De la moción de Murcia a la derecha trumpista

De la moción de Murcia a la derecha trumpista

Una parte de la derecha quiere consolidar una concentración hacia el populismo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en un desayuno informativo.Borja B. Hojas / Getty Images

Ciudadanos ha visto en la vacunación irregular de cargos políticos del PP en Murcia, la oportunidad de cerrar el paso a la opa hostil en marcha de la derecha y de su refundación populista, de nuevo con el relato de la regeneración democrática. Lo que ha sucedido es que la refundación populista de la derecha les llega de sopetón liderada por su principal exponente y con una fuerza que los barrerá del mapa.

Una parte de la derecha no quiere la unificación hacia el centro, quiere consolidar una concentración hacia el populismo cuyo modelo es Donald Trump. El liderazgo de esta operación con objetivos nacionales está en marcha y contará con apoyos importantes del antiguo PP en una movimiento similar a la huída de la vieja Convergència hacia el independentismo radical. La única manera de huir de su propia corrupción es refundar el sistema político. Ciudadanos es ya un proyecto residual que alimentará sociológicamente esa operación que se consolidará, necesariamente, con Vox.

Una parte de la derecha quiere consolidar una concentración hacia el populismo

El problema es que, como consecuencia, le ha saltado por los aires el precario acuerdo de Gobierno de Madrid, convertido desde hace tiempo en un vodevil. Isabel Díaz Ayuso necesitaba el movimiento de Ciudadanos hacia el PSOE para fundirlo como un fusible e iniciar una operación de refundación de la derecha distinta a la que contemplaba Pablo Casado que ha perdido tanto por velocidad como por claridad y convicción en su proyecto. Ayuso es ya la líder electoral de esa derecha naciente populista, extremista e imagen especular de los declinantes populismos de izquierdas. Pierde con ello el campo democrático.

Después de las recientes elecciones catalanas, los resultados de la derecha han desencadenado un efecto dominó en las comunidades gobernadas por la coalición de centroderecha apoyada por Vox.

Antes, Ciudadanos intentó liderar un acuerdo con el PP para suavizar el desplome que se le pronosticaba a la derecha. El PP lo rechazó, primando su estrategia de absorción al riesgo del sorpasso de Vox. El resultado perjudicó al centro derecha y benefició el voto de la ira de Vox, reabriendo la lucha por la hegemonía de la derecha, que parecía haberse cerrado con el fiasco de la moción de censura de la extrema derecha contra el Gobierno de coalición de la izquierda.

El centro derecha cerró en falso el análisis de los pésimos resultados en Cataluña, la asunción de responsabilidades y dejó en suspenso los cambios de estrategia, provocando movimientos de descontento interno, tanto en Cs como en el PP. La conclusión de Vox, como claro vencedor de la derecha, ha sido relanzar su programa de máximos, en las comunidades donde es clave, entre otras iniciativas, con la incorporación a las negociaciones presupuestarias del llamado pin parental, con el consiguiente rechazo de la formación naranja.

Ahora, la resaca de Ciudadanos llega en forma de moción de censura en Murcia a la que el PP responde en la Comunidad de Madrid con una convocatoria electoral y más tarde a su vez el PSOE con la presentación de su anunciada moción de censura en Castilla y León. Queda por conocer las posibles réplicas en el resto del tablero de los gobiernos de coalición autonómicos y locales del centro derecha.

Antes de las catalanas, Ciudadanos había cultivado el acuerdo con el PSOE, a raíz de la complicidad lograda con las últimas prórrogas del estado de alarma. Pero finalmente no se culmina por la resistencia interna dentro de Cs y externa por parte de los aliados de investidura a sumarse a una mayoría transversal en los Presupuestos Generales del Estado, ante el vértigo de unas próximas elecciones catalanas.

El PP ha apostado por una opa hostil a Cs para la recomposición del centro derecha

El PP, desde entonces, ha apostado por una opa hostil a Ciudadanos para la recomposición del espacio de centro derecha. De ahí su estrategia de cooptación de dirigentes, entre ellos de Albert Rivera, la negativa a una coalición electoral en las catalanas y el sistemático menosprecio de la identidad propia de los cargos públicos de Cs.

La debilidad de ambos en los resultados electorales ha reabierto la puja entre PP y Vox y al tiempo ha relanzado la opa hostil del PP contra Ciudadanos. Como consecuencia, la dirección de Inés Arrimadas se encontraba sometida a una pinza entre la fusión forzada y la inercia de la dispersión, y finalmente ha optado por hacer valer la llave en los gobiernos autonómicos, que torpemente no utilizó después de las últimas elecciones autonómicas. De ahí la moción de censura en Murcia, que como el aleteo de la mariposa china ha desencadenado un verdadero vendaval.

