Cuentos

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El cuento más corto del mundo se titula El dinosaurio, fue escrito en 1959 por el guatemalteco Augusto Monterroso.

A worker directs the removal of a Tyrannosaurus Rex dinosaur from a lorry at Twycross Zoo near Atherstone, central England, March 1, 2013. 15 dinosaurs will go on display at Dinosaur Valley, a new attraction at the zoo. REUTERS/Darren Staples ...Darren Staples / Reuters

El cuento más corto del mundo se titula El dinosaurio, fue escrito en 1959 por el guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003) y, aunque parezca increíble, la narración completa es la siguiente: 

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. 

Colorín, colorado el cuento se ha acabado. ¡Tan sólo siete palabras!

Que nadie piense que Augusto Monterroso es un escritor de segunda línea, baste el siguiente dato para ponerle en el lugar que le corresponde: cuarenta años después de esta narración fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Tras una segunda lectura del cuento, más sosegada, nos asaltan muchas dudas: ¿Quién se despierta? ¿Dónde se encuentra? ¿Por qué hay un dinosaurio? Incluso, ¿qué estaba haciendo antes de dormir?

Algunos analistas políticos trataron de ver allí un texto político. Cuando se escribió, el Partido Revolucionario Institucional llevaba en el poder más de siete décadas, lo que hacía que, por su antigüedad, fuese frecuentemente comparado con un dinosaurio. 

Por tanto, el que se despierta, no es otro que el ciudadano y lo hace frente a un gobierno fosilizado y arcaico.

Otros, mucho más “despiertos”, han visto en el microrrelato una metáfora, un relato filosófico. La acción de despertar no va dirigida a una persona –él o ella- en particular, sino a toda la humanidad en su conjunto. 

Cuando sale de su letargo se queda horrorizada al comprobar que nada va a cambiar, que todo va a seguir igual. Entonces, cabría plantearnos, ¿no sería mejor continuar durmiendo ante ese futuro tan terrible?

Si vamos a los detalles, que es donde están los demonios, el micorrelato tiene siete palabras y cuarenta y tres letras (4+3=7).

Siguiendo esta estela argumental, el cuento de Monterroso entroncaría con una larga corriente filosófica (Platón, Kant) que defiende que los seres humanos no vemos la realidad tal cual es, sino que la vemos a través de las calimas de los contenidos oníricos.

En otras palabras, Monterroso nos deja en una penumbra llena de pesimismo, estamos sumidos en un largo sueño, pero cuando despertemos todo va a ser igual a como era antes de dormirnos, un escenario terriblemente desolador.

Si vamos a los detalles, que es donde están los demonios, el micorrelato tiene siete palabras y cuarenta y tres letras (4+3=7). Este número, el siete, simboliza la perfección de lo divino.

El número siete se establece como un puente entre lo terrenal –el número 4– y la perfección de lo acabado –el número 3–. Desde esta perspectiva, quizás el cuento de Monterroso no sea tan pesimista como pensábamos.

El médico griego Hipócrates (460-370 a.C.), el padre de la medicina, escribió una obra sobre el número 7 en donde se puede leer: “por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes”.

Regresemos por donde empezamos, por los microrrelatos. El escritor checo Franz Kafka escribió un cuento titulado El destino, en donde resume toda la angustia que envolvía su microuniverso:

“Una jaula salió en busca de un pájaro”.

Es profundo, sin duda, pero claro, tiene ocho palabras… No es lo mismo.