Cuando la primera vez no invita a una segunda

Cuando la primera vez no invita a una segunda

La primera vez puede ser muy tarde o demasiado pronto, según qué o para quién sea.

Condom in jeans pocket. Texture, background.volkovslava via Getty Images

“First time, first love…”. Si en tu cabeza sigue la letra de esta canción sin necesidad de mucha ayuda, seguro que recuerdas un anuncio de los 80 de una bebida nada saludable pero muy popular, y posiblemente te sonará también una primera colonia con nombre de hada o de perro, según prefieras.    

La primera vez puede ser muy tarde o demasiado pronto, según qué o para quién sea, pero lo importante es que sin la primera no puede haber una segunda. No recordamos todas las primeras veces de todo lo que hemos hecho, pero hay cosas que no se pueden olvidar: Mi primera depilación a la cera de las axilas, mi primera firma de hipoteca, la primera ostra (y casi que la última después de hacerme sentir tan Walking Dead que no hubo otra); mi primera bici (que me compré ya de mayor y aunque el primer gran “piño” fue con una prestada, ya con la mía me daría el segundo), el primer salto de trampolín en la piscina de Bejís, mi primer parto (y mi 2segundo con el mismo recorrido pero tan diferentes), mi primer morreo en el barco hacia Ibiza, mi primera montaña rusa con giro completo, mi primera y única boda, mi primer U2… todo esto se cae cuando tienes delante por primera vez a una mujer con clítoris mutilado y piensas todo lo que nos queda por trabajar.

Juegan a “ser mayores”. Suelen acudir a la consulta y yo me tengo que imaginar cómo él se la habrá “camelao” para conseguir metérsela sin condón...

Algunas primeras veces son tan preparadas que cuando suceden, vives con miedo que no se cumplan las expectativas. En el día a día ya no me sorprende que muchas primeras veces nada se parezcan a la mía. Muchas saltan del trampolín sin haber aprendido antes a nadar. Juegan a “ser mayores” sin haber jugado como niñas y se encuentran con “muñecos” inesperados. Son ellas las que suelen acudir a la consulta y yo me tengo que imaginar cómo él se la habrá “camelao” para conseguir metérsela sin condón y sin haberle metido mano antes en el cine. Claro, con esos precios, o van un día de espectador con el cine lleno, o la paga no les llega para tanto. Y yo que con 100 pesetas veía dos pelis en el siglo pasado. No entiendo cómo van directamente a los créditos sin haber visto la peli y se quedan con un corto que no acaban de entender. Tener una pareja con los hemisferios cerebrales aún inmaduros conlleva el peligro de no poder saborear ese gran momento y la verdad, es una pena no recordar con una sonrisa dibujada en tu frente aquella primera vez.

Me faltan por vivir muchas primeras veces y repetir otras tantas. Es imprescindible la educación sexual de forma transversal en las escuelas desde edades tan tiernas que permitan después a nuestra juventud tomar decisiones maduras desde la libertad y el conocimiento y disfrutar plenamente de esa primera vez.

Ojalá todas las películas empezaran por el principio y acabaran con final feliz, pero si nadie les habla de la importancia de los preliminares y de todo lo que se puede hacer más allá del coito, seguirán llegando a nuestras consultas adolescentes con miedo a las siguientes veces porque en su cerebro quedó grabado a fuego el dolor y la sensación de timo de aquella primera vez.

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