica Emilio Santiago Muíño, antropólogo climático del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Se puede decir que el tono es pesimista e incluso decepcionante si cupiera esperar mucho de estas cumbres, pero por desgracia el patrón histórico de las COP es que siempre se dan pasos muy pequeños y lentos, que no están a la altura de una situación cada vez más urgente”, describe.

“La debilidad del texto aprobado se evidencia, en primer lugar, en su redacción”, destaca por su parte Irene Rubiera, portavoz de Ecologistas en Acción en Glasgow. “Pierde todo el carácter vinculante que se exigía de este acuerdo. No hay ningún verbo en el texto que genere una vinculación legal, es decir, una obligación de los países a actuar. Son todo invitaciones, recomendaciones y ruegos”, sentencia. “Una malformación congénita”, añade el antropólogo.

No hay ningún verbo en el texto que genere una vinculación legal, una obligación de los países a actuar
Irene Rubiera, portavoz de Ecologistas en Acción en Glasgow.

Lo que pretendía ser un encuentro para marcar la hoja de ruta de una década clave para evitar un cambio climático catastrófico ha tenido como resultado más procrastinación, dejar para más adelante las medidas necesarias para paliar la crisis de hoy y el desastre de mañana.

El aumento de la temperatura media global está ya en 1,1ºC respecto a los niveles preindustriales y el ritmo de dicho calentamiento no tiene precedentes en los últimos 2.000 años. Los informes del panel de expertos de la ONU (IPCC) son claros y alarmantes. “Las consecuencias ya son palpables, y a pesar de todo, al documento aprobado le falta concreción, tiempos claros y compromisos reales de financiación”, manifiesta Rubiera.

Los puntos clave de Glasgow

¿Qué se ha conseguido? De primeras, reconocimiento. La declaración final acepta el discurso de la emergencia climática y recoge las últimas conclusiones del IPCC donde se expone la necesidad de reducir en al menos un 45% las emisiones globales para 2030, instando a los países a aumentar sus compromisos y no superar la meta del 1,5ºC fijada en el Acuerdo de París —el documento reconoce con “grave preocupación” que las NDC presentadas ahora pronostican un aumento previsto del 16% para entonces—. ¿El problema? Nada es vinculante, aunque el texto final apunta hacia una actualización a lo largo de 2022 de los compromisos marcados y una posterior revisión cada cinco años.

Mención a los combustibles fósiles

Por primera vez en 26 ediciones se hace mención explícita a abandonar la subvención a los combustibles fósiles. Un “hecho positivo” cuya demora en el tiempo habla por sí sola. Su inclusión en el texto no ha estado exenta de polémica debido a la presión de India a la hora de plasmarlo sobre el papel. La redacción del párrafo ha pasado de contemplar una firme “eliminación” a una mera “reducción gradual” del uso del carbón “no mejorado” y de las subvenciones a los combustibles fósiles “ineficientes”.

Acuerdo sobre el Artículo 6 de París

Junto con los objetivos para contener las emisiones, otro de los asuntos pendientes de esta cumbre era cerrar el reglamento del artículo 6 del Acuerdo de París. Un apartado que regula lo relativo a los mercados de carbono y que hasta la fecha tenía lagunas como la doble contabilidad. Glasgow ha conseguido poner punto y final a las triquiñuelas en este sentido e introducir los antiguos créditos del Protocolo de Kyoto.

Financiación

La financiación sigue levantando ampollas. Los fondos para financiar los impactos catastróficos del cambio climático, así como los de adaptación, apenas han logrado acuerdos. Además, el Fondo Verde por el Clima de 100.000 millones anuales para países del Sur global, que prometía estar listo para 2020, ha sido aplazado hasta el año 2025.

La crisis climática es también una guerra neocolonial por medios atmosféricos”
Emilio Santiago Muíño, antropólogo climático del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

“Cumbre tras cumbre este objetivo se incumple”, apunta Cristina Alonso, responsable de Justicia Climática de Amigos de la Tierra. “Los países con mayor responsabilidad en la crisis climática siguen sin aportar la financiación necesaria escondiéndose en propuestas privadas o indefinidas. La falta de compromisos en este sentido supone la imposibilidad de cumplir con cualquier otro objetivo climático y rompe de lleno con el principio de Justicia Climática”, añade.

