Correr no, tabaco sí. El sinsentido de los estancos abiertos

Correr no, tabaco sí. El sinsentido de los estancos abiertos

Se hace difícil de entender que a los 'runners' se nos exija este sacrificio, mientras los estancos permanecen abiertos.

Un fumador. property of Naveen Asaithambi via Getty Images

Desde que entramos en guerra contra el virus letal, el estado de alarma me obliga a renunciar a la actividad más beneficiosa que existe para fortalecer pulmones, corazón y neuronas: correr. Pese a que mi intuición me dice que, en caso de infección, siempre será mejor que nos coja con una buena capacidad cardiovascular, renuncio a salir a correr. Es por el bien de todos. Pero se hace difícil de entender que a los runners se nos exija este sacrificio, mientras los estancos permanecen abiertos. ¿Es la ansiedad del fumador más importante que la de quienes corremos para combatir el estrés o la de los exfumadores que corren para superar su adicción?

Fumar es hoy más que nunca un acto de egoísmo. Un fumador que contraiga el Covid-19 tiene un riesgo 14 veces mayor de que la enfermedad llegue a neumonía que una persona que no fume. El tabaco es un factor más que contribuye agravar el problema de saturación de las urgencias. Las autoridades sanitarias han insistido a la población en que se eviten situaciones que puedan degenerar en una asistencia hospitalaria (una caída de la bici, un accidente de tráfico…), pero obvian que encender un cigarrillo más sobre pulmones inflamados y arterias obstruidas recae directamente sobre un sistema sanitario que hoy tiene que elegir quién muere y por quién puede luchar.

España no tiene respiradores suficientes, ni UCIs, ni médicos ni enfermeras, para enfrentarse a lo que tenemos ya enfrente, pero mucho menos para lo que se nos viene encima. Los estudios que van llegando muestran al doble de pacientes fumadores en fase crítica que aquellos que no lo son. Todos, repito, todos, deberíamos tener derecho a disponer el máximo nivel de cuidados si llega esa batalla. Hemos dejado morir decenas de ancianos en residencias por no poder llevarlos a los hospitales, en camino vienen miles más. Cuando los recursos son escasos, fumar se convierte en un privilegio inaceptable.

Fumar es hoy más que nunca un acto de egoísmo.

Si se nos está pidiendo sacrificios a todos, ¿por qué se hace una excepción con los fumadores? Que el estado permita la venta de tabaco como si fuera un bien de primera necesidad resulta incomprensible. Un estudio realizado por el doctor Stanton Glantz, del Centro de Investigación y Educación para el Control del Tabaquismo de la Universidad de California, ha revelado que el humo del tabaco o de un vapeador puede transportar el coronavirus hasta un fumador pasivo. ¿No es esta una ocasión única para combatir el tabaquismo?

Cuando mi madre le contó a su amiga Pepi, 73 años, fumadora de un paquete diario, que el que suscribe defendía el cierre de los estancos, su respuesta fue: “Que los cierren, así me quito”. En una guerra, el esfuerzo debe ser compartido para que todo aquello de “sangre, sudor y lágrimas” cobre sentido. No estaría de más proporcionar remedios gratuitos, costeados con un impuesto extraordinario a los beneficios de las tabaqueras, para que se quite todo aquel que al verle las orejas al lobo del coronavirus necesite apenas un empujoncito.

Completé mi segunda maratón hace un mes. No he vuelto a salir a correr desde entonces. En la línea de salida de aquel 17 de febrero trabé conversación con José, un señor de 70 años que había quedado segundo el año anterior en su grupo de edad, con una marca de 3 horas y 29 minutos. Cuando le pregunté que dónde llevaba los geles para la carrera me miró con conmiseración y me soltó un parco: “No, yo no uso de eso”. El confinamiento es duro para José y para todos los que sabemos lo mucho que nos aporta correr al inyectar vida a nuestros años. Y lo aceptamos. Pero lo que no aceptaremos jamás es que la adicción que más muertes evitables causa en España tenga carta blanca incluso en los tiempos del coronavirus. Cierren los estancos.