Lo ocurrido en Madrid es la consecuencia de la alianza estratégica de Ayuso con la extrema derecha de Vox y del ninguneo y los desplantes al vicepresidente Ignacio Aguado en la confrontación total con el Gobierno central sobre la gestión de la pandemia.

A la convocatoria electoral de Madrid se superponen o se anteponen las mociones de censura de Más Madrid y del PSOE. Lo que era ya un vodevil en el gobierno, termina como un esperpento ante los tribunales. Los tiempos y el tribunal constitucional decidirán.

La izquierda, sumida también en su propio laberinto populista, es incapaz, por su propia estructura conceptual, de combatir esta nueva derecha que asume las consecuencias antidemocráticas del populismo. Esta derecha sí puede poner fin a la Constitución de 1978. La caja de pandora que se abrió nos trajo primero a Vox y ahora a una líder trumpista capaz de llegar a la Moncloa.

El movimiento no se quedará solo ahí. Probablemente el resultado y la negociación en marcha del nuevo Govern en Cataluña, así como los movimientos en marcha en las comunidades de la derecha repercutan también en las alianzas parlamentarias que hoy sostienen al gobierno de España.

Tanto si se reeditara un Gobierno independentista con el apoyo de las CUP cuanto si fracasara y hubiera una nueva convocatoria electoral. Ya lo hemos visto en los primeros compases con el suplicatorio aprobado en el Parlamento Europeo y en el tercer grado de los políticos encarcelados como consecuencia de la sentencia del procés. La inestabilidad estará servida.

La presidenta de Ciudadanos se encuentra ante la decisión que no se atrevió a tomar en los presupuestos. Quizás el último intento de ser bisagra de centro, si es que eso es posible aún.

Arrimadas abandonó prematuramente el frente catalán atraída por la perspectiva de la corte madrileña y la perspectiva del Gobierno. Después de la crisis y salida de Rivera tampoco ha sido capaz de culminar una estrategia de centro con un partido dividido y finalmente ha perdido su plaza fuerte en el parlamento catalán.

El fantasma de Rivera ha pasado hace tiempo al PP y desde allí promueve la fusión

El fantasma de Rivera ha pasado hace tiempo al PP y desde allí promueve la fusión. El tiempo sociológico de Ciudadanos se terminó el día que iniciaron en Colón un viaje de radicalidad que solo puede culminar quien es radical con todas sus consecuencias y no cree en el sistema democrático. Ciudadanos ya es un proyecto fallido y residual.

Ahora solo le quedaban dos alternativas, la de languidecer hasta la fatal absorción por parte de la derecha o la de utilizar las cartas que le quedan en los gobiernos autonómicos y locales para el giro de centro, antes de que sus parlamentarios caigan en las redes del PP y parte de sus electores en las de Vox. Después de Colón y su trayectoria ya era solo cuestión de en cuanto tiempo maduraría un liderazgo con visos de éxito real. La gestión madrileña de la pandemia fue solo el primer acto.

En el fondo asistimos también a la decadencia de los populismos de centro y de izquierdas. Estos aspiraban a cambiar la política española establecida desde la Transición democrática sometiendo al sistema político a un descrédito que produce siempre los mismos resultados: el avance de la extrema derecha hacia el gobierno de la Comunidad de Madrid.

A eso nos enfrentamos mientras la izquierda en su propio laberinto no ve venir el problema. Cambiaron la representación y los representantes políticos, pero han sido incapaces de regenerar la vida política y de revitalizar la democracia. Por el contrario, se han instalado en la vieja política y en las instituciones y se han visto entre la inestabilidad y la deslegitimación. Los gobiernos autonómicos de coalición con el apoyo de la extrema derecha y sus políticas son una mala muestra de todo ello.

Los últimos resultados electorales apuntan a una nueva recomposición política. Si primero pasamos del bipartidismo imperfecto al pluripartidismo y luego al frentismo, ahora asistimos al reforzamiento de los partidos tradicionales, a la polarización en la derecha y al canto del cisne de la transversalidad. A diferencia del populismo de izquierdas, esta nueva derecha sí es capaz de vivir y gobernar sin las instituciones democráticas, algo que no es posible desde la izquierda incluso en su versión más patológicamente populista. Veremos si somos capaces de combatir este fenómeno de radicalización de la derecha, que no cabe descartar que se refuerce con las mociones de censura en su contra y que apunta a la Moncloa.

La llamada nueva política ha generado más polarización y una inestabilidad permanente de la que solo se beneficia hoy la extrema derecha. La polarización de la derecha va a más y la política en general da la impresión de un gran show al margen de las necesidades de los ciudadanos, que es lo que necesita esta operación Ayuso-Vox de nueva derecha post Constitución del 78.

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Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.