“Es una barbaridad”, suscribe Santiago. “Hay que recordar que son los países del Sur los que menos responsabilidad tienen en la emisión de gases de efecto invernadero y a la vez, los que más van a sufrir sus consecuencias”. “Esto refleja una de las realidades más terribles, y es que la gobernanza climática actual tiene mucho de colonialismo. La crisis climática es también una guerra neocolonial por medios atmosféricos”, sostiene.

Acuerdos entre Estados

Las carencias de los acuerdos se observan también en los pactos entre Estados y distintos actores en materia de metano, deforestación, carbón, automóviles o agricultura, que si bien a priori se presentan como firmes declaraciones de intenciones, su consecución sin vinculación jurídica no parece demasiado esperanzadora.

Además, gran parte de los mismos no han sido ratificados por los principales países responsables de estos efectos nocivos. Es el caso de China, Rusia o India, por ejemplo, en el pacto para reducir las emisiones de metano a un mínimo de un 30% en 2030, o el referido a la venta exclusiva de vehículos cero emisiones entre 2035 y 2040. Este último engloba solo al 17% del mercado automovilístico mundial. Estados Unidos, China y Japón se quedan fuera, al igual que España.

Por su parte, uno de los compromisos que han sido recibidos con más entusiasmo es el anuncio de EEUU y China para revisar sus objetivos y cumplir con la meta del 1,5ºC.

Esto solo beneficia a los países y empresas más contaminantes, que con su actitud pueden bloquear posturas que sean compartidas por una amplia mayoría
Ecologistas en Acción.

“El problema para la aprobación de estos textos es que solo pueden lograrse con el consenso de todos los países. No existe sistema de votación y si uno bloquea algún punto, las negociaciones vuelven al de partida”, señalan desde Ecologistas.

“En numerosas ocasiones hemos cuestionado cómo esto solo beneficia a los países y empresas más contaminantes, que con su actitud pueden bloquear posturas que sean compartidas por una amplia mayoría, tal y como ha ocurrido en esta cumbre. Es decir, se frenan acuerdos que son buenos para el planeta y para aquellos territorios que ya están siendo profundamente afectados por las consecuencias del cambio climático”, añaden.

La otra cumbre

En frente de los líderes, una contracumbre: la de los pueblos, las marchas y las acciones disruptivas. Entre 150.000 y 200.000 personas demandando en las calles que se tomen en serio las advertencias de la comunidad científica.

“La única razón por la que conseguimos que se den pasos es porque los jóvenes, los líderes indígenas, los activistas y los países en primera línea de los impactos climáticos han forzado concesiones a regañadientes”, señala Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace Internacional. “Sin ellos, estas conversaciones sobre el clima habrían fracasado por completo. Vemos cómo se va desmoronando a nuestro alrededor cada día, en los incendios forestales, los huracanes, las sequías y el deshielo. Se acabó el tiempo, se nos ha acabado el camino, y como cuestión de auto-supervivencia tenemos que movilizarnos urgentemente para crear una presión incontenible”, añade.

  Activistas de Extinction Rebellion en Glasgow.Peter Summers via Getty Images

Para Juan Bordera, guionista, periodista y activista de Extinction Rebellion, de los 150 actos de la Cumbre de los Pueblos queda una riqueza “infinitamente superior a la que se ve en la Zona Azul”. “Las negociaciones tienen un color concreto, un verde que destiñe”, destaca. “Lo que ocurre en estos espacios puede amplificarse y convertirse en el camino para que haya un contacto real entre movimientos, sociedad civil y gobernantes”, añade.

“La sensación es que los acuerdos van mucho más lentos de lo que la realidad les impone. Es una cosa casi genérica”, reconoce. “Serían buenos si llegaran hace 15 años, pero en la situación en la que estamos necesitamos ir bastante más rápido”. “A ello se suma el poder de los lobbies. Quizá el dato más revelador de esta cumbre sea el de que, si hubiese una delegación de combustibles fósiles, tendría más representación que cualquier país. Sería el equipo negociador más grande”, comenta. “Esto da una idea de hasta qué punto estamos ante un teatro cargado de negocionismo”.

“Por darle a todo esto un punto positivo, este resultado nos coloca la pelota en nuestro tejado”, recalca Santiago. “Somos las sociedades civiles las que debemos seguir presionando a los gobiernos para que aumenten su ambición climática. Hay pequeños logros, pero queda mucho por hacer”.